La Hija del Rayo - Capitulo 22





Capitulo 22


Comimos hasta reventar, saciándonos por completo. Las fotos de Jane nos fueron bastante útiles, o al menos a mí. No conocía el lugar en particular, asi que las fotos lograron darme una idea de lo que nos esperaba.
Luego de que le aseguramos a la madre de Pyró de que nos habíamos saciado, ella nos invitó a quedarnos a pasar la noche. Hubiera querido negarme, pero la posibilidad de dormir en una cama cálida y de poder bañarme era demasiado buena para negarme.
La madre de Pyró nos llevó hasta la habitación de él. Esta era la suficientemente grande para que toda la familia y nosotros durmiéramos cómodamente. Su cama estaba en una esquina, con un espaldar alto alzándose por el costado y formando una repisa. Un velador con una lámpara de lava descansaba a su lado, frente al plasma de varias pulgadas que colgaba en la pared. Un gran escritorio estaba a unos pasos, con una computadora de última generación encima, estantes de películas y libros sobre la pared, y una lámina llena de fotos y recortes de revistas. Una biblioteca de dos metros se hundía en la pared a su lado, llena de más libros y cajas, rodeada de pufs azules que combinaban con el tono celeste de las paredes. Un pimball de maquina estaba del otro lado, junto a un armario de cuatro puertas, con un conjunto de guitarras y bajos colgando de las paredes como parte de decoración. Grandes ventanales daban al patio, dejando ver el hermoso cielo nocturno.
Tuve que recordarme que debía cerrar la boca de tan anonada que estaba.
-Aquí van a poder dormir todos juntos –declaró- tendremos que buscar un colchón extra, pero eso no será problema.
-No se moleste… -nos apresuramos a decir Tom y yo, pero ella negó con la cabeza, sonriendo.
-No es ninguna molestia –aseguró- enseguida regreso –dijo, dejándonos solos y admirados de la habitación.
-Wow –logró exclamar Tom- y pensar que yo comparto habitación con mi tío cuando la mía se inunda por lluvia -comentó.
Pyró, avergonzado, se dirigió directamente hacia la cama para sacar el colchón de abajo.
-¿Tom, me ayudas? -le pidió y el chico se acercó.
Mientras ellos tiraban de la cama de abajo, recorrí la pieza, deteniéndome en la lámina que colgaba de la pared. Recortes de revistas y de diarios estaban pegados con alfileres, enseñando noticias sobre la salvación de animales salvajes o de alguna entrevista a alguna persona influyente. Citas de libros y fotos de bandas de rock les acompañaban, sorprendiéndome al reconocerlas. Otras fotos más antiguas también aparecían, mostrando a su familia y a él visitando diferentes lugares.  
-Grey –sentí que me llamaba y me di vuelta nerviosa. Había temido que tal vez no le agradaba que viera aquello, pero el simplemente me sonrió y dijo: “vos dormís en esta” señalando a la cama marinera.
-Tom va a dormir en mi cama y yo en el colchón -anunció.
-Pero, para eso, vos dormí en la cama marinero y yo en el colchón -dije.
-Vos sos la visita -replicó y sonrió- las visitas tienen que recibir las mejores atenciones.
Iba a quejarme pero estaba demasiado cansada para hacerlo, asi que asentí y tire mis cosas sobre ella.
La madre de Pyró entró y dejó unas toallas sobre el escritorio.
-He pensado que tal vez quisieran bañarse o algo así –apuntó ella, encogiéndose de hombros- por favor, siéntanse como en su casa –dijo y salió. La perspectiva de bañarme era demasiado hermosa para negarme, asi que luego de asegurarme con Pyró de que estaba bien, agarré una de las toallas, junté una muda de ropa y me dirigí al baño.
La casa me sorprendía a todo momento, siendo el baño tan lujoso y elegante como todo lo demás. Los suelos eran marmolados y brillantes, asi como la mitad de las paredes y los revestimientos. Una bañera con hidromasaje, con ducha incluida, asomaban por la cortina blanca. Sin pensarlo demasiado, me saqué mis ropas sucias y me metí bajo la lluvia caliente. La sensación era indescriptible, siendo tan refrescante que no quería volver a salir, pero finalmente tuve que hacerlo. Me sequé el pelo con la toalla lo mejor que pude y me puse un pantalón jogging y una remera musculosa blanca. Me miré al espejo antes de salir y vi que el pelo había quedado hecho un desastre, más de lo normal, por lo que me lo ate con una coleta, planeando arreglarlo a la mañana.
Salí y me encontré con Pyró apoyado contra la pared y con toallas y ropa en la mano.
-Por fin –se burló, metiéndose en el baño.
-No te vayas a resbalar –comenté y él me lanzo una mirada burlona antes de cerrar la puerta.  
Paseaba distraída por el pasillo, cuando una mesita al costado atrajo mi atención, deteniéndome. Fotografías y portarretratos estaban acomodados allí, relatando épocas distintas. Había fotos de los padres de Pyró de jóvenes, sonriendo a la cámara con aire juguetón mientras se tomaban de las manos; hasta fotos de Pyró alzando a Jane a su espalda. Las revisaba con deleite, cuando una llamó mi especial atención, haciendo que la levantara de entre todas las otras. Un Pyró, de unos ocho años, sonreía a la cámara con rebosante felicidad, con sus ojos brillando en un celeste casi inexistente en el plano natural y con un diente faltante a la hilera que asomaba entre sus labios. Ya tenía su cicatriz, un tanto más oscura de la actual, pero lo que más me llamaba la atención era su expresión: tranquilo y feliz, como cuando habíamos estado en el London Eye; expresión que rara vez adquiría.
-Esa fue poco después de haberlo adoptado -me sobresaltó una voz y me encontré a la mamá de Pyró mirándome. Tenía una muda de sabanas en las manos, por lo que probablemente se dirigía a la habitación- era tan lindo que no pudimos resistirlo…
-¿Cómo paso? -le pregunté y ella se acercó a mirar la fotografía, sonriendo.
-Hace diez años estábamos con Jim en el jardín, conversando –dijo y río, como si se hubiera acordado de una broma graciosa- irónicamente hablábamos que a esta casa tan grande le faltaba ruido cuando escuchamos un grito entre los árboles que lindaban el borde. Fuimos a investigar y le encontramos –dijo y miró a la foto con cariño.
-¿Dijo como llego aquí?
-Confesó que se había escapado de un orfanato –afirmó ella- pero no tuvimos corazón para devolverlo. Estaba herido en la cara y pálido y flaco como si apenas hubiera comido en años -dijo e hiso una mueca- se negaba a regresar al hogar, intentando escapar cuando se lo sugerimos… –afirmó- sentimos tanta compasión por él que le dejamos pasar la noche aquí, y eso fue suficiente para encariñarlos.
-¿Cómo descubrieron sus poderes? –pregunté y ella hiso una mueca, como si la forma hubiera sido dolorosa.
-Por sus pesadillas –declaró, dejándome sorprendida- sea lo que sea lo que le habían hecho en ese lugar, Erik no se recuperó en meses. Cuando lo hicimos revisar en el medico, le encontraron fracturas sanadas a medias y múltiples cicatrices en todo el cuerpo -relató, sus ojos volviéndose dolientes, como si compartiera aquel dolor- además todas las noches sufría de violentas pesadillas y sus poderes no tardaron en surgir, como si le estuvieran defendiendo de enemigos invisibles –dijo y miró las fotos con tristeza. Yo hice una mueca, lanzando una mirada escondida hacia la puerta del baño. Desde que me había enterado de quien era Pyró en realidad, había supuesto que su vida había sido dura, pero no me había imaginado cuanto. Ni siquiera me quería imaginar lo que le había sucedido en ese orfanato para que hubiera terminado así.  
-Se asustó mucho cuando lo descubrimos –siguió ella- había quemado las sabanas de su habitación por accidente y se preparaba para huir, pensando que lo echaríamos, pero le detuvimos. No nos importaban sus poderes, siempre habíamos sabido que era especial…
Sonreí, desviando la mirada de nuevo a la fotografía. Pyró había tenido suerte en encontrar una familia con aquella, en donde le aceptaron sin miedo a lo que era y otorgándole el cariño que merecía. No estaba segura de cuantos más hubieran hecho lo mismo en su lugar.
-Su hijo es buen chico -confesé, obligándome a no mirarla. Sentía que había perdido mi dignidad al admitirlo, pero sabía que debajo de esa persona irritante y molesta había una buena persona.
-Sí que lo es -dijo y se acerco a mí, mirándome a los ojos- y por ello, por favor, protégelo -me pidió. No entendía porque me hacía ese pedido, pero los ojos de ella delataban una escondida desesperación por la vida de su hijo. Me sentí obligada a asentir firmemente con la cabeza para tranquilizarla.
-No se preocupe, no le pasara nada -dije y sonreí. Ella me devolvió la sonrisa y me entregó las sabanas
-Espero que tengas buenas noches –me deseó y se deslizó rápidamente por el pasillo, desapareciendo tras una puerta alejada.  
Yo me quedé allí un segundo, lanzando una última mirada a las fotos y me encaminé a la pieza. Tom estaba jugando al pinball, llenando la habitación con los sonidos de la pelota, y me acerqué a mirar. Pyró no tardó en entrar, pasándose la toalla por el pelo mojado.
-Estábamos haciendo un torneo de pinball, a ver quien hace mas puntaje -explicó- ¿queres jugar?
La verdad que era tentador, pero en el momento había otras cosas ocupando mi mente, como dormir o saber todo sobre Stonehenge, de Pyró y que tan peligroso sería ir a salvar a mi padre.
-Paso, -dije y me senté en la cama- quiero que me cuentes que te pasó cuando fuiste a Stonehenge cuando eras niño –declaré, mirándole expectante.  
Él suspiró, como si hubiera esperado ese momento, acercándose hasta sentarse en su colchón.
-¡Yo también quiero saber! -gritó Tom, sin sacar los ojos de la pantalla.
-No es mucho lo que recuerdo –confeso Pyró y sonrió al ver mi expresión- si me acuerdo de haber estado cerca del centro, habiéndome separado de mis padres, pero el resto se torna borroso con el pasar de los años. La magia que tiene ese lugar es extremadamente alta y creo que al encontrarme cerca fue eso lo que hiso la conexión…
-¿Qué viste? –le pregunte.
-Lo primero que vi fue sombras y fuego, encerradas y apresadas en una jaula de hierro enorme, con rayos recorriendo los barrotes. Entonces la oscuridad y las llamas cobraron formas humanas, intentando alcanzarme con sus brazos, pero sin poder llegar a atraparme.
Tom había dejado de jugar, parando el juego un momento para mirarle atentamente. Los dos parecíamos sobrecogidos, notando como la expresión de Pyró se volvía más seria a medida que continuaba. 
-Me acuerdo que quise alejarme, pero entonces cientos de imágenes se fragmentaron en mi mente, algunas que no recuerdo totalmente, pero que… eran terribles –un leve temblor lo recorrió y miró al piso- cuando desperté estaba en el centro del parque y mis padres estaban buscándome.
Yo lo miré apenada, pero él forzó una sonrisa.
-Después de eso, Will apareció a buscarme y me explicó parte de lo que vi… -cerró sus puños- me fui de casa al poco tiempo.
-¿Pero porque Stonehenge tiene tan magia? ¿Qué tiene de especial? -le pregunté.
-Exactamente lo que vi, -respondió y le miré confundida- allí esta una de las pocas entradas que existen al mundo de los espíritus. Una entrada hacia la prisión de los espíritus del fuego y la oscuridad que fueron aprisionados… -me explicó.
-Genial -murmuró Tom.
-Pero… -balbuceé, comprendiéndolo todo- entonces, me buscan por ello… -dije y miré a Pyró, quien tenía una expresión afligida.
-Dentro de dos días va a ser luna nueva y los poderes de la oscuridad estarán aumentados –dijo y cerró los puños con nerviosismo- sea lo que sea lo que planean, tendrán las oportunidades a su favor.
-Tal vez los quieran liberar -acotó Tom- tal vez quieran que Alma los libere…
Miré a Pyró, como preguntándole si eso era posible.
-Eso no lo sé… -dijo y frunció el seño- las prisiones de los espíritus son temas tabús en la escuela. Se tiene muy poca información al respecto.
-Pero no podemos quedarnos con la duda… -iba diciendo cuando realicé algo- Lon debe saberlo –dije y miré hacia afuera- es un espíritu después de todo… -murmuré y me acerqué a la ventana, haciendo que mi mente se trasladara por el bosque, buscándolo. Lo visualicé dormido en una rama, con la cabeza escondida tras un ala. Generalmente tendría respeto frente al sueño de los demás, pero esta vez no pude hacerlo. Simplemente lancé un grito mental y Lon se sobresaltó, liberando una avalancha de pensamientos que hicieron trizas la conexión. Tambaleé, cayendo a la cama sentada.
Pyró me miró con preocupación.
-¿Estás bien? –me preguntó y asentí, sonriendo.
-Ya viene… -le dije.
-¿Qué hiciste? –inquirió Tom con incomodidad- ¿tenes telepatía acaso? –preguntó.
-Se comunicó con Lon mentalmente. Es algo propio entre los protectores y sus protegidos –explicó Pyró y el sonido de un pico contra el cristal nos alertó, viendo a Lon mirándonos por la ventana bastante enfadado.
-¡Estaba durmiendo! -se quejó cuando Pyró le dejó entrar, mirándome con reproche- ¿Qué sucede?
-Lo siento, Lon –me disculpé, nerviosa- pero no podemos esperar hasta mañana –dije y tomé aire- ¿es posible que se puedan liberar a los espíritus apresados? -le pregunté y sus plumas se erizaron, inquieto.
-¿Por qué quieren saberlo? –preguntó, incomodo.
-Pyró nos contó lo que hay bajo Stonehenge –informé- dentro de dos días será luna nueva y nosotros deberemos estar allí para rescatar a mi padre. Necesitamos saber esto –declare, casi rogándole con mi tono. Él pareció fruncir el seño, nervioso.
-Es difícil, pero no imposible; después de todo ha sucedido -admitió- se necesitaría algún espíritu o hijo presente de otra descendencia y un gran poder mágico que rompa la celda. Los espíritus no son tontos. Apresaron a los otros a sabiendas que ninguno de sus partidarios pudiera liberarlos -explicó Lon.
-¿Por qué los apresaron? -preguntó Tom, mirándole con los brazos cruzados.  
-Luego de la primera gran guerra, los espíritus hicieron un pacto. Dejarían la tierra en manos de los humanos, dejando de involucrarse en los asuntos de los hombres. Podían regresar, claro, pero ya no para la guerra –explico Lon, con solemnidad- aun así, los espíritus de la oscuridad y el fuego rompieron el pacto, susurrando a los oídos de los humanos y dándoles poder para destruirse. El peso de ese quiebre fue grande. Sus antepasados se levantaron en armas, defendiendo los vestigios de humanidad existentes y los espíritus fueron recluidos, encerrados por toda la eternidad en su prisión. Aun así esa pelea nunca acabo, extendiéndose por los albores del tiempo hasta la actualidad…
Sentí las miradas de los chicos sobre mí, dejándome caer en la cama, derrotada. Este era el plan. Por ello habían secuestrado a mi padre, queriendo obligarme a liberar a los espíritus a cambio de su vida. Me sentía tan acorralada e impotente que apenas podía aguantar las ganas de llorar.
-Grey, no te preocupes –me dijo Pyró- encontraremos la manera. Te lo prometo.
-¿Y si no hay una manera? –le pregunté.
-Entonces la haremos. No dejaremos morir a tu padre –me aseguró y su voz era tan firme y segura, que me contagió, devolviéndome las fuerzas. Él tenía razón. No iba a dejar a mi padre en las manos de esos asesinos. Lo liberaría y lo traería de vuelta, deteniéndoles aunque se me fuera la vida en ello.
-O sea que… -dijo Tom y todos lo miramos, mientras se lanzaba de un salto sobre su cama- me piden ayuda en una misión casi suicida…
Pyró y yo nos miramos, sin poder negar el peligro al que nos enfrentábamos.  
-Eh, ¿Algo así? -dijo Pyró y me reí. Había sonado como un tonto.
-Genial, me inscribo -dijo Tom y sonrió, haciéndome sonreír.  
-¿En serio? –pregunté, sorprendida- ¿vas a ayudarnos?
-No es que tenga muchas opciones, -dijo él, encogiendo los hombros- es eso o la destrucción del mundo -comentó y vi que tenía un punto- además… –dijo y nos miró- jamás tuve la oportunidad de pelear por algo en lo que creía. Siempre me mantuvieron ocultó para mantenerme a salvo, pero no soy fan de esconderme. Estoy harto de eso –admitió, serio- quiero pelear y no encontraré mejor ocasión que está para hacerlo –declaró, sonriendo.
-Gracias –le dije y él sonrió avergonzado.
-Genial, amigo -dijo Pyró y le chocó los cinco.
Me hubiera gustado poder festejar como ellos, pero la última charla había consumido mis últimas energías por completo, dejándome adormilada.
-No quiero ser aburrida ni nada… -empecé a decir, pero fui interrumpida por un bostezo- pero ¿les parece si dormimos? –pregunté y los dos chicos se miraron divertidos.  
-Yo apoyó la idea –declaró Lon, muy serio.
-Y si los abuelos tienen tanto sueño, vamos a dormir… -aceptó Pyró, ganándose una sonrisa.  
-¿No puedo quedarme jugando un poco más? –preguntó Tom, pero yo negué con la cabeza, muy seriamente.
-Olvídate –declare y él resopló, acostándose.
-Es que no tengo sueño –se quejó, amoldando su almohada. Tal vez mentía o no había tenido en cuenta lo cansado que estaba en realidad, pero no pasaron muchos minutos antes de sentirle durmiendo.
-Sí, no tenía sueño -comentó Pyró con sarcasmo y me reí.
Me acosté en mi cama, tapándome con las sabanas y colchas hasta la cabeza, solo para disfrutar la caricia de las telas sobre mi piel. Luego de aquellos tres días tan largos, realmente necesitaba la calidez de un colchón y el toque hogareño de una casa, sintiéndome segura y cómoda por primera vez en días.  
Pyró se acostó a mi lado, cerrando los ojos. Todos los momentos de nuestro día juntos se acumularon en mi cabeza, expulsando las palabras sin que pudiera contenerlas.
-Gracias por el paseo de hoy y por todo lo demás -le dije- realmente no hubiera pasado este día sin vos. 
Él sonrió, disfrutando de mi momento de fragilidad.
-¿Estas diciéndome que me necesitas, Grey? –preguntó, en son de burla y le miré, avergonzada.  
-Sos imposible –le espeté, casi humillada, pero él soltó una risita, relajando la tensión.
-De nada –dijo, dedicándome una sonrisa. Entonces apagó las luces y, ya en la oscuridad, me quedé dormida.

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