Cuando el Rayo Cae - Parte 14



Capitulo 14






La noche finalmente había dejado caer su velo sobre el velo, con todos descansando definitivamente sobre las camas. Lara y Gabriel estaban desparramados en una cama, con el chico abrazándola desde la cintura, e incluso Leian estaba hecha un bollito, cubierta por sabanas y colchas.
Excepto por John, él se había quedado afuera, contemplando las estrellas desde la especie de balcón que tenía la habitación.
Había querido dormir, su cuerpo le exigía dormir, pero simplemente no podía hacerlo. Había dormitado un par de horas, pero sus sueños volvieron a despertarlo.
Había soñado la vez que había encontrado a Johanna, la noche que la había conocido. Ella era una criatura en ese momento. Pequeña, débil y asustada. Sus poderes habían explotado, haciendo que la pileta de su colegio se convirtiera en una nueva fuente y arrastrara a todos sus compañeros dentro. Como no  había sucedido algo más había sido una suerte.
Will le había ordenado que fuera a buscarla, acompañado de Lara y Gabriel, para asegurar que no se hiciera más daño. Pasaba a menudo casos así. Los legados no siempre tenían la suerte de nacer en lugares felices. El abuso por parte de sus familias o sus compañeros despertaba sus poderes antes de tiempo. Algunos no llegaban a hacer gran cosa, hechos que podrían explicarse con lógica y algo de suerte. Pero luego estaba la gente como Johanna, que simplemente se quebraban. El poder volaba fuera de ellos en ataques demasiado violentos e inexplicables.
La buscaron por toda la ciudad, así como sus habitantes lo estaban haciendo. El rumor de la joven que había atacado a sus compañeros y había alzado a toda una piscina contra ellos, se había esparcido como pólvora en la boca de las personas. Todos querían verla con el interés que tenían por las criaturas extrañas, curioso y al mismo tiempo malicioso. Era primordial que la encontraran primero.
Claro que no fue una tarea fácil. Tuvieron que separarse, ya que el aroma de la magia se había extendido por todo el pueblo, siendo muy difícil para poder rastrearla. A John le había tocado un enorme parque, en donde la gente ajena a todo el escándalo paseaba bajo la luz nocturna. Realmente no esperaba encontrarla allí, considerando todo aquello como una enorme pérdida de tiempo, cuando sintió el aroma inconfundible de la magia. Ese destello de humedad y brisa suave que extendían todos los legados del agua.
Como un sabueso, persiguió el aroma, llamándolo con su propia magia mientras se adentraba en zonas más deshabitadas de aquel parque, pasando corriendo entre parejas que lo miraban con extrañeza. Por primera vez John sintió más que solo la magia. Por primera vez sintió la tristeza, la pena y la humillación que le habían dado vida, impregnados a fuego en esa energía. John recordó haberse sentido más preocupado por ello, temiendo que la chica cometiera algún error irreparable, corriendo más rápido.
Finalmente llegó a un pequeño lago, de la clase en donde ponían barquitos para paseos cortos. Busco con una mirada rápida y finalmente vio a la chica del otro lado, sentada en el suelo mientras se abrazaba las rodillas. Sus hombros se sacudían como si estuviera llorando.
John se había sentido mal por ella, comenzando a ir a su encuentro bordeando el límite del agua. La chica lo vio a unos pasos, alzando su cabeza con brusquedad.
-¿Quién sos? -le espetó- ¡vete de aquí!
-Vengo a ayudarte, Johanna, -dijo,- quédate tranquila…
-¿Cómo sabes mi nombre? -preguntó y su cara se crispó- ¿te envió mi madre, verdad? ¿Qué sos, algún estúpido doctor de psiquiátrico?
John no pudo evitar sonreír.
-No soy de un psiquiátrico -le aseguró.
-No te creo, ella siempre quiere enviarme allí -dijo- decía que estaba loca, que las cosas que pasaban no eran normales -dijo y apretó los puños.
-Es que no sos normal, Johanna -le dijo el chico, pero ella malinterpretó sus intenciones.
-¡No soy una loca! -gritó, y John alzó los brazos en gesto inocente.
-¡No quería decir eso! -se defendió- mira, yo solo voy a sentarme aquí, ¿sí? -dijo, señalando al suelo- solo quiero hablar.
Ella lo miró con una desconfianza que perforaba, pero terminó asintiendo secamente con la cabeza. John se sentó en el suelo con cuidado, atento a cualquier movimiento.
-Mira, Johanna, entiendo que estés asustada, pero no voy a hacerte daño. Yo puedo ayudarte -le aseguró y ella sacudió la cabeza.
-Nadie puede ayudarme… soy un fenómeno… -masculló y John hizo una media sonrisa.
-No más que yo entonces… -comentó y ella lo miró extrañada, arqueando una ceja.
-¿Qué queres decir?
John extendió la mano y pronto la magia comenzó a resplandecer en ella, soltando haces de colores y niebla blanca. Johanna se sobresaltó, pero se quedó quieta observando la magia, viendo como él poder de John dibujaba formas y líneas, hasta que finalmente sostuvo un ramo de flores.
Por un segundo, ella no parecía saber que le extrañaba más, si la magia o el hecho de que él hubiera invocado flores, abochornándolo.
-Lo siento, no sabía que invocar que no te hiciera pensar que quería lastimarte -dijo, dejándole las flores, y ella sonrió por primera vez; una sonrisa tímida  y preciosa que asaltó a John como nada.
-Eso que haces… ¿es magia? -preguntó cautelosa, y él asintió.
-Ambos la hacemos -le aseguró y pronto comenzó a contarle todo sobre los espíritus, la magia y el mundo al que pertenecían. Hablaron lo que parecían horas y él ni siquiera lo notó. Estaba perdido por aquella chica tímida, pero con carácter que lo miraba con adoración, como si fuera la primera persona que no la miraba como un monstruo. Era algo nuevo que no le había sucedido nunca, pero tenía la completa seguridad de que ella cambiaría su vida por completo.
Y lo hizo, aunque no por la forma que él siempre creyó.
Ese encuentro había chispeado en la mente de John cientos de veces, en la mayoría terminando deformándose en pesadillas, pero nunca como en ese momento. Algo había cambiado y a John le asustaba lo que podría ser.
Lucha por ella.
Esas eran las palabras de Johanna, con John aun recordando la calidez de su sonrisa en ese lugar frío que era la muerte. Y él sabía a que se refería, o al menos creía entenderlo aun cuando eso le asustaba más de lo que pudiera admitir.
¿Podría un corazón querer a dos personas tan diferentes? Johanna había sido un sol, un rayo de luz cálido que había tocado a cuantos la habían conocido. Había sido dulce y tímida, tal vez no del todo preparada para la guerra.
Leian era todo lo contrario. Era un vendaval, una tormenta de fuego y arena. ella era dura y calculadora, con un exterior tan frío y distante que querer acceder al interior era como tallar diamante con un pico de madera. Y aun así… había algo en ella que era cautivador. Su determinación y su orgullo, aunque desesperantes, eran dignos de contemplarse. Verla luchar hasta que finalmente cayera, sin remordimientos, sin miedo, era algo que le fascinaba, quisiera o no.
¿Cómo demonios había hecho su corazón para lograr aquel complicado milagro? ¿Cómo ahora guardaba dos nombres tan diferentes?
Lucha por ella.
Era una batalla imposible. Leian jamás lo dejaría hacerlo…
-Ay, Johanna, -suspiró, enterrando la cabeza entre las manos- ¿en que me metiste?


Un vaso de agua lo despertó al día siguiente. El liquido helado lo sacó tan bruscamente de sus sueños que se despertó de un salto, con sus ojos abriéndose de par en par con interés asesino.
Lara estaba parada frente a él, sonriendo al ver el brillo mortífero que rezaba su mirada.
-Desayuno -dijo con inocencia y su hermano la fulminó con la mirada.
-¿Era necesario? -le preguntó su hermano, enderezándose en la silla. De pronto todo su cuerpo crujió, quejándose con dolor de la incomoda reposera que había usado para dormir.
-Era divertido -replicó ella con una sonrisa brillante y su hermano volvió a mirarla mal, haciéndola reír- dale, vamos adentro que hay mucho de que hablar -dijo, con su hermano siguiéndola mientras se sacudía el pelo ahora húmedo.
-Ya desperté a la bella durmiente -declaró la chica al entrar, con John encontrándose primero con la dura mirada de Leian, cuya expresión no podía descifrar.
-¿Qué pasa? -preguntó y ella corrió la mirada, negando con la cabeza.
-Nada.
-¡John! -lo llamó Gabriel, exigiendo su atención- ¿Qué demonios te pasó? -preguntó- la última vez que mire, estabas durmiendo en una cama como una persona normal…
-Necesité tomar aire anoche. Debo haberme quedado dormido… -admitió, sentándose en la mesa. Los chicos habían desplegado unas bolsas de compras, con pan, yogures, manteca y mermelada escapando afuera. El chico pronto comenzó a buscar, sacando el frasco de café.
-Hay agua caliente ahí -le señaló su hermana, apuntando a un termo, y el chico pronto lo volcó sobre una taza.
-Bien, ¿Qué debemos hablar? -dijo, mientras tomaba un sorbo del café. El liquido caliente barrió su tensión como un soplo de viento.
-De la información interesante que nos contó Derek anoche -le recordó Gabriel, trayéndole a la memoria el interrogatorio y la discusión de después.
-Vuelves a decirlo como si fuera algo malo… el salvarme… 
-Eso trató de averiguar…
Las palabras escocieron tanto como el momento en que las oyó.
-Si es que no mentía… -murmuró Lara y su novio sacudió la cabeza, mirándola.
-¿Viste cuan cagado en los pantalones estaba? -le preguntó- ¡Estaba muerto de miedo! No hubiera mentido en años…
-No lo sé, -discutió Lara, untando un pan- de por sí, podríamos haberle hecho pagar un poco anoche…
-Lara, ya lo dejaste desnudo en medio de un campo -le recordó- deja a tu malévola mente descansar -dijo con tono medio burlón, dándole unas palmaditas en la mano, y ella lo fulminó con la mirada.
-Idiota… -le reprendió la chica.
-Bien, ¿me recuerdan que averiguamos? -cortó la pelea John, cuyos recuerdos se mezclaban, y la chica suspiró.
-Por lo que entendí, la necesitan a ella -señaló a Leian- Derek dijo que no podían encontrar a las armas sin ella.
-¿Eso es cierto, Leian? -preguntó Gabriel y la chica asintió, dejando su taza sobre la mesa.
-Sospechamos muchas veces que esas armas podrían terminar en las manos de nuestros hermanos, así que pedimos que estuvieran protegidas -explicó y John frunció el seño.
-¿Pidieron? -repitió- ¿pidieron a quien? -preguntó y la chica se erizó, notando como apretaba las manos sobre la taza.
-Eso no importa -declaró, con una mirada que ahogó más preguntas al respecto- el punto es que la protección es un seguro demasiado importante. Es una magia muy antigua y poderosa, que impide que el arma sea detectada de forma directa.
-O sea que no permite localizarla, pero si sentirla -intuyó Lara y el espíritu asintió.
-Exacto -dijo.
-¿Cómo es eso? -preguntó Gabriel.
-La magia la ató a mí -explicó- al ser el espíritu que simboliza a las batallas, las armas y los botines de guerra están atados a mí de una forma u otra. De esta manera solo yo puedo encontrarlas…
-Por eso el afán del espíritu de la Oscuridad por encontrarnos… -murmuró John y ella asintió.
-Mi hermano seguro ya la ha localizado, pero no puede verla a menos que este presente. Podría pasar frente a ella millones de veces y aun así no verla.
-Bueno, entonces no solo debemos cuidarnos de no morir -comentó John- también hay que impedir que te lleven -murmuró y la mirada de la chica centelló.
-Por eso no deben preocuparse, John Grey. No dejare que me atrapen con vida… -dijo y las palabras erizaron a John.
-Bien, entonces hay que movernos -dijo Gabriel- no sea cosa que Derek recuerde todo y traiga a toda una horda a buscarnos…
-Bien -dijo Lara, levantándose mientras comía,- voy a buscar comida para el viaje mientras ustedes preparan los bolsos -señaló y comenzó a caminar fuera, con su novio siguiéndola con la mirada.
-Espera Leian -quiso llamar John, viendo como ella también se levantaba, pero ella negó con la cabeza.
-No ahora, John -lo cortó, dejándolo por segunda vez con las palabras atoradas.
Luchar por ella… si, eso iba a ser sencillo.

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