Una
de las dificultades de un ataque salvaje: el caos continúa aun cuando la
criatura está muerta. Pese a que el último rugido del Gazzor ya había sido
suspirado hacía ya largos minutos, la gente en la calle aun seguía en pánico.
Ambulancias, autos de policía e incluso un camión de bomberos estaban en la
escena, intentando controlar el pánico desaforado del barrio entero. Aun desde
la distancia, John podía escuchar los gritos de los oficiales, intentando
asegurar al gentío de que ningún animal salvaje estaba libre en el parque. Era
verdad, pero el chico no pudo menos que admirar la ignorancia humana. El no
saber realmente debía de ser una bendición.
Luego
de que hubieran podido recuperarse lo mejor posible, los cuatro se habían
acercado hacia la calle, intentando mezclarse entre la horda de gente. John
sabía que debían de llamar la atención, especialmente con su ropa (ya antes
apenas presentable) rota y sucia, y las heridas apenas cicatrizando, pero
habían tenido la esperanza de que entre el caos no resaltaran tanto.
-¿A
dónde vamos? -preguntó Leian, mirando con desconfianza al grupo reunido. John
temió que los creyera enemigos de pronto y se lanzara a atacarlos.
-Vamos
a ver si algo quedo de la casa -dijo John. Eso era parcialmente verdad. el
chico quería ver su hogar, necesitaba hacerlo para su salud mental, pero
especialmente quería saber si algo había sobrevivido… como el viejo Camaro
negro de su padre en el garaje del vecino. Tenía la esperanza de que las casas
aledañas no hubieran sufrido daños, pero era imposible de saber cuándo una
decena de autos se habían volado por los aires en dirección a su casa. Quién
sabe si el Gazzor había tenido tan buena puntería después de todo. Además, el
coche era lo única oportunidad que tenían para salir de allí rápidamente,
porque Leian podía ser completamente terca y orgullosa, pero tenía razón en
algo: los que los atacó volvería, y está vez con un ataque más fuerte.
Su
hermana gruñó, mirando a las personas que la empujaban con molestia.
-¡No
se puede avanzar así! -se quejó.
-Vamos,
solo son unos metros -insistió John, y la chica masculló por lo bajo, con
algunas maldiciones perdiéndose entre el griterío general.
-Hombre,
esto es un desastre -comentó Gabriel, detrás de ellos,- no sé cómo vamos a
solucionar esto…
-Will
va a encontrar la manera -apuntó John, empujando para avanzar, cuando la
persona que estaba intentando pasar se dio vuelta, su boca abierta para
probablemente gritarle, cuando lo vio con detenimiento, abriendo los ojos de
par en par.
-¡Es
él! -chilló la mujer, señalándolo- ¡él estaba con la bestia! -gritó y la gente
se giró a mirarlo, con John notando a un par de policías observando con interés
criminal.
“Mierda”
pensó el chico.
-Sigan
-ordenó, escabulléndose lo más rápido que podía, cuando un flash le cegó la
visión, parpadeando un par de veces para encontrarse a un fotógrafo sonriéndole
con diversión.
-¡Señor,
es una exclusiva! -anunció y le extendió una grabadora- dígame, ¿en que pensaba
cuando soltó una bestia peligrosa en plena ciudad?
-Yo
no… -había empezado a decir John, todavía medio mareado, cuando vio a Leian
adelantándose, mirando con furia al periodista.
-Aléjate
de aquí, mortal, esto no es asunto tuyo -masculló, sacándole la grabadora y
haciéndole pedazos al cerrar su puño.
-¡Hey!
-se quejó asustado e intimidado, pero aun curioso- ¿acaso están amenazando?
¿planean más ataques? -formuló rápidamente y gritó a los policías- ¡amenazaron
con lanzar más animales! -rugió en voz alta y la gente chilló, con los cercanos
alejándose de ellos con miedo.
-Mierda,
-esta vez John murmuró en voz alta,- ¡vamos, salgamos de aquí! -dijo, agarrando
a Leian que parecía a punto de replicar, y arrastrándola lejos, con las luces
de los flashes siguiéndoles.
-¡Déjame
ir a golpear a ese prepotente! -exigió el espíritu, pero el chico negó con
firmeza.
-¡Vas
a meternos en más problemas Leian! -la acusó- ¿es que no sabes que es él?
-preguntó, mientras la gente les abría paso asustados, llamando a la policía.
-¿Un
insufrible? -sugirió, despectiva.
-¡Si,
pero un insufrible periodista! -apuntó, pero la chica lo miró con confusión,
como si aquella palabra le resultara extraña- ¿es que no sabes lo que es un
periodista? -le preguntó- ¿hace cuanto que no visitas la Tierra? -inquirió y el
rostro de la chica se contrajo, casi ofendida y enfadada por la pregunta.
-Eso
no es asunto tuyo -le espetó.
-Me
estoy cansando de esa respuesta -comentó el chico.
-Entonces
no preguntes cosas que no te conciernen.
La
respuesta de Leian fue tan terminante que John prefirió ahorrarse discutir.
Simplemente la siguió arrastrando lejos, mirando sobre su hombro solo para
asegurarse de que la policía no les estuviera siguiendo. No tenía suerte. Los
oficiales estaban hablando con el periodista, escuchándolo atentamente mientras
él los señalaba.
Mierda, volvió a pensar.
-Oh,
esto no puede estar pasando… -susurró Lara, incrédula, y los empujó para ir más
rápido- ¿no podías pasar desapercibido, John? -le espetó.
-No
pero si queres, puedo ponerme bigote y peluca la próxima vez que me ataquen
-replicó su hermano y la chica puso los ojos en blanco.
-Tarado…
-murmuró.
-Basta,
hay que seguir -los cortó Gabriel.
Los
cuatro chicos corrieron hacia lo que quedaba de la casa, con John volviendo a
sentir a su pecho oprimirse al ver los restos. Incluso Lara parecía deprimida,
esforzándose por no mirar hacia los escombros.
-¡Bien!
-festejó Gabriel,- ¡no le paso nada al garaje! -apuntó y en efecto, la casa del
vecino estaba en perfecto estado- pásame las llaves, John -dijo, haciendo que
el chico quitara la mirada de los restos para lanzarle el manojo brillante.
Siempre lo llevaba encima, aun cuando estaba en piyamas, como un modo fácil
para huidas rápidas. Aun así, no había reparado en que Leian le había estado
observando con curiosidad, haciéndole sonrojar y ocultar su rostro.
Gabriel
corrió hacia el garaje, abriendo la puerta y dejando que el reluciente capo
negro brillara bajo la luz del sol. John amaba ese auto. Su padre lo había
amado también, así que creía que era algo de familia, pero le daba escalofríos
pensándolo cruzando kilómetros de ruta con enemigos persiguiéndole.
-¡Vamos!
-llamó Gabriel, haciéndoles señas y los tres corrieron al auto, con John
subiéndose al lado del conductor. Su moto probablemente estaría a salvo en el
patio, (deseaba desesperadamente que fuera así) y hubiera preferido usarla,
pero nadie conducía ese auto excepto él. Lara y Gabriel lo sabían tan bien que
ni siquiera pusieron objeciones. Aun así no esperaba la mirada de reprobación
de Leian al verlo sentado allí.
-¿Qué?
-le preguntó.
-Deberías
dejarme conducir a mí -contestó la chica- tengo más experiencia con lo que nos
enfrentamos -dijo.
-Mira
hay dos cosas que debes saber de este auto, una: que es mi bebe y dos: solo yo
conduzco mi bebe -replicó y la chica alzó una ceja, poco sorprendida.
-¿Tu
bebe? ¿es en serio? -inquirió y Lara resopló desde la parte trasera.
-Oh,
si… -murmuró, con su hermano lanzándole una mirada cargada antes de volverse a
Leian.
-El
punto es que este auto es sagrado, -dijo- así que súbete de una vez…
-Tengo
decenas de años de experiencia más que vos con autos -apuntó la chica.
-¿Tienes
carnet de conducir? -inquirió el chico y la chica lo miró como si le hubiera
hablado en chino- eso pensé. Olvídalo, oh, espíritu todo poderoso, yo sigo
conduciendo -declaró y la chica gruñó, subiéndose por el espacio que Gabriel
abría para él.
-Mortal
arrogante -masculló por lo bajo.
-Inmortal
insoportable -retrucó John, los ojos de la chica volviéndose filosas rendijas a
través del espejo retrovisor. El chico tuvo la sensación de que mil voltios
cosquilleaban sus dedos.
-Bien,
córtenla con su aparatosa discusión y vámonos, AHORA -se entrometió Lara, sus
ojos abriéndose en la última palabra como si su tono de voz no fuera ya lo
suficientemente suspicaz.
-Ya
-contestó su hermano, empezando a arrancar el auto, cuando escuchó el sonido de
voces gritando más cerca, erizándole la piel- oh, no, ¿otro ataque? -preguntó, sus
nervios alterándose al pensar en toda aquella gente que debía ser salvada.
-No
-dijo Gabriel, quien parecía concentrado y levemente sorprendido- es… -iba
diciendo, cuando tres policías saltaron frente a la puerta abierta, sus armas
apuntando hacia adentro.
-¡Bajen
ahora mismo y con las manos en alto! -ordenaron.
Así
que no era una nueva y mortífera criatura. Era una turba. John se había
enfrentado a muchas cosas extrañas en su vida: hombres y mujeres transformados
mágicamente, una criatura chupasangre que hubiera dejado en vergüenza hasta el
vampiro más salvaje e incluso algún que otro hibrido. Pero definitivamente una
horda de gente no estaba entre sus enemigos más comunes, o siquiera estaba en
la lista. Así que no pudo evitar quedarse congelado al ver a las personas por
quien se arriesgaba todos los días clamando por ellos.
-Oh,
mierda -masculló Lara- esto parece una mala película…
-¡Bajen
del auto, ahora! -gritaron de nuevo los policías, con algunas personas espiando
curiosas detrás de ellos, y los vio cargar sus armas.
-¡Vamos,
avanza! -chilló Leian, y John frunció el seño, cambiando la marcha y
acelerando. Los policías, dispararon, dos tiros que rebotaron contra el vidrio
como si nada, y al instante saltaron hacia el jardín, con las demás personas
retrocediendo entre chillidos. John avanzó, poniendo el freno del mano y
haciendo que la cola del Camaro derrapara por toda la entrada hasta que el
frente apuntara a la calle desierta. Ahí entonces aceleró, deslizándose a toda
velocidad por el asfalto suave.
-¡Wow!
-saltó Gabriel, sorprendido por la salvajada del movimiento, pero John no tenía
tiempo para pensar en ser cuidadoso. Su prioridad ahora era sacarlos de la
ciudad, vivos si era posible.
-Abrochense
-ordenó John, todavía tenso, y ninguno lo contradijo, escuchando el múltiple
chasquido de metal.
-Bien,
ahora que estamos más… seguros -aventuró Lara- ¿Qué demonios era eso de ahí
atrás? -preguntó y los ojos de John se movieron directamente a Leian por el
espejo retrovisor.
-La
experta les dirá -apuntó, notando como ella ponía los ojos en blanco, pero
asentía.
-Era
un Gazzor -dijo, como si el nombre lo explicara todo- es una criatura que vaga
cerca de mi hogar, se alimenta de electricidad -apuntó- me sorprende que haya
podido dar conmigo en una ciudad, especialmente con tantos cableados entre cuadra y otra...
-Gazzor
-repitió Gabriel, como si se tratara de un encantamiento y pronto la criatura
volvería por ellos- ¿Crees que te buscaban? -inquirió y la chica asintió.
-No
veo otra explicación… -iba diciendo, cuando algo en sus ojos brilló, mirando
suspicaz hacia el chico- ¿dijiste “buscaban”? resaltó el plural y el chico
asintió.
-Había
dos -contestó y John lo miró sorprendido.
-¿Dos?
-repitió y su hermana resopló.
-No
es que estamos así solo por correr por el parque, John -replicó, señalando su
aspecto y el de su novio. Su hermano no había reparado en ello antes, pero
entonces vio que la remera de su amigo estaba hecha jirones, como si unas
zarpas se hubieran enseñado con ella, y que tenía cortes por todos lados. Lara
tenía toda la ropa sucia y cortada, con un corte intenso en la mejilla. Al
instante, su instinto protector se incentivó.
-¿Estás
bien? -le preguntó y ella asintió, dándole el tiempo para mirar a Gabriel en
busca de explicaciones.
-Había
otro monstruo en la parte trasera, -dijo- todo esto -señaló a su ropa rota y
las lastimaduras- fue por detenerlo.
-¿Lograron
matarlo? -preguntó Leian, súbitamente sorprendida, y el chico asintió.
-Fue
algo difícil, pero sí… -dijo- por eso tardamos tanto en ir a ayudarlos.
La
chica alzó la barbilla, como si estuviera impresionada.
-Aun
así, no entiendo porque él de ustedes era tan diferente -comentó Lara y se giró
hacia el espíritu- ¿acaso hay varias especies de eso?
-No
-contestó la chica, su cara volviendo a la seriedad de siempre- pero los Gazzor
se transforman al alimentarse de electricidad. Mientras más consumen, se
vuelven más grandes y peligrosos. Por eso les gusta estar cerca de mi hogar
-dijo, con el “o de mi” siendo palpable en su voz.
-¿De
dónde sacó electricidad? -inquirió Lara, sorprendiéndola al dar por sentado que
ella no había sido la causante.
-Golpeó
contra uno de los cableados de alrededor del parque y este dejó escapar algunas
corrientes. No pude detenerlo -masculló, como si ella hubiera sido la culpable
de la poca favorable distribución eléctrica.
-No
es que pudieras haber hecho algo para detenerlo -comentó John y ella le lanzó
una mirada filosa.
-Podría
haberlo matado cuando debía y no tendríamos este problema -replicó, y el chico
hiso una mueca como si le hubiera lanzado una piedra. ¿Por qué ella era tan
difícil?
-¿No
podías intentar absorber la electricidad de nuevo? -sugirió Gabriel y la chica
frunció el seño, molesta.
-La
energía que absorbió fue mayormente soldada a sí mismo, como si fueran más
terminaciones nerviosas, -dijo- lo máximo que podía hacer era intentar
controlarlos, pero eso no resulta tan bien aquí -dijo y John entendió lo que
quería decir. Aquí, sin tanta magia a su disposición y atrapada en un cuerpo
humano, estaba limitada; aun cuando eso no le impedía seguir pateando traseros.
-A
Will le va a encantar esto -comentó Lara y el chico hiso una mueca. El director
de la escuela no era en ningún aspecto malvado o algo por el estilo, pero era
protector. Con la presión de la guerra, no le iba a gustar nada todo lo
sucedido. Ni siquiera sabía John, si la presencia de Leian sería tomada a bien.
Su
mente parecía plantearle el escenario, con pros y contras, cuando de pronto
notó un brillo rojo y azul resplandeciendo en sus espejos, mirando hacia atrás
para ver a varios coches policías siguiéndoles, el sonido de sus sirenas
ahogado por el trafico general.
-Oh,
tienen que estar bromeando -murmuró, girando para ver mejor, y al instante el
sonido de persecución se hiso más potente, las luces bailando bajo el sol
matutino.
-¿Qué?
-exclamó su hermana, con la boca abierta de la sorpresa- ¿Nos están siguiendo?
-Realmente
deben creernos culpables -comentó Gabriel y John apretó la mandíbula, agarrando
con fuerza el manubrio.
-Agárrense
-masculló, cambiando de marcha y acelerando- voy a tratar de perderlos...
-No
va a ser necesario -dijo Leian y se volteó hacia los autos, con el chico
sintiendo a la magia agitándose violentamente a su alrededor. Al instante algo
explotó detrás de ellos, con John viendo como los autos de policía se detenían,
con sus capos en llamas.
-¡Leian,
¿Qué demonios?! -le espetó, furioso; sobresaltando a todos. John no estaba
seguro de donde había salido tanta ira, ni como le había gritado así, pero
cuando vio la posibilidad de que aquellos humanos inocentes hubieran terminado
heridos frente a sus narices, no pudo contenerse.
El
espíritu parecía sorprendido, pero pronto su expresión se diluyó a una molesta
y ofendida, como si no pudiera comprender como él se había atrevido a hablarle
así.
-Nos
salve de un aprieto, John -señaló, apuntando hacia los automóviles detenidos
para hacerlo más obvio.
-¡Eso
no era necesario! -insistió el chico, mirándola molesto- ¡podrías haber herido
o matado a alguien! -le espetó y las mejillas de ella se vertieron a un intenso
rojo.
-No
iba a lastimar a nadie -dijo, molesta- solo recargue sus baterías…
-¿Y
que hubiera sucedido si las explosiones hicieran estallar el motor? -sugirió,
sin poder controlar el torrente de palabras- ¿o si el trafico parado atrapaba a algún distraído? ¿O si…?
-John
-lo cortó su hermana, sus ojos abiertos por la impresión, y devolviéndole a la
realidad. El chico volvió a mirar a Leian y se sorprendió de ver una veta
culpable tras esos ojos acerados. Al instante se sintió mal.
-No
iba a matarlos -dijo con dureza- creo que puedo controlar mis poderes lo
suficiente como para asegurarme de eso, John Grey. Nunca más vuelvas a hablarme
así -dijo y desvió la mirada hacia un lado, concentrándose furiosa en la calle.
Gabriel
le dirigió una mirada a John, suspirando y mordiéndose el labio al mismo tiempo
en plan: “amigo, que bien la cagaste”. No era precisamente lo que necesitaba.
-Bien,
como sea -dijo John, manejando el resto del viaje en un silencio incomodo. Por
un momento se pregunto que tenía esa chica para imponer esos momentos en donde lo
único que deseaba era lanzarse de un puente. Seguro que eso molestaría menos
que esa sensación de peligro, como si al primero que hablara lo fuera a
atravesar un cuchillo.
John
casi agradeció cuando llegaron a la escuela, con todos saliendo tan rápidamente
del auto como les fue posible. Leian tenía esa actitud altiva y orgullosa, solo
mirándole el tiempo suficiente como para desearle una muerte dolorosa.
Sí,
John se enorgullecía de sus habilidades con las damas.
-Ven,
-le dijo,- te presentaremos a nuestro director -dijo, pero ella no dio muestras
de haberle oído, ni el espero alguna. Solo camino hacia la entrada, sabiendo
que ella lo seguiría, o al menos a Lara o Gabriel.
La
escuela era un bullicio, como lo era todas las mañanas. John calculó que era casi
mediodía, así que no se sorprendió de la gran cantidad de chicos caminando por
el primer piso, probablemente dirigiéndose hacia la cafetería. Muchos cargaban
armas, luciendo transpirados y sucios, pero excitados al mismo tiempo, como si
hubieran pasado un buen momento. El chico los envidió por un momento. Extrañaba
aquellos momentos en los que entrenar le gustaba. Cuando la obligación de
defender su vida no era real.
Una
pareja caminó por el pasillo hacia el pasillo, riendo, y John los reconoció.
Eran amigos, Javier Guerrero y su novia, Guadalupe; ambos legados de la piedra.
Él había hecho muchas misiones junto a ellos, y le caían muy bien. Habían
estado juntos tanto tiempo que prácticamente todos esperaban que anunciaran su
boda en cualquier momento.
Los
dos miraron al grupo con extrañeza, cruzando miradas antes de saludar.
-Hola,
chicos -saludó Javier- creía que tenían el día libre… -dijo y su mirada viajó
hacia nuestra ropa rota y sucia.
-Ataque
-contestó John secamente y Guadalupe hiso una mueca.
-¿Están
bien? -inquirió y el chico asintió, cuando los ojos de la chica se detuvieron
en Leian, quien resaltaba entre todos ellos como un naranja fosforescente en un
entierro.
-Ella
es Leian -dijo el chico secamente, y apuro el paso- nos vemos luego -dijo,
escuchando el saludo confundido de sus amigos quedarse atrás.
La
chica lo miró con curiosidad, un pequeño alivio dado a las miradas que había
recibido de ella, pero el chico intentó no mirar. Simplemente siguió caminando
hasta que la puerta de la oficina de Will estuvo frente a sus ojos.
-John,
-saludo este al abrirles, sorprendido de verles a todos- ¿Qué…? -iba diciendo
cuando se encontró con Leian, su voz cortándose al instante.
-Tenemos
que hablar -dijo el chico.
-Bueno…
esto sí que es una sorpresa…
Eso
era lo único que Will había podido decir. John no había podido culparlo. El
hombre, pese a parecer joven, había vivido más de lo que cualquiera hubiera
querido apostar. Probablemente había visto cosas extrañas antes, recibiendo cualquier
noticia con la misma sonrisa seca, pero definitivamente esta historia no era
regular. Después de todo, ¿Cuántas veces un espíritu bueno aparecía en un
parque y comenzaba una pelea? Probablemente una a dos veces cada unos siglos.
Will
se dirigió hacia Leian, quien lo miraba con expresión indescifrable.
-Es
un… eh, honor, tenerla aquí -dijo y ella ladeó la cabeza en gesto estudioso.
-No
parece realmente honrado -comentó y el hombre sonrió, notando que nada se le
escapaba a aquella chica.
-Estoy
aun sorprendido, -admitió- no todos los días recibimos visitas de espíritus, no
al menos de uno que no intente matarnos -apuntó con toda naturalidad, y John se
cuestionó eso. Leian realmente parecía querer matarlo a él por lo menos- ¿puedo
al menos saber a que se dio esta sorpresa? -preguntó y la chica apretó los
dientes, con el chico sabiendo que soltaría su frase favorita.
-Lo
lamento, pero no ese no es su asunto -dijo. John casi la hubiera recitado
igual.
Aun
así, Will solo entornó la cabeza, mirándola casi con curiosidad.
-Como
ha involucrado a mis alumnos en esto, lamentablemente lo ha convertido en
asunto de todos nosotros -dijo y la chica apretó los labios.
-Yo
no les pedí intervenir -declaró. Otra frase que John había estado esperando,
solo que otra vez, no tenía paciencia para ellas.
-No
importa que lo hayas pedido o no -dijo- mí casa está destruida, así que bien
podrías decirme porque -dijo y un intenso rubor cubrió a la chica, con esta
apretando los puños.
-No
te atrevas a sugerir que eso fue mi culpa, ¡te advertí que eso pasaría!
-exclamó, señalándolo acusadoramente y el chico alzó sus manos.
-¡Yo
no estaba diciendo nada! -exclamó- pero como estoy seguro de que esas cosas no
me buscaban a mí, estoy interesado en porque a ti si.
La
chica se mordió el labio, sonrojada por la ira. John tuvo que evitar distraerse
con lo bonita que se veía de esa manera.
-No
puedo involucrarlos en esto, -finalmente dijo- tengo que hacer algo en su
mundo, algo que tal vez haya llamado la atención de vuestros enemigos, pero es
un asunto en el cual no pueden inmiscuirse mortales -declaró.
-¿Tienes
una misión? -preguntó John, ahora nuevamente interesado y ella le miró con
cierto letargo.
-Sí,
pero…
-Lamento
tener que interrumpirla, -la cortó entonces Will- pero usted dijo que nuestros
enemigos estaban interesados en lo que usted tiene que hacer. Si podría
elaborar más sobre el tema.
-Lo
siento, pero no -declaro ella, a su vez-
entiendo cual es su preocupación con ello, pero es información que no puedo
divulgar.
-Y
yo también lo siento, pero no puedo quedarme con la duda -insistió Will, con
una irritada mirada bailando por los ojos de ella- por como usted habla del
tema parece como si eso que tiene que hacer es algo que podía beneficiar a su
hermano en la guerra ¿o me equivoco? -preguntó y la chica parecía incluso más
irritada que hacía cinco segundos antes.
-No,
no se equivoca -admitió.
-Entonces
no puede no decirnos -declaró y los ojos de la mujer centellaron, como si
relámpagos hubieran cobrado vida dentro de esa tormenta.
-Usted
no va a darme ordenes… -empezó a decir, su voz tan filosa como el cristal,
cuando John decidió intervenir.
-Leian,
por favor cuéntanos -pidió- sé que puedes encargarte de esto, pero tengo que
saber porque la casa de mi padre esta destruida… -dijo y algo se ablando en la
mirada de acero de la chica, algo similar a la culpa y la compasión, solo para
cerrar los ojos al instante y suspirar. Cuando volvió a abrirlos, el
sentimiento había desaparecido.
-Por
favor -insistió Lara, y la chica hiso una mueca, pero terminó cruzándose de
brazos.
-Fui
alertada de que algo había sido robado desde uno de los mundos mágicos, -dijo-
tengo que buscar lo que se robo y devolverlo antes de que sea tarde.
-¿Qué
fue robado? -preguntó Will, y ella pareció inquieta con la idea, abriendo y
cerrando las manos con terquedad antes de responder.
-Artículos
mágicos muy poderosos -dijo- la clase de cosas que harían mucho mal en las
manos equivocadas…
-¿Y
debes devolverlo a sus tierras? -inquirió el director y la chica asintió,
haciendo que este luciera nuevamente sorprendido- ese riesgo debe ser grave, ya
que los espíritus se han permitido involucrarse…
-Fui
pedida de hacerlo -explicó ella,- de otra forma, la magia ni siquiera me hubiera
dejado pasar a este mundo…
-¿Pedida?
-repitió Gabriel y la expresión de la chica se tensó, una señal de inquietud
más grave pesando en su mirada. John sintió un escalofrío. Si había algo que
podía llevar a asustarla, era algo que debía asustarles a todos.
Aun
así Leian evadió el tema, suspirando y ladeando la cabeza.
-Lo
importante es que ahora tengo que partir -dijo- por alguna razón, el portal se
desvió hacia su ciudad y estoy a una larga distancia del lugar -respondió-
tengo que pedirle que me deje ir -dijo y un inquietante escalofrío recorrió la
espalda de John, haciéndole dar un respingo.
Will
miró al espíritu pensativo, calculando sus palabras con un seño preocupado.
-Si
lo que dice es cierto, no tengo otra opción que hacer lo que me pide -dijo y
John abrió la boca para hablar, pero una mirada del hombre lo cortó- aun así,
la situación es demasiado grave como para dejar que se encargue con la misión
por si sola, -dijo y la chica abrió los ojos, como si esperara oír cualquier cosa
excepto lo que el director dijo a continuación- voy a tener que pedirle que
acepte a los chicos como escoltas -dijo y la reacción fue instantánea. Al mismo
tiempo que Leian gritaba “no”, John gritó “si”.
Ambos
se miraron, el chico sonrojado por su lapsus de debilidad, y la chica con una
mirada rabiosa, como si el chico se hubiera ofrecido a golpear a su madre. Como si John fuera la peste, ella se volvió hacia Will.
-No
voy a ser acompañada por ningún mortal. Yo puedo ocuparme de esto perfectamente
por mi cuenta, muchas gracias -declaró.
-Oh,
por todos los espíritus -suspiró John, poniendo los ojos en blanco.
-No
es una cuestión de lo que pueda o no hacer -dijo Will- yo no estoy poniendo en
duda su valía, solo que no puedo dejarla ir con el futuro de nuestro mundo en
sus manos y quedarme de brazos cruzados.
-¿Acaso
no entiende que no puede interferir? -preguntó Leian- ¡Esta misión me ha sido
dada en mi mundo! ¡Ustedes solo interferirán! -exclamó.
-Gracias
por el cumplido -comentó Gabriel, pero la chica lo ignoró.
-No
vamos a dejarte sola con esto -dijo John- no importa quien te dio la misión,
nosotros ya estamos metidos en esto…
-Ustedes
no… -iba diciendo, pero el chico la interrumpió.
-¡Vamos,
sabes que es verdad! -exclamó- aunque no te acompañáramos, ellos vendrían a
buscarnos de todas formas -dijo y los ojos de ella se hicieron rendijas al
mirarlo.
-Yo
te dije que eso sucedería al momento en que me ofreciste cobijo…
-No
estoy echándotelo en cara, solo te estoy recordando un hecho -dijo y la chica
lo miró enfurecida.
-John
tiene razón -intervino Gabriel,- ya estamos metidos en esto y no va a haber
nada que puedas hacer para hacernos cambiar de opinión.
-Además,
-volvió a meterse John- vos misma lo dijiste, el portal te envió aquí sin razón
alguna, ¿Qué tal si fue porque sabía que te encontraría? -apuntó y la chica se
sonrojó, apretando los puños con estupor.
-Eso
es absurdo -declaró.
-Pero
posible -aportó Will y ella suspiró, agachando su cabeza hacia el suelo como si
quisiera ganar paciencia. Cuando volvió a levantar la vista, sus ojos echaban
chispas.
-Yo
ya he dado mi opinión al respecto -dijo, su voz calma como el ojo del huracán-
no seré escoltada o acompañada de ninguna forma... -sus ojos centellaron
peligrosamente antes de continuar- y no hay nada que puedan hacer al respecto
-dijo y alzando la barbilla de forma orgullosa, giró sobre sus talones y salió
con la elegancia de una reina del salón.
-John…
-le advirtió su hermana, pero él no la escuchó, siguiendo sus pasos.
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