Cuando el Rayo Cae - Parte 10



Capitulo 10




-Bueno, está es una sorpresa… -murmuró Gabriel.
Luego de que él y John habían terminado con los asuntos del auto y lo habían aparcado a un costado, habían ido en busca de las chicas. Aun así, no fue todo lo que esperaban. Lo que de afuera habían creído un restaurante, tenía una gran barra en el centro, allí donde la gente caminaba entre las mesas y llevando bebidas.
-Es un bar -apuntó Gabriel, dándole una sonrisa traviesa.
John tenía que admitir que era un buen negocio. Un bar llamaba más que un restaurante y atrapaba a todos los camioneros o choferes de traslado que hacían sus paradas en el pueblo.
-¿Ves a las chicas? -preguntó John, dando un paso adentro. Notó que la gente los miraba, pero los ignoró. Se habían detenido en el baño de hombres para cambiarse las ropas rotas, pero aun así estaban heridos y sucios con tierra y sangre, así que la atención era inevitable. Sin embargo, John había pasado por eso demasiadas veces. Ya se había vuelto un experto.
-Eh, no… -admitió Gabriel, estirando el cuello para ver entre la gente- hay mucha gente -comentó.
John no podía estar más de acuerdo. El lugar estaba tan concurrido que era difícil distinguir a ninguna de las dos, pero pronto escuchó unas voces que llamaron su atención.
-¿No entiendes español? Te ordene que te fueras… -replicó una voz orgullosa y altanera que conocía bien.
-No seas así, corazón… ¿no queres pasar un buen rato? -preguntó otra voz, ronca y profunda, guiando a John como un resorte a una mesa no muy lejana, allí donde Leian y Lara estaban sentadas… rodeadas por un grupo de hombres no exactamente pintoresco.
Un caudal de emociones le corrió las venas, como si un enorme tsunami estuviera corriendo por los brazos y piernas. Una serie de ira posesiva, confusión y una extraña tentación asesina que lo empujaba a invocar una espada y lanzarla contra el grupo.
-Bien, eso es una molestia -escuchó decir a Gabriel, quien se colocaba a su lado con los brazos cruzados; sus ojos fijos en el hombre que parecía querer acunar a Lara entre sus brazos, pese a la mirada de asco de ella- vamos -dijo, agarrando a John y empujándolo hacia la mesa.
-Créeme, corazón, -decía Leian, un sarcasmo iracundo vertiéndose en la última palabra- vos no queres que pase un buen rato con vos -dijo, sus ojos volviéndose frías dagas al terminar. El hombre parecía a punto de hablar de nuevo, justo cuando Gabriel le palmeó la espalda, arqueándola por el impacto.
-¿Todo bien, amigos? -preguntó, dibujando una sonrisa tensa- parecen algo perdidos… -comentó, la testosterona zumbando en el aire, mientras el grupo analizaba la nueva amenaza. Gabriel miró al chico sobre la silla de Lara, señalándolo con una cabeceada- hey, hermano, estás sobre mi chica -declaró, tan seriamente que no hiso falta más guía como para que el hombre retrocediera con las manos en alto. 
-Tranquilo, hermano, solo nos estábamos conociendo -dijo con una sonrisa, pero la alegría no llegó a Gabriel.
-Más bien, forzando tu presencia -replicó Lara, lanzándole una mirada sucia, mientras Gabriel se le acercaba, rodeándola con un brazo.
-No queremos molestar chicos, -aseguró el primero, alternando su mirada en ambos- solo queríamos charlar…
-Pueden charlar en otro lado -comentó John, usando su sonrisa falsa, y el otro le miró mal, sus ojos agudizándose molestos por un segundo antes de sonreír.
-Sabes, no lo creo, amigo, -dijo y miró a Leian- ella no parece tomada… -apuntó, extendiendo su mano para tocar su cabello.
Al principio John no supo lo que paso. Fue un instante. Un parpadeo. Para el siguiente segundo la mano de Leian había cazado el brazo del hombre en pleno aire, torciéndolo hacia un lado antinatural. El grito que siguió cortó el barbullo alegre del local, haciendo que todos se voltearan a ver al chico doblándose sobre sus rodillas y caer al suelo.
Los amigos de él retrocedieron sorprendidos. Ese sentimiento confuso dentro de John quiso hacerle aplaudir.
-¡Hey! ¿pero que…? -preguntó el chico, callándose al sentir su brazo torciéndose cada vez más mientras Leian se paraba; sus ojos tan duros como el titanio.
-No vuelvas a tocarme, mortal -le amenazó, liberándolo con una patada que lo lanzó de lleno al suelo, con el joven haciéndose un ovillo por el dolor. Sus amigos pronto se arrodillaron junto a él, ayudándole a parar. 
-¡Pablo! -lo llamaban, mientras el otro apenas podía respirar.
-¡Hey, perra! -le espetó uno, el más grande y rubio, moviéndose hacia adelante con su puño alzado. Un gemido de sorpresa corrió por toda la habitación, observando al golpe avanzando centímetro a centímetro en ese instante de conmoción, pero este nunca llegó a Leian. La mano de John la interceptó en pleno camino, con el impacto resonando con fuerza mientras él la rodeaba con sus dedos. Un latigazo de dolor sacudió el brazo de John, habiendo intervenido directamente con sus heridas, pero él se forzó por no mostrar emoción.
La gente exhaló con sorpresa y admiración al instante en que el chico notaba que no había dado con el objetivo.
-¿Cómo demonios…? -empezó a preguntar, y John lo soltó, empujándolo un par de pasos hacia atrás.
-Yo que vos no haría eso -le aconsejó, su sonrisa tensa.
-¡John! -se quejó Leian furiosa- yo podía manejarlo completamente…
-Seguro que sí -murmuró Gabriel, ganándose una mirada furiosa.
-¡Tenes que ponerle una correa a tu mujer, flaco! -le gritó el atacante, mientras sus amigos ya lograban parar al caído, y Leian gruñó. Hubiera avanzado a golpearlo si John no la hubiera contenido.
-Y vos a tus amigos un bozal -le aconsejó el chico, haciendo que este hiciera una mueca, apretando los dientes.
-¡Hey! -llamó una voz desde la barra, con todos abriéndose para dejar ver a un hombre de mediana edad, grande y forzudo, que los observaba en gesto amenazador- ¿hay algún problema?
-¿No, cierto? -preguntó John, mirando al otro inquisidor y este lo fulminó con la mirada, pero negó con la cabeza.
-Bien, siéntense y dejen a los demás comer en paz -ordenó entonces el cantinero, con el grupo de hombres frunciendo el seño pero comenzando a retirarse hacia otro lado. 
-Vamos, Fabian -llamaron al rubio, quien se giró para mirarles con ira. 
-Tengan cuidado -amenazó, girándose luego de dedicarles una última mirada asesina. Entonces la gente se relajó, apartando la mirada y comenzando con los murmullos.
-Tendría que arrancarle la cabeza a ese mortal, -masculló Leian, furiosa, y John sonrió a su pesar.
-Lo siento, pero las decapitaciones van contra la ley -replicó.
-Como sea -dijo y el chico sonrió, empujándola para que se sentara.
-Así que… ¿Cómo llegó el grupo de Neandertales? -preguntó Gabriel y Lara puso los ojos en blanco.
-¿Cómo va a ser? -dijo, mirándolo como si hubiera hecho una pregunta tonta- entraron y nos vieron solas. No hubo demasiada elaboración en su plan…
-Las cosas que decían -comentó Leian con una mueca de asco al recordarlas- en serio, ¿hay alguna mujer mortal que caiga por esos comentarios?
-Aunque no lo creas, las hay -le aseguró Lara, asintiendo con seriedad, y Leian hiso una mueca de reprobación.
-Totalmente vergonzoso -murmuró y Gabriel le sonrió, señalándole.
-Fue un increíble manejo de la situación -replicó- tal vez exagerado, pero bueno, ya sospechaba que no eras persona de gente… -dijo y Leian se azoró un poco, jugueteando con sus dedos sobre la mesa.
-No tratas a la gente en el campo de batalla -replicó- o los empujas a pelear o los persigues. Nunca fui buena para otro tipo de cosas…
-Igual tendrías que trabajar en controlar ese genio -comentó Gabriel- en este caso no me quejo, pero lo cierto es que una chica con fuerza sobrehumana y que llama a todos “mortales” tal vez llame la atención -comentó y la chica no pudo menos que sonreír.
-Pensare en ello -apuntó y el chico sonrió.
-Aun así, no puedo menos que felicitarte… ¿esa patada? Una obra de arte, ¿o no, John? -inquirió, pero el chico no lo oía. Aun estaba confundido, tratando de entender que demonios le había sucedido antes-  ¿John? -llamó y el chico reaccionó, mirándolo confuso.
-¿Qué?
-Nada, amigo, no importa -le respondió el otro, sacudiendo la cabeza- ¿Qué te pasa? Parece como si estuvieras en otro planeta…
“Eso estoy intentando averiguar” pensó John, pero solo se encogió de hombros.
-Estoy muerto de hambre -mintió, encogiéndose de hombros- en lo único que puedo pensar es en una hamburguesa… -dijo y Gabriel soltó una carcajada, pero John pudo sentir la mirada de Leian observándole con cuidado.
-Te entiendo, hermano, -dijo- ni aquellos idiotas pudieron sacarme el hambre -apuntó, lanzando una última mirada hacia donde ellos estaban y John se quedo de piedra. Había estado la última hora tratando de entender que demonio lo había poseído y casi lanzado hacia ese grupo en una ira asesina; solo para encontrar la respuesta brillando en los ojos de su amigo, pudiendo atisbar ese destello asesino y oscuro que le resultaba tan familiar.
Celos.
Mierda, estaba condenado.
-Bueno, no tienen que preocuparse por esos idiotas -apuntó Lara, tomando el rostro de su novio para que se volteara a mirarla- y tampoco por el hambre. Ordenamos hamburguesas para todos mientras esperábamos.
-¿Con papas extras? -preguntó Gabriel, esperanzado, y ella asintió, sonriéndole; con el chico mirándole como si brillara en oro.
-Sos la mejor -dijo, dándole un beso, y la chico río.
-No puedo creer que te compre con papas… -comentaba, cuando de pronto notó a John y su debate interior, intrigándola- ¿John? -llamó, con el chico mirándola nervioso, como si temiera que hubiera leído sus pensamientos- ¿en serio estás bien, hermanito? -inquirió con una sonrisa tentativa y John apretó el puño debajo de la mesa, intentando sonreír mientras evitaba todo contacto visual directo.
-Sí, Lara, solo cansado y con hambre -aseguró y la chica lo miró con duda.
-¿Cómo están tus manos? -preguntó, mirando a los vendajes, y John sintió que el estomago se le torcía; aun viéndose encima de ese legado mientras lo destrozaba a golpes. Busco un ritmo con sus dedos, intentando concentrarse en otra cosa.
-Bien, ya casi curadas -señaló. Esa parte si era verdad. Las heridas apenas escocían, probablemente ya estando en sus últimos tramos de cicatrización. Eran otros tormentos los que todavía molestaban a John.
-Sigo sin entender como te heriste así… -comentó Lara, haciendo una mueca de desconcierto- ¿fue en el accidente o antes? -preguntó y John se sintió nervioso, no teniendo las fuerzas para confesarle lo sucedido a su hermana, cuando oyó a Leian hablar.
-¿Esa no es nuestra orden? -preguntó, mirando hacia un camarero que los miraba con aprensión, y las palabras distrajeron a Lara; haciendo que girara a mirar al chico en cuestión.
-Sí, -respondió, alzando una mano para captar mayor atención- ¡Hey, aquí! -llamó.
-Gracias -susurró John por lo bajo, y Leian asintió disimuladamente.
-Tenes que decirle igual… -comentó.
-Pronto -aseguró, mientras el mozo se acercaba.
-No tienes que tenerles miedo a mis amigos -le aseguraba Lara- son inofensivos -le aseguró con una sonrisa.
-No estoy seguro de eso -admitió el chico, mirando con desconfianza a Leian y John.
-Bueno, si tanto te preocupan, ahora tienen hambre… -señaló inocentemente y no hubo que decir más. El chico repartió las hamburguesas y bebidas, les deseó una buena comida y desapareció con nerviosismo.
-Eso fue un poco cruel -apuntó Gabriel, con una sonrisa, y Lara se encogió de hombros.
-Yo también tengo hambre -se quejó- además, estuve en un maldito accidente. Quiero recuperar energías.
-Seguro… -comentó el chico, agarrando los condimentos y empezando a verterlos sobre las papas.
-Como sea, -terminó por decir la chica, volteándose hacia John- en fin, ¿tenes alguna idea sobre donde vamos a dormir? -inquirió- porque no pienso pasar toda la noche en tu bebe. Tengo compasión por mi cuello.
-Eh, la verdad no -admitió John. No había pensado en nada de ello, con la palabra dormir prácticamente borrándose de su sistema.
Su hermana puso los ojos en blanco, no demasiado sorprendida.
-Bueno, escuche por ahí que hay un hotel pequeño por acá cerca -señaló- podríamos probar ahí -dijo, mirándolo expectante.
John miró a Gabriel, con este encogiéndose de hombros.
-Si a vos te parece bien, a mi también, -replicó el chico y este suspiró, mirando hacia Leian.
-¿Vos que pensas? -inquirió y ella sacudió la cabeza con resignación.
-Dormir no nos hará mal -dijo- si nos quedamos escondidos tal vez los legados de fuego no logren encontrarnos.
-Roguemos por eso -dijo Gabriel, dándole un mordisco a su hamburguesa- mi cupo de batallas por día ya se lleno -murmuró.
-Amén -apuntó Lara, haciendo que compartieran una carcajada cómplice.
-Bien, como prefieran -dijo John, concentrándose en comer su comida, pero fracasando sublimemente en ello. Toda su mente desvariaba entre el ataque, Johanna y toda la ira que había descargado sobre ese legado; pero por sobre todas las cosas, en Leian y esos extraños sentimientos que quería creer fraternales.
Y debían serlo.  



John estaba agazapado en la oscuridad, esperando atento entre los escondrijos de aquel parque junto a sus compañeros. La noche era calurosa y seca, un suplicio normal de los días de ese infernal enero. El verano había golpeado fuerte a la zona, con John incluso teniendo la tentación de sacarse algunas piezas de la armadura para un mayor frescor.
“Vaya ejemplo de líder” pensó.
-¿Y esa sonrisa? -preguntó una voz a su lado y el chico volteó para encontrarse con unos enormes ojos cafes observándole con curiosidad. El cabello castaño caía hacia un costado, atrapado en una larga trenza, y una sonrisa tentativa le obsequiaba felicidad.
Su corazón saltó, tropezando torpemente en su pecho.
-Nada, no importa, -le aseguró y Johanna solo sacudió la cabeza, sus ojos brillantes volviéndose hacia el frente. John no pudo evitar que sus ojos la miraran, tal como lo habían hecho los cinco meses que la había conocido. Era una de las novatas del equipo, un legado del agua como él, pero la más entusiasta en ir cuando John les había propuesto la misión. Había hecho un cambio tan drástico desde que la habían encontrado que él no podía menos que sentir un cálido orgullo cada vez que la miraba.
Habían encontrado a Johanna en una misión, salvándola de un ataque monstruoso que los legados de fuego habían llevado a cabo en un pueblo del interior. En ese momento ella era solo una chica flacucha y acongojada, sin idea de su legado o del destino que podía clamar. Esa mirada dulce y su actitud tierna habían comprado a John, haciendo que el chico la tomara como su protegida y alumna personal. La apuesta había valido la pena. Ella demostró potencial y poder, siguiendo todas sus instrucciones y avanzando en todos los entrenamientos. Pronto mostró interés en unírseles en las batallas y misiones, pasando todas las pruebas, y teniendo el total apoyó de John para participar.
Ahora la chica parecía su guardia personal. Le acompañaba en todas las misiones y jamás discutía ninguna de sus ordenes, solo manteniéndose cerca de él en una actitud protectora tan dulce que John no podía evitar sonreír. Lara lo molestaba con que ella estaba enamorada de él, pero él la ignoraba.
Aun así, cuando la miraba así, tan fuerte pero condenadamente dulce, se preguntaba si el caso no podía ser el contrario.
Javier se removió a su lado, sus dedos golpeteando sobre la hoja de su espada.
-Esto me da mala espina, John -murmuró- ¿Qué un cargamento llegue aquí, tan al descubierto? Suena a trampa…
John lo sabía. El mismo había objetado eso cuando le habían dado la misión, pero también sabía que no podían quedarse a un costado en caso de que aquello fuera verdad.
-¿Y si es cierto? -preguntó a su amigo- no podemos arriesgarnos a esa posibilidad…
Un silbido cortó la conversación, las notas del vigía llegando a los oídos de John. Los camiones se acercaban. El momento de echarse atrás se había perdido.
-Todos atentos, -susurró a sus compañeros, los cuales asintieron bajo la sombra de los árboles. Estaban en una zona solitaria fuera de una ciudad del interior, justo en la periferia. Hacía un par de días, sus espías le habían dicho que una nueva carga de criaturas y armas especiales llegarían a ese lugar: un galpón antiguo y prácticamente abandonado. Will temía que tomaran un nuevo pueblo, tal como habían hecho con el de Johanna, y los había enviado a vigilar y, en caso de que sus temores estuvieran bien fundados, a contener la situación.
La fila de camiones avanzó hacia el galpón, con algunos hombres saliendo a la calle y abriendo las puertas para que ingresaran. Nada era sospechoso, parecía un descargue completamente normal entre traficantes, pero algo picaba en el corazón de John. Allí había algo más. Estaba seguro de eso.
-Bien -dijo, dándose vuelta a ver a sus compañeros- vamos a dividirnos. Un grupo pequeño, de tres, vendrá conmigo hacia el galpón a investigar. El resto se va a desplegar en el parque, cubriendo todos los puntos de escape ¿entendido? -dijo y atrajo su mochila hacia adelante, abriéndola con rapidez para sacar un comprimido paquete, hilos de metal y cobre conectando puntos pequeños. Gabriel había tardado meses en crearlo con su equipo, pero finalmente habían formado unos cuantos prototipos para que los chicos probaran. Esta era la oportunidad- esto es un límite explosivo -apuntó y señaló a los pequeños compactos negros- esto contiene explosivos bastante sensibles que se resguardan bajo la caja que los almacena. La única forma en que se detonen es apretando esto -dijo y mostró un botón rojo sobre una plancha metálica- disparara rayos infrarrojos y de calor que conectara a cada bomba en una cuadricula y todo lo que este bajo el mapa desaparecerá -dijo y se la entregó a Rodrigo, uno de los legados del metal que lo acompañaban y que miró con aprensión al nuevo elemento.
-¿Qué quieres que hagamos con él? -inquirió.
-Eso tiene un radio doscientos metros de expansión -señaló- quiero que lo coloquen alrededor de esta zona respetando esa dimensión. No podemos permitirnos, que nadie salga de aquí si las cosas se complican -apuntó y todo el grupo cruzó incomodas miradas, no demasiado cómodos con la dimensión del plan.
-¿Y que pasara con los demás edificios? -preguntó Anabel, una legado de la tierra,- ¿Qué si hay civiles ahí? -inquirió.
-La mayoría de estos lugares son fabricas abandonadas o en desuso. Los que coloquen los cables tienen que asegurarse de que no haya nadie inocente dentro del perímetro -ordenó John y los demás estuvieron de acuerdo- bien. Tienen que estar atentos a mi señal, -les recordó el chico- a la primera orden de replegarse tienen que haber abandonado esta zona y corrido afuera del circulo. No voy a perder a nadie ¿entendido? -dijo y todos asintieron- bien, ¿Quién viene conmigo? -inquirió.
-Yo -dijo Johanna, tal como John esperaba. Javier y Connor, otro legado de la piedra, también se ofrecieron.
-Genial, -dijo John y se volvió a colocar su mochila, preparándose- todos tengan cuidado. Mantengan las comunicaciones ¿entendieron? -dijo y lanzó un walkie-tokie a Rodrigo y otro a Bianca- estén atentos a mis noticias, ¿está bien?
-Claro, John, -aceptaron.
-Está bien, -dijo el chico, parándose- nos vemos dentro de unos minutos… -dijo y todos partieron hacia sus posiciones, con John haciéndoles señas a sus compañeros para que le siguieran.
Del parque al galpón no había demasiados lugares para ponerse a cubierto, así que John simplemente improviso. Se llevo a Johanna con él, empujando a los otros dos a dar vuelta la manzana y encontrarse del otro lado. Con la chica colgada de su brazo, se dispuso a caminar como un simple paseante, atento a cualquier movimiento. Aun así, solo el sonido del viento y las hojas era lo que llegaba a sus oídos.
-¿Algo? -preguntó a ella en apenas un murmullo y ella negó con la cabeza.
-Nada, jefe -dijo, haciendo que John sonriera, arriesgándose a verla. Ella le devolvió el gesto con cierto letargo, otorgándole esa sonrisa que le había llamado la atención por primera vez: tierna, casi frágil, pero hermosa.
Y entonces todo se desdibujó. De pronto la mente de John entró en colisión, con todas las imágenes superponiéndose a sí mismas en un estado de caos. En un instante John veía a Johanna sonriéndole, y al siguiente se encontraba en el techo, con los enemigos alzándose para atacarlos.
-¡Yo los contendré! -gritó ella, su mano alzándose hacia el mismo aire para que una enorme ola de agua se materializara de la nada, cayendo sobre las líneas enemigas y lanzándolas de nuevo hacia el suelo. Su don, la magia de sus ancestros, le había otorgado el poder que ningún legado tenía: creación. Eso la había hecho tan especial. Tan poderosa.
Pero eso no era suficiente.
Porque al siguiente recuerdo de su mente, ella le estaba gritando, ordenándole con aquellas palabras que parecían haberse tatuado para siempre en su piel.
“No, John, tienes que curarte, yo estaré bien…”
Pero no estaría bien. No, porque al siguiente momento lo único que John podía ver era a Johanna parada en medio esa calle, su cabello ondeando al viento, su cuerpo arqueado mientras una espada sobresalía desde su pecho; sangre brillante bañándose fuera de su cuerpo. Sus ojos marrones llegaron a John, con este sintiendo todo su dolor. Toda su agonía entre las risas de sus atacantes, con sus rodillas doblándose y cayendo hacia el suelo.
Y lo siguiente fue el fuego.
-¡John!

El grito lo persiguió aun fuera de los sueños, sus ojos abriéndose de par en par hacia el techo, su pecho saltando por el sobresalto de sus pesadillas mientras la habitación del hotel a donde se habían hospedado se dibujaba frente a sus ojos.
Solo que había algo diferente, un cambio drástico que notó al instante, observando como el humo flotaba sobre su cabeza como una nube toxica y un resplandor inusual lo iluminaba todo.
Un resplandor ardiente y vibrante…
John se alzó de su cama, observando como el fuego se batía con ferocidad, devorándolo todo tal como en su sueño.
Solo que esto no era una alucinación onírica.
Era la realidad y venía por él.





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