John
tendría que haber esperado esa reacción de Leian. Hubiera sido más productivo
si lo hubiera previsto desde antes y de esta manera no estaría persiguiéndola…
otra vez.
Las
miradas silenciosas que Lara y Gabriel le habían lanzado antes de salir
susurraban en su mente. John tuvo el impulso de gruñir. Ya sabía lo que estaba
haciendo. Sabía que se estaba comportando como un estúpido, siguiendo con tanto
ardor a alguien que evidentemente no quería saber nada con él; pero no podía
evitarlo. Por alguna razón, enferma y desquiciada, tenía esa maldita necesidad
de acompañarla y mantenerla a salvo.
Suspiró.
Casi podía sentir el pie de Leian golpeándole en la nuca por pensar aquello.
Pero,
¿Qué tenía de malo? ¿acaso ponía en peligro a alguien? ¿acaso solo había sido
una molestia para la chica? No. en todo caso, John creía que ella lo rechazaba
porque triunfaba en ayudarla. Si hubiera sido un real incordio, ella ya lo
habría fulminado y abandonado en el parque.
“Pero
vos te pones en peligro” le susurró una voz en su cabeza, solo para ser
coreadas por las voces de fantasía de su hermana y amigo. John sabía que era
cierto, pero no le importaba. Ponía en riesgo su vida todos los días por
personas que ni siquiera sabían que existía. ¿Qué estaba mal en arriesgarla por
alguien que si?
Las
voces pronto encontraron respuestas, pero John les ordenó que se callaran.
Ahora tenía otras prioridades. Debía encontrar a Leian antes de que huyera.
Luego se cuestionaría su nivel de locura.
Afortunadamente,
él tenía una ventaja sobre ella, por primera vez en la historia de los
mortales. La chica podría ser un espíritu mágico, inmortal y poderoso, pero
John había vivido años adentro de ese edificio. Aunque estaba seguro de que
ella encontraría con facilidad la salida, él sabía todos los atajos y salidas
alternas que ella seguramente habría pasado por alto. Fue complicado cuando
tuvo que atravesar una clase en plena actividad, con todos los chicos mirándole
confundidos al verle acercarse a la ventana, pero el chico no se molesto o dio
por aludido. Simplemente la abrió y pasó hacia el otro, parándose en la pequeña
baranda para dar un salto hacia un caño de la pared exterior. La atrapó y
balanceándose como un acróbata cayó al suelo sin daño. Sin perder minuto,
corrió hacia la entrada.
Así
pudo sorprender a Leian, quien caminaba mirando hacia atrás cuando se dirigía
hacia el auto, que no lo vio allí apoyado hasta que fue tarde. Se detuvo perpleja, parpadeando como si esperara que él fuera una visión.
-¿Qué
haces aquí? -preguntó- ¿Cómo llegaste tan rápido? -inquirió.
-La
magia del cine -bromeó el chico, y ella frunció el seño, confundida. El chico
suspiró- tengo que ponerte al día con la modernidad. Muy seriamente…
-Eso
no importa, -lo cortó la chica, molesta- ¿Qué haces aquí? -insistió.
-¿Qué
crees que hago? -preguntó el chico, levantándose del auto para pararse frente a
ella- vengo a convencerte.
-Mira,
John, agradezco lo que has estado haciendo… -empezó a decir ella, pero él la
interrumpió.
-¿Me
lo agradeces? -repitió, incrédulo- ¿desde cuándo? -preguntó y ella estrechó los
ojos.
-Es
el momento en que me dejes ir -dijo y el chico negó con la cabeza.
-Lo
siento, pero no puedo hacerlo -dijo el chico- esto es demasiado grande para que
te encargues vos sola -dijo y la chica puso los brazos en jarras.
-¿Acaso
crees que voy a fallar?
-Creo
que si sales lastimada nadie va a estar allí para ayudarte, eso es lo que
pienso -admitió el chico y la chica lo miró sorprendida por unos segundos,
cambiando de expresión al instante.
-Me
las arreglare, John Grey -le aseguró- ahora apártate del camino -ordenó, pero
el chico negó con la cabeza.
-Lo
siento, pero no -dijo y la chica soltó un gruñido feroz. Sus sais aparecieron
de repente, como llamados por la ira.
-Como
quieras -dijo y sacó sus armas, atacándole con rapidez. Años de entrenamiento
fueron lo único que salvaron a John de tener dos agujeros nuevos en la cara.
Retrocedió y su espada apareció en su mano, parando el siguiente ataque- te
demostrare, terco y estúpido mortal… -mascullaba Leian y John enfureció, y no
la clase de furia que lo empujaba a apartarse y seguir su camino. Era la clase
de furia que lo empujaba a hacer cosas estúpidas.
La
furia que lo obligo a lanzar su espada al suelo en un arrebato y pararse frente
a Leian con los brazos extendidos.
-¡Vamos,
da tu mejor golpe! -le gritó y la chica se quedó de piedra, observándole con
total estupor.
-John,
¿Qué demonios…? -preguntó, pero el chico la interrumpió, acercándose hasta
tener su rostro a solo centímetros.
-No
voy a dejarte ir sola. Ya te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir, Leian
-dijo y alzó el arma de la chica hasta tenerla apuntando a su pecho- vas a
tener que matarme si queres detenerme.
-¿Por
qué? -fue lo único que ella pudo preguntar, observándole como si fuera una
criatura extraña y peligrosa- ¿Por qué tienes que haces esto con tanta
urgencia? -insistió y él se encogió de hombros.
-Porque
quiero hacerlo -afirmó, y la miró- por favor, Leian -rogó- no puedo quedarme de
brazos si el mundo peligra…
-No
creas que puedas hacerlo si cualquiera lo hace -comentó ella y un leve
escalofrío rozó a John, como si una mano invisible hubiera jugado en lo más
profundo de su alma.
-No
deja de ser importante -fue lo único que él pudo replicar y ella suspiró,
sacudiendo la cabeza.
-Vas
a ser un problema -murmuró, casi como si se lo estuviera diciendo a si misma-
me preocupa esta pequeña debilidad de no poder matarte -comentó.
-Tienes
mi total permiso de deshacerte de mí en el instante en que sea un estorbo -le
concedió John- aunque ambos sabemos que eso no sucederá -comentó, tanteando con
una broma, pero Leian lo miró con una seriedad de muerte.
-Ese
va a ser el verdadero problema -murmuró.
-¿No
poder deshacerte de mí? -preguntó el chico y ella se cruzó de brazos.
-He
conocido a muchos mortales, John Grey. Héroes, villanos, gente ordinaria, pero
tú no te pareces a ninguno de ellos… -dijo y lo miró casi con recelo.
-Lo
dices como si fuera algo malo -dijo el chico, sin saber realmente que decir
frente a esas palabras, y un destello de aprobación brilló en los ojos de ella,
como si hubiera dado en el punto justo.
-Eso
es exactamente lo que quiero averiguar…
El
auto corría por las calles, con el viento soplando desde las ventanillas
abiertas. El sol que caía en el horizonte teñía el cielo de un naranja
brillante, con retazos rosados y amarillos resistiéndose al tono morado del
resto del firmamento.
John
estaba conduciendo, su brazo apoyado sobre la ventanilla y sosteniendo su
cabeza; con el silbido de los sueños y el de las paginas pasando como único
sonido aparte del motor. Gabriel estaba tirado a su lado, roncando a pata
suelta y desbaratado contra la ventana. Lara y Leian estaban en la parte de
atrás, con su hermana leyendo tranquilamente y el espíritu descansando
prolijamente. John no pudo evitar mirarla a través del espejo, mirándola tan
calma y tranquila como nunca se encontraba despierta. El cabello platinado caía
ondeado alrededor de su rostro, desarmado y brillante bajo los colores fogosos
del sol. Si piel brillaba como si fuera fina porcelana. La chica era llanamente
una obra de arte; una belleza que se mantendría inmortal por siempre. Una que
evocaba emociones, sentimientos a los que John no estaba preparado.
La
mirada de su hermana lo golpeó a través del espejo y el chico desvió la mirada,
apretando los dientes. la última conversación que habían tenido no había sido
agradable.
Cuando
John había regresado triunfal a la escuela, con Leian siguiéndole resignada
para hablar de la misión, su hermana se lo había llevado aparte.
-¿Qué
demonios estás haciendo, John? -le preguntó directamente, y el chico arqueó una
ceja.
-Mi
trabajo, ¿Qué estás haciendo vos? -le preguntó, mirando suspicazmente hacia los
brazos que lo empujaban y ella gruñó.
-Este
no es tu trabajo -le espetó la chica- este sos vos cometiendo alguna de tus
estupideces…
-¿De
que estás hablando? -le preguntó el chico y ella lo miró encendida.
-¡Sabes
perfectamente de lo que estoy hablando! -chilló- hemos estado haciéndonos los
tontos con esto desde hace meses porque pensamos que lo superarías, pero…
-Lara…
-empezó a decir John, sintiendo una sensación helada soplándole al pecho, pero
su hermana continuó.
-¡No
puedes seguir arriesgándote para reparar lo que paso, John! -le gritó- ¡ella ya
no está y no vas…!
-Basta
-la cortó el chico, justo en el momento en que tanto Gabriel como Leian
aparecían, quedándose sorprendidos de la discusión.
-Hola
chicos -saludó Gabriel, esbozando con dificultad una sonrisa- ¿todo bien?
-inquirió y John fulminó a su hermana con la mirada, apretando los dientes.
-Si,
-mintió, solo dirigiéndole una última mirada antes de salir de la habitación.
John
aun seguía furioso con Lara, pero no podía evitar que sus palabras le
siguieran, que se le metieran dentro de la piel como si tuvieran filo. John no
era de las personas que rechazaban el pasado. No había cosas que le hubieran
sucedido antes que no quería recordar, pero definitivamente había un suceso del
que había huido. Uno que lo había marcado para siempre y que odiaba que le
mencionaran.
Sabía
que su hermana tenía razón. Que había algo en él que no era lo mismo y que eso
mismo lo iba a llegar a la tumba, pero no había nada que pudiera hacer al
respecto. Aunque intentaba rebelarse, luchar contra ese instinto maldito, este
le superaba, extendiéndose por todo su cuerpo como el azote del viento. Lejos de
su alcance, lejos de ser controlado.
Allí
a donde John quedaba a completa merced de sus sentidos.
¿Y
que otra cosa podía hacer? Había cosas que cambiaban a la gente, momentos,
lugares y personas, un simple instante en lo que todo lo que creías de ti se
elimina para siempre y te deja a la deriva, en un mundo de pensamientos que te
resultan ajenos y que no habías pensado sentir jamás.
Y
John había sufrido un momento así, hacía ya meses cuando la guerra aun parecía
sencilla y podía ganarse. Cuando él aun se sentía feliz marchando hacia las
líneas enemigas.
Pero
esos instantes habían acabado.
-¿Qué
hora es? -preguntó una voz y John se sobresaltó, viendo como Leian lo observaba
con sus ojos bien abiertos desde adelante.
-Son
casi las ocho -contestó el chico, sorprendiéndose al ver que el cielo había
oscurecido en varias capas, con la noche tomando el lugar que le pertenecía. ¿Cuanto se había abstraído?
-Tenemos
que ir más rápido -dijo Leian, irguiéndose en el asiento trasero para hablar
justo sobre el chico- a este paso no llegaremos a tiempo…
-¿Cuánto
tiempo crees que tenemos? -inquirió John y ella frunció el seño pensativa,
abriendo y cerrando sus manos.
-Mi
hermano no es estúpido -dijo- usara su arma en el momento que le sea más
conveniente…
-¿O
sea que el objeto es un arma? -preguntó Lara, alzando su mirada del libro y
Leian dibujó una mirada peligrosa, pero asintió.
-Armas
que no pertenecen a este mundo, -contestó secamente- y que a cada minuto que
pasa deterioran sus barreras protectoras…
-Eso
suena esperanzador -murmuró Lara y la chica apretó los puños.
-Caios
sabe lo que hace -repitió y John arqueó una ceja.
-¿Caios?
-repitió- ¿ese es su nombre?
-Creo
que ya averiguaste que no nos llamamos Rayo o Aire -comentó la chica con un
dejo burlón y John no pudo evitar sonreír, haciendo que los músculos de la
mejilla se sintieran tensos; como si no lo hubiera hecho hacía bastante tiempo.
"Bueno, fue un día difícil" pensó.
-Me
lo imagine, pero jamás supimos realmente el nombre de los espíritus -admitió-
no hubiera sabido el tuyo si no lo hubiera dicho ese legado de fuego que te
atacó… -comentó y la chica se tensó al recordarlo.
-Los
espíritus no solemos decir nuestros nombres -admitió- cuando lo hacemos se
vuelve demasiado personal… -murmuró.
-Pero
tienen cosas personales, -replicó Lara, mirándola- no es como si no estuvieran
con mortales a veces -dijo, poniendo un énfasis en la palabra mortales tal como
el espíritu lo hacía.
Aun
así la mujer no hiso ninguna señal de agrado. Su rostro pasó por diez tonos
oscuros antes de que volviera a poner su expresión indescifrable.
-Pero
no deberíamos -replicó secamente y su tono era tan tenso que nadie quiso volver
a comentar nada; no hasta que Gabriel se removiera unos minutos después,
abriendo los ojos en un parpadeo confuso.
-¿Qué
paso con el día? -preguntó, confundido, y Lara río.
-¿Sabes
que las horas pasan cuando dormís, verdad? -preguntó la chica y el chico se
frotó los ojos, aun luciendo perdido.
-Pero
no medio día, -replicó y los miró- ¿Cuánto tiempo dormí? -inquirió.
-No
lo sé, hombre, no lleve la cuenta de las horas -contestó John con una sonrisa,-
aun así creo que batiste tu record de siesta -comentó y el chico se enderezó en
su asiento, aun intentando despertarse.
-Me
doy cuenta, -murmuró y suspiró- ¿Cuándo comemos? Estoy muerto de hambre…
-declaró y John soltó una risita, con Lara poniendo los ojos en blanco.
-No
puede ser que en lo que único que pienses es en comida o dormir -dijo,
sacudiendo la cabeza, y el chico se volteó a mirarla, sonriéndole con encanto.
-Siempre
guardo un momento para pensar en vos -dijo, haciendo que la chica sonriera
sonrojada a su pesar, y John hiso una mueca de asco.
-Hermano,
no le digas esas cosas a mi hermana conmigo presente -pidió y el chico río- o mejor, no digas esas cosas y punto.
-No
te quejes, le digo cosas peores que esas -le aseguró, guiñándole un ojo y Lara
río avergonzada, golpeándole en el hombro, mientras la mueca de John se hacía
cada vez más profunda.
-Totalmente
inapropiado -comentó el chico, con Gabriel riendo triunfal.
-Vos
empezaste -le recordó.
-La
próxima vez patéame en el estomago, causa el mismo efecto -apuntó John y Lara
puso los ojos en blanco.
-Exagerado…
-comentó.
-Igual
no contestaste mi pregunta, John, ¿Cuándo comemos? -preguntó Gabriel- y si no
contestas rápido voy a empezar mi top diez de mis mejores frases -dijo y John
río, mirando hacia el frente con más cuidado.
-Falta
todavía -admitió el chico y abrió ciegamente la guantera del auto, liberando
una cascada de galletitas y alfajores- conformarte…
-¡Esto
no es comida, Grey! -saltó Gabriel, tomando los tentempiés como si le hubieran
ofrecido pasto- esto es un snack, un engaño…
-Me
rompes el corazón -suspiró el chico burlón.
-“Te
untaría en helado y te comería”, frase uno -contraatacó Gabriel y Lara soltó un
chillido, golpeándole.
-¡Gabriel!
-exclamó, riéndose y Leian río también, mirando incrédula la escena mientras
John hacía una mueca.
-¿Qué
demonios fue eso? -preguntó y el otro le sonrió con malicia.
-Venganza,
mi amigo, dulce y perversa venganza… -dijo y río.
-Como
si fuera a creer esa frase, seguramente Lara te golpearía por decir algo tan
ridículo… -dijo John y el chico asintió, ladeando la cabeza.
-Si,
tienes razón, pero si quieres oír la frase real… -tanteó, un destello malicioso
brillando en sus ojos, y el efecto fue inmediato.
-No
-dijeron a la vez John y Lara, solo para terminar riéndose. Las tensiones
podían ser raras, tuvo que apreciar John. Podían comenzar tan irrompibles como
el titanio, pero con los elementos se diluía tan rápido como la azúcar en el
agua caliente. O tal vez era que él no era bueno para guardar rencores, al
menos para nadie que no fuera si mismo.
Gabriel
miró a Leian con curiosidad, viéndola observarles como si se tratara de una
obra que hubiera caído en el auto.
-¿Qué
sucede? -preguntó y la chica se sonrojó un poco, tomada por sorpresa.
-Nunca
había visto a nadie actuar a nadie así en una misión -admitió- parecen tan…
relajados -determinó, en un tono que John no supo si lo reprobaba o lo
envidiaba.
-Somos
relajados -respondió Gabriel y Lara puso los ojos en blanco.
-No
estoy acostumbrada a ello -apuntó Leian,- he formado parte de cacerías y
misiones por miles de años. he crecido entre batallas y guerras, pero jamás vi
a nadie sonreír en ninguna de ellas.
-Tal
vez tengas compañeros malos -sugirió Gabriel y Lara lo empujó levemente.
-Esta
hablando de los demás espíritus -le recordó- como la gente que te creó y que va
a borrarte si quiere -apuntó y Leian soltó una risa, sorprendiéndolos a todos.
-No
somos omnipresentes como para que alguno pudiera oír eso -comentó.
-Pero
vos lo hiciste -señaló Lara y una sonrisa maliciosa abrió alas en el rostro del
espíritu.
-Tal
vez este pensando en aprovecharme de eso -susurró y los chicos sonrieron, con
Gabriel incluso otorgando su más amplia sonrisa.
-¡Eso
es! -celebró y le palmeó la mano, haciendo que Leian volviera a reír. John
prácticamente quería alabar a su amigo por lograr que ese sonido escapara de su
boca.
“¿De
donde había salido eso?” se preguntó.
-Igual,
nosotros parecemos tener ventaja parece -retomó el tema Gabriel- como nuestra
vida es corta no podemos darnos el lujo de amargarnos por esta estúpida guerra
-comentó y una mirada de entendimiento cruzo por los tres. Ellos lo sabían
bien. Lo habían visto en sus padres e incluso en todos aquellos que habían
perecido en la guerra. Aunque no todo siempre era color de rosa, las risas
siempre parecían congeladas en las fotos del pasado.
-Tal
vez sea eso -tuvo que conceder Leian, quien parecía no entender aquel
sentimiento todavía. John podía entenderlo completamente. Solo había leyendas
de los antiguos descendientes del Rayo y la Tormenta, pero todos coincidían en
lo mismo. Eran guerreros, fuertes y nacidos del corazón de la batalla. Ellos no
eran de los que se quejaban de su destino, eran de la clase de los que peleaban
contra este.
-Bien,
John, en serio quiero saber que… -iba diciendo Gabriel, cuando sus ojos se
abrieron de par en par, horrorizado- ¡Cuidado! -gritó, pero fue tarde.
Las
luces de la camioneta que venía contra ellos se encendieron y cegaron a John,
dándole el tiempo suficiente de contemplar el techo negro y el vidrio tintado,
antes de que se estrellaran contra él.
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