Capitulo 12
John
había vivido muchas cosas inolvidables en su vida. La sonrisa orgullosa de su
padre; las risas compartidas con su hermana; la expresión risueña de Johanna;
la primera vez que había salvado a alguien; los ojos de Leian… Instantes de los
que no quería desprenderse jamás.
Sin
embargo, la hoja de un cuchillo en su piel era una sensación de las que hubiera
querido olvidar.
-¡John!
-gritó Leian, aterrada, y Derek arrancó el puñal, sacando las energías del
chico junto a él. Sus rodillas se aflojaron, dejándolo caer pesadamente al
suelo. La fiebre se aceleró en su cuerpo, mareándolo mientras su mano intentaba
presionar el torrente de sangre.
Derek
se volteó hacia el costado con su puñal preparado para contener al espíritu que
corría a su ayuda. John podía escuchar sus gritos frustrados entre la nube que
le rodeaba, una oscuridad toxica que comenzaba a consumirlo todo. Todo se
emborronaba, perdiendo color, lustre y finalmente forma, como manchas negras
que cubrían su visión. Los sonidos se sentían lejanos y externos, como si
estuviera encerrado en un sótano y los gritos apenas llegaran.
Pero
John sabía que no era así. Era un curandero, así que sabía lo que sucedía en su
propio cuerpo. Se estaba desangrando, teniendo varios órganos dañados alimentando el
proceso, lo que le hacía perder oxigeno y consecuentemente paralizar la mayoría
de las funciones primarias de su cuerpo.
Si
no paraba la hemorragia pronto, su corazón se pararía. Si no lo hacía, moriría.
¿Y
lo más extraño de todo? John se sentía molesto. Hacía días atrás la muerte
rondaba su cabeza más de lo que le hubiera gustado admitir, pero ahora se
sentía arrancado del mundo cuando un propósito por fin había vuelto a él. ¿Acaso era justo? John había andado desarmado
por meses, perdiendo partes irrecuperables de sí mismo en el camino, hasta que
el milagro había llegado. Se encontró de nuevo y la muerte ahora parecía exigir
su alma, como en una broma retorcida y malvada.
-¡John!
-gritó otra voz, los tonos perdiéndose en la bruma. John tuvo la sensación de
ser empujado hacia atrás, cayendo sobre algo más mullido que el suelo, pero no
sabía que. No podía ver nada. Sus ojos se habían cegado en sus últimos momentos
de mortalidad.
-¡Gabriel,
ayúdame! -gritó la misma voz, el chico reconociendo a su portadora con un
respingo. Lara, su hermana. Le había fallado a ella también.
Quería
hablar o moverse, pero le era imposible. El suelo parecía haberse partido en
dos bajo sus pies, la oscuridad queriendo consumirlo para siempre.
-Lo…
siento… -masculló, su voz sonando extraña a sus propios oídos, y el cayó. El
abismo negro se lo tragó mientras todo lo que conocía se desvanecía en el aire. John sintió que caía eternamente, su cuerpo siendo una piedra lanzada por un precipicio; pesada, dura y sin freno, atraída por la gravedad en un frío ciclo sin fin.
Entonces
alguien lo agarró. John no sabría explicarlo si alguien le preguntara, pero si
morir era caer por aquel agujero eterno, lo que le sucedió a él fue como
encontrarse una mano amiga en pleno camino. Dedos fuertes se cerraron sobre su
muñeca, deteniendo bruscamente su caída.
-No,
John -le susurró una voz, una dulce y graciosa que había muerto meses atrás-
aun no es el momento.
“Johanna”
hubiera querido llorar él. Si no hubiera estado muerto probablemente se hubiera
quebrado en ese momento. Había querido volverla a ver tantas veces, deseado
hablar con ella tantas otras, que ahora no reaccionaba. La disculpa que había
estado ensayando tantas veces ahora no parecía poder salir.
Aun
así, la mano que le agarraba se hiso más suave. La oscuridad murió por un
segundo, allí a donde luces de colores dibujaban el rostro de la chica de
nuevo. Su sonrisa lo llenó de calor, haciendo al frío retroceder.
Tienes un gran
destino adelante. Pelea. Lucha por ella le encomendó la chica.
John
quería hablar. Gritar. Clamar por perdón ahora que podía; pero no tenía voz.
Tampoco tenía cuerpo. Todo lo que veía parecía ser solo una ilusión. Una muy
real y mortuoria ilusión.
Nos veremos
otra vez saludó
Johanna y una nueva luz impacto sobre John, con una lluvia incandescente de
haces blancos lloviendo desde las alturas. Escuchó su nombre siendo llamado y
el agarre se identificó. Antes de que John pudiera hacer algo, fue lanzado
hacia el cielo abierto, golpeando contra la luz en un flash cegador.
Sus
ojos se abrieron de golpe, su pecho doliéndole como si un camión le hubiera
caído encima, pero expandiéndose, llenándose de aire hasta embotar sus
sentidos. La vista de sus ojos se aclaró, pudiendo ver imágenes sueltas de
rostros y fuego comiendo una habitación. Voces hablaban, pero no las entendía.
Todo aun seguía borroso, como si estuviera viendo a través de un vidriado.
Entonces
un rostro más brillante se acercó, como si la luna latiera a través de su piel.
-Estas
bien, John, descansa -dijo, sintiendo como sus dedos acariciaban sus mejillas
antes de que sus ojos cayeran de nuevo. Un pesado golpe que lo llevó de nuevo
hacia la oscuridad.
Luz.
La luz molestaba a John.
Su
conciencia regreso a su cuerpo, solo para despertarle en un mar de dolor. Todo
le ardía. ¿Acaso era justo? Había muerto y regresado.¿Merecía ese castigo? John creía que no.
Pero
el dolor aun estaba ahí, como si hubiera dormido hecho un nudo y recién se
hubiera desenredado. Sus brazos y piernas se sentían mullidos, como si
estuvieran hechos de pan húmedo. Su cabeza parecía recién pasada por una
lavadora. Su pecho… oh, ni siquiera quería hablar de su pecho. Se sentía como
si docenas de elefantes le hubieran bailado al estilo irlandés encima.
Con
esfuerzo abrió los ojos, cada parpado pesando una tonelada. La luz le atacó sin
piedad, haciéndole entrecerrar la mirada para no quedarse ciego. Se sentía como
si hubiera pasado una noche de juerga y ganado una resaca, solo que sin los
recuerdos agradables de risas y juegos.
El
primer recuerdo de la noche anterior era el cuchillo y la enorme caída hacia el
mundo de los Muertos.
Había
una leyenda sobre eso recordó. La muerte formaba parte de los poderes de la
oscuridad, eso lo sabían todos, por lo que la idea más aceptada era que te
volvías un alma en pena de su territorio en el Mundo de los Espíritus.
Pero
había otra teoría, una que decía que la oscuridad era solo una guía hacia un
mundo más allá; uno en donde todas las almas se reunían y vivían para siempre.
Esa
idea le gustaba más a John.
-¿Hola…?
-llamó, su boca sabiendo como si una araña hubiera anidado en ella. Empezó a levantarse
de a poco, sintiendo como si estuviera levantando una grúa, cuando un cuerpo lo
agarró de improvisto, abrazándole con fuerza y sacándole todo el aire de los
pulmones.
-¡Vos,
maldito idiota! -chilló, su cuerpo comenzando a sacudirse como si estuviera
llorando.
“Lara”
pensó John, casi con miedo. Hombre, ella iba a matarlo.
-Hey…
-dijo tontamente, con su hermana separándose de él para mirarlo con odio.
-¿Cómo
se te ocurre dejarte herir así? -le preguntó- ¡corriste directo a la trampa!
-Lara,
aunque no lo creas, no rogué ser apuñalado -dijo y la chica puso los ojos en
blanco.
-¿Sabes
el momento que me hiciste pasar? -preguntó y lo miró con sus ojos marrones
enormes y tristes- sos mi hermano, John, ¿Qué voy a hacer sin vos?
-Hey,
-le dijo él, agarrándole de la mano- no me fui, aun estoy acá ¿sí? Solo fue un
susto grande -le aseguró, con la chica haciendo una mueca- aunque, ahora que
vamos al tema… -dijo, mirando alrededor recién contemplando la habitación-
¿Dónde es acá? -preguntó- ¿Cómo llegamos?
-Viajamos
al pueblo más cercano -informó ella y al ver la mirada inquisitiva de su
hermano, suspiró- luego de que logramos… eh… estabilizarte, con Gabriel
decidimos que era lo mejor irnos a otro lado.
-¿Gabriel?
-repitió el chico y miró alrededor para buscarlo, pero obviamente no se
encontraba allí- ¿Dónde está él? ¿Dónde está Leian? -dijo, una mala sensación
formándose en el fondo de su garganta, pero su hermana le puso una mano en su
hombro de forma tranquilizadora.
-Están
bien… -dijo e hiso una mueca,- solo se están encargando de algo -apuntó, pero
por su expresión, John podría apostar que ese “algo” tampoco le agradaba
demasiado.
-Algo
-repitió el chico, mirándola suspicaz, pero ella no elaboró sobre el tema. John
la miró extrañado, acomodándose lentamente sobre la cama para enderezarse. Toda
la zona abdominal dolió como si se estuviera acomodando bajo una montaña de
rocas- ¿pregunta? -dijo, casi sin aire mientras se agarraba la zona dolorida-
¿Cómo me salvaron? -preguntó- porque me duelen zonas que estoy seguro no me
dolían antes…
-No
deberías quejarte. Al menos estás vivo -replicó la chica, cruzándose de brazos
y mirándolo mal; y el chico la miró con cansancio.
-Vamos,
Lara, sé que estás preocupada pero ambos sabemos lo suficiente sobre esta clase
de heridas -dijo y la miró suspicaz- ya era tarde para magia del agua… -le
recordó y la chica se estremeció, haciendo una mueca.
-Ni
me lo recuerdes… -dijo la chica, sacudiendo la cabeza- cuando te vi… -dijo y se
le cortó la voz, apretando los dientes.
-Podes
insultarme, no me enojare -prometió el chico y ella le lanzó una mirada
envenenada.
-Insultarte
no serviría de nada… -murmuró.
-¿Golpearme?
-sugirió entonces John, sonriendo tentativo.
-Es
tarde para los golpes -murmuró por lo bajo y el chico se quedó de piedra,
mirando como los ojos de Lara se empañaban, llenos de lagrimas. Al instante se
alzó, agarrándola y atrayéndola hacia sus brazos, sintiendo como ella los
apretaba alrededor de su cintura.
-Lo
siento -susurró- estoy bien ahora ¿lo ves? No va a volver a pasar -prometió.
-No
hagas promesas ahora, John -dijo ella, alzando la cabeza- no hay espacio para
ellas en la guerra -le recordó, haciendo que el hiciera una media sonrisa.
-Al
menos puedo prometer hacer todo lo necesario -dijo el chico- hare lo mejor que
pueda -aseguró.
-Eso
es consolador -masculló la chica, burlona y él sonrió.
-¡Esa
es mi hermana! -festejó John, con Lara soltando una risa floja- ahora, ¿vas a
explicarme que sucedió? -pidió, esta vez con una sonrisa más tentativa y la
chica suspiró, sacudiendo la cabeza.
-Fue
una medida desesperada… -dijo, mirándose las manos- intenté curarte, lo
intenté, pero no respondías. Incluso nuestra habilidad parecía haberse agotado…
-dijo y sus manos temblaron, con John apretándoselas para que continuara- ya no
sabía que más hacer y… y entonces Leian intervino -dijo, tomando por sorpresa a
John quien no se esperaba ese giro- ella dijo que nada iba a poder salvarte
excepto algo inmortal.
-¿Algo
inmortal? -preguntó John, sin entender- ¿que tenían inmortal? -inquirió y ella
hizo una mueca.
-Su
sangre -declaró, haciendo que el chico se enderezara sin entender.
-¿Su
sangre? -repitió, incrédulo,- Lara, ¿Qué demonios…?
-¡No
es como si se hubiera desangrado! -se defendió la chica,- solo dejó caer dos
gotas de tu sangre y eso bastó para que la magia funcionara -la chica parecía
realmente impresionada, tal como John se sentía- nunca supe que eso podía
hacerse, John…
-Yo
tampoco -admitió, su voz delatando la impresión que sentía. No solo porque era
un milagro, un poder mágico como el que no había conocido, sino porque
sospechaba también que era una magia prohibida. Una que seguramente
cuestionaría todas las normas de los espíritus que pesaban sobre Leian. Una que
suponía un riesgo enorme para ella.
Una
que hacía preguntar a John porque había corrido tanto riesgo.
Entonces
un grito interrumpió sus pensamientos, escuchado la enojada voz de Gabriel
procediendo de la habitación contigua.
-¡Es
inútil! ¡No va a cooperar! -rugió, con John frunciendo el seño con confusión.
-¿Qué?
¿Quién no va a cooperar? -preguntó y miró a su hermana- ¿de que demonios están
hablando, Lara? -inquirió.
-Eh,
es complicado de explicar, John -dijo la chica, pero su hermano ya estaba
luchando por pararse, dispuesto a averiguarlo por si mismo- ¡No, John! ¡Espera!
¿Qué demonios crees que estás haciendo?
-Quiero
saber que sucede -contestó el chico- y vos podes ayudarme o correrte del camino
-apuntó, mirándole con toda la seriedad posible.
-¡Tenes
que descansar! -le gritó ella- ¡apenas te podes mover!
-Por
eso preferiría que me ayudaras, hermanita -apuntó el chico y ella gruñó,
sacudiendo la cabeza y murmurando maldiciones, pero levantándose y ayudándole a
pararse. Fue una tarea difícil. El cuerpo de John le pesaba como si lo hubieran
llenado de rocas, sintiéndose agitado y afiebrado solo con mantenerse de pie,
pero lo ignoró. Instando a su hermana, la obligó a llevarle afuera, avanzando
con torpeza.
Abrieron
la puerta y John se quedó de piedra. La habitación era una replica a la
anterior: dos camas colocadas entre cuatro paredes blancas, con sillas,
escritorios y sillones ocupando los demás espacios; pero no era esta lo que lo
dejó estático. Fue el ver a Leian y Gabriel parados junto a un hombre sentado
en una silla, maniatado y herido, cuyos ojos fueron los primeros en mirarlo.
Ojos
que se habían convertido en la maldición de John, mirándole con divertida malicia.
-Así
que… -dijo Derek, cortando en absoluto a su interrogatorio, sonriendo aun con toda
su boca llena de sangre- sobreviviste. Mejor, me da más tiempo para buscarte una
muerte dolorosa…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario