Cuando el Rayo Cae - Parte 7

Capitulo 7

John tendría que haber esperado esa reacción de Leian. Hubiera sido más productivo si lo hubiera previsto desde antes y de esta manera no estaría persiguiéndola… otra vez.
Las miradas silenciosas que Lara y Gabriel le habían lanzado antes de salir susurraban en su mente. John tuvo el impulso de gruñir. Ya sabía lo que estaba haciendo. Sabía que se estaba comportando como un estúpido, siguiendo con tanto ardor a alguien que evidentemente no quería saber nada con él; pero no podía evitarlo. Por alguna razón, enferma y desquiciada, tenía esa maldita necesidad de acompañarla y mantenerla a salvo.
Suspiró. Casi podía sentir el pie de Leian golpeándole en la nuca por pensar aquello.
Pero, ¿Qué tenía de malo? ¿acaso ponía en peligro a alguien? ¿acaso solo había sido una molestia para la chica? No. en todo caso, John creía que ella lo rechazaba porque triunfaba en ayudarla. Si hubiera sido un real incordio, ella ya lo habría fulminado y abandonado en el parque.
“Pero vos te pones en peligro” le susurró una voz en su cabeza, solo para ser coreadas por las voces de fantasía de su hermana y amigo. John sabía que era cierto, pero no le importaba. Ponía en riesgo su vida todos los días por personas que ni siquiera sabían que existía. ¿Qué estaba mal en arriesgarla por alguien que si?
Las voces pronto encontraron respuestas, pero John les ordenó que se callaran. Ahora tenía otras prioridades. Debía encontrar a Leian antes de que huyera. Luego se cuestionaría su nivel de locura.
Afortunadamente, él tenía una ventaja sobre ella, por primera vez en la historia de los mortales. La chica podría ser un espíritu mágico, inmortal y poderoso, pero John había vivido años adentro de ese edificio. Aunque estaba seguro de que ella encontraría con facilidad la salida, él sabía todos los atajos y salidas alternas que ella seguramente habría pasado por alto. Fue complicado cuando tuvo que atravesar una clase en plena actividad, con todos los chicos mirándole confundidos al verle acercarse a la ventana, pero el chico no se molesto o dio por aludido. Simplemente la abrió y pasó hacia el otro, parándose en la pequeña baranda para dar un salto hacia un caño de la pared exterior. La atrapó y balanceándose como un acróbata cayó al suelo sin daño. Sin perder minuto, corrió hacia la entrada.
Así pudo sorprender a Leian, quien caminaba mirando hacia atrás cuando se dirigía hacia el auto, que no lo vio allí apoyado hasta que fue tarde. Se detuvo perpleja, parpadeando como si esperara que él fuera una visión.
-¿Qué haces aquí? -preguntó- ¿Cómo llegaste tan rápido? -inquirió.
-La magia del cine -bromeó el chico, y ella frunció el seño, confundida. El chico suspiró- tengo que ponerte al día con la modernidad. Muy seriamente…
-Eso no importa, -lo cortó la chica, molesta- ¿Qué haces aquí? -insistió.
-¿Qué crees que hago? -preguntó el chico, levantándose del auto para pararse frente a ella- vengo a convencerte.
-Mira, John, agradezco lo que has estado haciendo… -empezó a decir ella, pero él la interrumpió.
-¿Me lo agradeces? -repitió, incrédulo- ¿desde cuándo? -preguntó y ella estrechó los ojos.
-Es el momento en que me dejes ir -dijo y el chico negó con la cabeza.
-Lo siento, pero no puedo hacerlo -dijo el chico- esto es demasiado grande para que te encargues vos sola -dijo y la chica puso los brazos en jarras.
-¿Acaso crees que voy a fallar?
-Creo que si sales lastimada nadie va a estar allí para ayudarte, eso es lo que pienso -admitió el chico y la chica lo miró sorprendida por unos segundos, cambiando de expresión al instante.
-Me las arreglare, John Grey -le aseguró- ahora apártate del camino -ordenó, pero el chico negó con la cabeza.
-Lo siento, pero no -dijo y la chica soltó un gruñido feroz. Sus sais aparecieron de repente, como llamados por la ira.
-Como quieras -dijo y sacó sus armas, atacándole con rapidez. Años de entrenamiento fueron lo único que salvaron a John de tener dos agujeros nuevos en la cara. Retrocedió y su espada apareció en su mano, parando el siguiente ataque- te demostrare, terco y estúpido mortal… -mascullaba Leian y John enfureció, y no la clase de furia que lo empujaba a apartarse y seguir su camino. Era la clase de furia que lo empujaba a hacer cosas estúpidas.
La furia que lo obligo a lanzar su espada al suelo en un arrebato y pararse frente a Leian con los brazos extendidos.
-¡Vamos, da tu mejor golpe! -le gritó y la chica se quedó de piedra, observándole con total estupor.
-John, ¿Qué demonios…? -preguntó, pero el chico la interrumpió, acercándose hasta tener su rostro a solo centímetros.
-No voy a dejarte ir sola. Ya te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir, Leian -dijo y alzó el arma de la chica hasta tenerla apuntando a su pecho- vas a tener que matarme si queres detenerme.
-¿Por qué? -fue lo único que ella pudo preguntar, observándole como si fuera una criatura extraña y peligrosa- ¿Por qué tienes que haces esto con tanta urgencia? -insistió y él se encogió de hombros.
-Porque quiero hacerlo -afirmó, y la miró- por favor, Leian -rogó- no puedo quedarme de brazos si el mundo peligra…
-No creas que puedas hacerlo si cualquiera lo hace -comentó ella y un leve escalofrío rozó a John, como si una mano invisible hubiera jugado en lo más profundo de su alma.
-No deja de ser importante -fue lo único que él pudo replicar y ella suspiró, sacudiendo la cabeza.
-Vas a ser un problema -murmuró, casi como si se lo estuviera diciendo a si misma- me preocupa esta pequeña debilidad de no poder matarte -comentó.
-Tienes mi total permiso de deshacerte de mí en el instante en que sea un estorbo -le concedió John- aunque ambos sabemos que eso no sucederá -comentó, tanteando con una broma, pero Leian lo miró con una seriedad de muerte.
-Ese va a ser el verdadero problema -murmuró.
-¿No poder deshacerte de mí? -preguntó el chico y ella se cruzó de brazos.
-He conocido a muchos mortales, John Grey. Héroes, villanos, gente ordinaria, pero tú no te pareces a ninguno de ellos… -dijo y lo miró casi con recelo.
-Lo dices como si fuera algo malo -dijo el chico, sin saber realmente que decir frente a esas palabras, y un destello de aprobación brilló en los ojos de ella, como si hubiera dado en el punto justo.
-Eso es exactamente lo que quiero averiguar…

El auto corría por las calles, con el viento soplando desde las ventanillas abiertas. El sol que caía en el horizonte teñía el cielo de un naranja brillante, con retazos rosados y amarillos resistiéndose al tono morado del resto del firmamento.
John estaba conduciendo, su brazo apoyado sobre la ventanilla y sosteniendo su cabeza; con el silbido de los sueños y el de las paginas pasando como único sonido aparte del motor. Gabriel estaba tirado a su lado, roncando a pata suelta y desbaratado contra la ventana. Lara y Leian estaban en la parte de atrás, con su hermana leyendo tranquilamente y el espíritu descansando prolijamente. John no pudo evitar mirarla a través del espejo, mirándola tan calma y tranquila como nunca se encontraba despierta. El cabello platinado caía ondeado alrededor de su rostro, desarmado y brillante bajo los colores fogosos del sol. Si piel brillaba como si fuera fina porcelana. La chica era llanamente una obra de arte; una belleza que se mantendría inmortal por siempre. Una que evocaba emociones, sentimientos a los que John no estaba preparado.
La mirada de su hermana lo golpeó a través del espejo y el chico desvió la mirada, apretando los dientes. la última conversación que habían tenido no había sido agradable.
Cuando John había regresado triunfal a la escuela, con Leian siguiéndole resignada para hablar de la misión, su hermana se lo había llevado aparte.
-¿Qué demonios estás haciendo, John? -le preguntó directamente, y el chico arqueó una ceja.
-Mi trabajo, ¿Qué estás haciendo vos? -le preguntó, mirando suspicazmente hacia los brazos que lo empujaban y ella gruñó.
-Este no es tu trabajo -le espetó la chica- este sos vos cometiendo alguna de tus estupideces…
-¿De que estás hablando? -le preguntó el chico y ella lo miró encendida.
-¡Sabes perfectamente de lo que estoy hablando! -chilló- hemos estado haciéndonos los tontos con esto desde hace meses porque pensamos que lo superarías, pero…
-Lara… -empezó a decir John, sintiendo una sensación helada soplándole al pecho, pero su hermana continuó.
-¡No puedes seguir arriesgándote para reparar lo que paso, John! -le gritó- ¡ella ya no está y no vas…!
-Basta -la cortó el chico, justo en el momento en que tanto Gabriel como Leian aparecían, quedándose sorprendidos de la discusión.
-Hola chicos -saludó Gabriel, esbozando con dificultad una sonrisa- ¿todo bien? -inquirió y John fulminó a su hermana con la mirada, apretando los dientes.
-Si, -mintió, solo dirigiéndole una última mirada antes de salir de la habitación.
John aun seguía furioso con Lara, pero no podía evitar que sus palabras le siguieran, que se le metieran dentro de la piel como si tuvieran filo. John no era de las personas que rechazaban el pasado. No había cosas que le hubieran sucedido antes que no quería recordar, pero definitivamente había un suceso del que había huido. Uno que lo había marcado para siempre y que odiaba que le mencionaran.
Sabía que su hermana tenía razón. Que había algo en él que no era lo mismo y que eso mismo lo iba a llegar a la tumba, pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Aunque intentaba rebelarse, luchar contra ese instinto maldito, este le superaba, extendiéndose por todo su cuerpo como el azote del viento. Lejos de su alcance, lejos de ser controlado.
Allí a donde John quedaba a completa merced de sus sentidos.
¿Y que otra cosa podía hacer? Había cosas que cambiaban a la gente, momentos, lugares y personas, un simple instante en lo que todo lo que creías de ti se elimina para siempre y te deja a la deriva, en un mundo de pensamientos que te resultan ajenos y que no habías pensado sentir jamás.
Y John había sufrido un momento así, hacía ya meses cuando la guerra aun parecía sencilla y podía ganarse. Cuando él aun se sentía feliz marchando hacia las líneas enemigas.
Pero esos instantes habían acabado.
-¿Qué hora es? -preguntó una voz y John se sobresaltó, viendo como Leian lo observaba con sus ojos bien abiertos desde adelante.
-Son casi las ocho -contestó el chico, sorprendiéndose al ver que el cielo había oscurecido en varias capas, con la noche tomando el lugar que le pertenecía. ¿Cuanto se había abstraído? 
-Tenemos que ir más rápido -dijo Leian, irguiéndose en el asiento trasero para hablar justo sobre el chico- a este paso no llegaremos a tiempo…
-¿Cuánto tiempo crees que tenemos? -inquirió John y ella frunció el seño pensativa, abriendo y cerrando sus manos.
-Mi hermano no es estúpido -dijo- usara su arma en el momento que le sea más conveniente…
-¿O sea que el objeto es un arma? -preguntó Lara, alzando su mirada del libro y Leian dibujó una mirada peligrosa, pero asintió.
-Armas que no pertenecen a este mundo, -contestó secamente- y que a cada minuto que pasa deterioran sus barreras protectoras…
-Eso suena esperanzador -murmuró Lara y la chica apretó los puños.
-Caios sabe lo que hace -repitió y John arqueó una ceja.
-¿Caios? -repitió- ¿ese es su nombre?
-Creo que ya averiguaste que no nos llamamos Rayo o Aire -comentó la chica con un dejo burlón y John no pudo evitar sonreír, haciendo que los músculos de la mejilla se sintieran tensos; como si no lo hubiera hecho hacía bastante tiempo.
"Bueno, fue un día difícil" pensó. 
-Me lo imagine, pero jamás supimos realmente el nombre de los espíritus -admitió- no hubiera sabido el tuyo si no lo hubiera dicho ese legado de fuego que te atacó… -comentó y la chica se tensó al recordarlo.
-Los espíritus no solemos decir nuestros nombres -admitió- cuando lo hacemos se vuelve demasiado personal… -murmuró.
-Pero tienen cosas personales, -replicó Lara, mirándola- no es como si no estuvieran con mortales a veces -dijo, poniendo un énfasis en la palabra mortales tal como el espíritu lo hacía.
Aun así la mujer no hiso ninguna señal de agrado. Su rostro pasó por diez tonos oscuros antes de que volviera a poner su expresión indescifrable.
-Pero no deberíamos -replicó secamente y su tono era tan tenso que nadie quiso volver a comentar nada; no hasta que Gabriel se removiera unos minutos después, abriendo los ojos en un parpadeo confuso.
-¿Qué paso con el día? -preguntó, confundido, y Lara río.
-¿Sabes que las horas pasan cuando dormís, verdad? -preguntó la chica y el chico se frotó los ojos, aun luciendo perdido.
-Pero no medio día, -replicó y los miró- ¿Cuánto tiempo dormí? -inquirió.
-No lo sé, hombre, no lleve la cuenta de las horas -contestó John con una sonrisa,- aun así creo que batiste tu record de siesta -comentó y el chico se enderezó en su asiento, aun intentando despertarse.
-Me doy cuenta, -murmuró y suspiró- ¿Cuándo comemos? Estoy muerto de hambre… -declaró y John soltó una risita, con Lara poniendo los ojos en blanco.
-No puede ser que en lo que único que pienses es en comida o dormir -dijo, sacudiendo la cabeza, y el chico se volteó a mirarla, sonriéndole con encanto.
-Siempre guardo un momento para pensar en vos -dijo, haciendo que la chica sonriera sonrojada a su pesar, y John hiso una mueca de asco.
-Hermano, no le digas esas cosas a mi hermana conmigo presente -pidió y el chico río- o mejor, no digas esas cosas y punto. 
-No te quejes, le digo cosas peores que esas -le aseguró, guiñándole un ojo y Lara río avergonzada, golpeándole en el hombro, mientras la mueca de John se hacía cada vez más profunda.
-Totalmente inapropiado -comentó el chico, con Gabriel riendo triunfal.
-Vos empezaste -le recordó.
-La próxima vez patéame en el estomago, causa el mismo efecto -apuntó John y Lara puso los ojos en blanco.
-Exagerado… -comentó.
-Igual no contestaste mi pregunta, John, ¿Cuándo comemos? -preguntó Gabriel- y si no contestas rápido voy a empezar mi top diez de mis mejores frases -dijo y John río, mirando hacia el frente con más cuidado.
-Falta todavía -admitió el chico y abrió ciegamente la guantera del auto, liberando una cascada de galletitas y alfajores- conformarte…
-¡Esto no es comida, Grey! -saltó Gabriel, tomando los tentempiés como si le hubieran ofrecido pasto- esto es un snack, un engaño…
-Me rompes el corazón -suspiró el chico burlón.
-“Te untaría en helado y te comería”, frase uno -contraatacó Gabriel y Lara soltó un chillido, golpeándole.
-¡Gabriel! -exclamó, riéndose y Leian río también, mirando incrédula la escena mientras John hacía una mueca.
-¿Qué demonios fue eso? -preguntó y el otro le sonrió con malicia.
-Venganza, mi amigo, dulce y perversa venganza… -dijo y río.
-Como si fuera a creer esa frase, seguramente Lara te golpearía por decir algo tan ridículo… -dijo John y el chico asintió, ladeando la cabeza.
-Si, tienes razón, pero si quieres oír la frase real… -tanteó, un destello malicioso brillando en sus ojos, y el efecto fue inmediato.
-No -dijeron a la vez John y Lara, solo para terminar riéndose. Las tensiones podían ser raras, tuvo que apreciar John. Podían comenzar tan irrompibles como el titanio, pero con los elementos se diluía tan rápido como la azúcar en el agua caliente. O tal vez era que él no era bueno para guardar rencores, al menos para nadie que no fuera si mismo.
Gabriel miró a Leian con curiosidad, viéndola observarles como si se tratara de una obra que hubiera caído en el auto.
-¿Qué sucede? -preguntó y la chica se sonrojó un poco, tomada por sorpresa.
-Nunca había visto a nadie actuar a nadie así en una misión -admitió- parecen tan… relajados -determinó, en un tono que John no supo si lo reprobaba o lo envidiaba.
-Somos relajados -respondió Gabriel y Lara puso los ojos en blanco.
-No estoy acostumbrada a ello -apuntó Leian,- he formado parte de cacerías y misiones por miles de años. he crecido entre batallas y guerras, pero jamás vi a nadie sonreír en ninguna de ellas.  
-Tal vez tengas compañeros malos -sugirió Gabriel y Lara lo empujó levemente.
-Esta hablando de los demás espíritus -le recordó- como la gente que te creó y que va a borrarte si quiere -apuntó y Leian soltó una risa, sorprendiéndolos a todos.
-No somos omnipresentes como para que alguno pudiera oír eso -comentó.
-Pero vos lo hiciste -señaló Lara y una sonrisa maliciosa abrió alas en el rostro del espíritu.
-Tal vez este pensando en aprovecharme de eso -susurró y los chicos sonrieron, con Gabriel incluso otorgando su más amplia sonrisa.
-¡Eso es! -celebró y le palmeó la mano, haciendo que Leian volviera a reír. John prácticamente quería alabar a su amigo por lograr que ese sonido escapara de su boca.
“¿De donde había salido eso?” se preguntó.
-Igual, nosotros parecemos tener ventaja parece -retomó el tema Gabriel- como nuestra vida es corta no podemos darnos el lujo de amargarnos por esta estúpida guerra -comentó y una mirada de entendimiento cruzo por los tres. Ellos lo sabían bien. Lo habían visto en sus padres e incluso en todos aquellos que habían perecido en la guerra. Aunque no todo siempre era color de rosa, las risas siempre parecían congeladas en las fotos del pasado.
-Tal vez sea eso -tuvo que conceder Leian, quien parecía no entender aquel sentimiento todavía. John podía entenderlo completamente. Solo había leyendas de los antiguos descendientes del Rayo y la Tormenta, pero todos coincidían en lo mismo. Eran guerreros, fuertes y nacidos del corazón de la batalla. Ellos no eran de los que se quejaban de su destino, eran de la clase de los que peleaban contra este.
-Bien, John, en serio quiero saber que… -iba diciendo Gabriel, cuando sus ojos se abrieron de par en par, horrorizado- ¡Cuidado! -gritó, pero fue tarde.

Las luces de la camioneta que venía contra ellos se encendieron y cegaron a John, dándole el tiempo suficiente de contemplar el techo negro y el vidrio tintado, antes de que se estrellaran contra él. 

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