Parte 6 - Cuando el Rayo Cae


Una de las dificultades de un ataque salvaje: el caos continúa aun cuando la criatura está muerta. Pese a que el último rugido del Gazzor ya había sido suspirado hacía ya largos minutos, la gente en la calle aun seguía en pánico. Ambulancias, autos de policía e incluso un camión de bomberos estaban en la escena, intentando controlar el pánico desaforado del barrio entero. Aun desde la distancia, John podía escuchar los gritos de los oficiales, intentando asegurar al gentío de que ningún animal salvaje estaba libre en el parque. Era verdad, pero el chico no pudo menos que admirar la ignorancia humana. El no saber realmente debía de ser una bendición.
Luego de que hubieran podido recuperarse lo mejor posible, los cuatro se habían acercado hacia la calle, intentando mezclarse entre la horda de gente. John sabía que debían de llamar la atención, especialmente con su ropa (ya antes apenas presentable) rota y sucia, y las heridas apenas cicatrizando, pero habían tenido la esperanza de que entre el caos no resaltaran tanto.
-¿A dónde vamos? -preguntó Leian, mirando con desconfianza al grupo reunido. John temió que los creyera enemigos de pronto y se lanzara a atacarlos.
-Vamos a ver si algo quedo de la casa -dijo John. Eso era parcialmente verdad. el chico quería ver su hogar, necesitaba hacerlo para su salud mental, pero especialmente quería saber si algo había sobrevivido… como el viejo Camaro negro de su padre en el garaje del vecino. Tenía la esperanza de que las casas aledañas no hubieran sufrido daños, pero era imposible de saber cuándo una decena de autos se habían volado por los aires en dirección a su casa. Quién sabe si el Gazzor había tenido tan buena puntería después de todo. Además, el coche era lo única oportunidad que tenían para salir de allí rápidamente, porque Leian podía ser completamente terca y orgullosa, pero tenía razón en algo: los que los atacó volvería, y está vez con un ataque más fuerte.
Su hermana gruñó, mirando a las personas que la empujaban con molestia.
-¡No se puede avanzar así! -se quejó.
-Vamos, solo son unos metros -insistió John, y la chica masculló por lo bajo, con algunas maldiciones perdiéndose entre el griterío general.
-Hombre, esto es un desastre -comentó Gabriel, detrás de ellos,- no sé cómo vamos a solucionar esto…
-Will va a encontrar la manera -apuntó John, empujando para avanzar, cuando la persona que estaba intentando pasar se dio vuelta, su boca abierta para probablemente gritarle, cuando lo vio con detenimiento, abriendo los ojos de par en par.
-¡Es él! -chilló la mujer, señalándolo- ¡él estaba con la bestia! -gritó y la gente se giró a mirarlo, con John notando a un par de policías observando con interés criminal.
“Mierda” pensó el chico.
-Sigan -ordenó, escabulléndose lo más rápido que podía, cuando un flash le cegó la visión, parpadeando un par de veces para encontrarse a un fotógrafo sonriéndole con diversión.
-¡Señor, es una exclusiva! -anunció y le extendió una grabadora- dígame, ¿en que pensaba cuando soltó una bestia peligrosa en plena ciudad?
-Yo no… -había empezado a decir John, todavía medio mareado, cuando vio a Leian adelantándose, mirando con furia al periodista.
-Aléjate de aquí, mortal, esto no es asunto tuyo -masculló, sacándole la grabadora y haciéndole pedazos al cerrar su puño.
-¡Hey! -se quejó asustado e intimidado, pero aun curioso- ¿acaso están amenazando? ¿planean más ataques? -formuló rápidamente y gritó a los policías- ¡amenazaron con lanzar más animales! -rugió en voz alta y la gente chilló, con los cercanos alejándose de ellos con miedo.
-Mierda, -esta vez John murmuró en voz alta,- ¡vamos, salgamos de aquí! -dijo, agarrando a Leian que parecía a punto de replicar, y arrastrándola lejos, con las luces de los flashes siguiéndoles.
-¡Déjame ir a golpear a ese prepotente! -exigió el espíritu, pero el chico negó con firmeza.
-¡Vas a meternos en más problemas Leian! -la acusó- ¿es que no sabes que es él? -preguntó, mientras la gente les abría paso asustados, llamando a la policía.
-¿Un insufrible? -sugirió, despectiva.
-¡Si, pero un insufrible periodista! -apuntó, pero la chica lo miró con confusión, como si aquella palabra le resultara extraña- ¿es que no sabes lo que es un periodista? -le preguntó- ¿hace cuanto que no visitas la Tierra? -inquirió y el rostro de la chica se contrajo, casi ofendida y enfadada por la pregunta.
-Eso no es asunto tuyo -le espetó.
-Me estoy cansando de esa respuesta -comentó el chico.
-Entonces no preguntes cosas que no te conciernen.
La respuesta de Leian fue tan terminante que John prefirió ahorrarse discutir. Simplemente la siguió arrastrando lejos, mirando sobre su hombro solo para asegurarse de que la policía no les estuviera siguiendo. No tenía suerte. Los oficiales estaban hablando con el periodista, escuchándolo atentamente mientras él los señalaba.
Mierda, volvió a pensar. 
-Oh, esto no puede estar pasando… -susurró Lara, incrédula, y los empujó para ir más rápido- ¿no podías pasar desapercibido, John? -le espetó.
-No pero si queres, puedo ponerme bigote y peluca la próxima vez que me ataquen -replicó su hermano y la chica puso los ojos en blanco.
-Tarado… -murmuró.
-Basta, hay que seguir -los cortó Gabriel.
Los cuatro chicos corrieron hacia lo que quedaba de la casa, con John volviendo a sentir a su pecho oprimirse al ver los restos. Incluso Lara parecía deprimida, esforzándose por no mirar hacia los escombros.
-¡Bien! -festejó Gabriel,- ¡no le paso nada al garaje! -apuntó y en efecto, la casa del vecino estaba en perfecto estado- pásame las llaves, John -dijo, haciendo que el chico quitara la mirada de los restos para lanzarle el manojo brillante. Siempre lo llevaba encima, aun cuando estaba en piyamas, como un modo fácil para huidas rápidas. Aun así, no había reparado en que Leian le había estado observando con curiosidad, haciéndole sonrojar y ocultar su rostro.
Gabriel corrió hacia el garaje, abriendo la puerta y dejando que el reluciente capo negro brillara bajo la luz del sol. John amaba ese auto. Su padre lo había amado también, así que creía que era algo de familia, pero le daba escalofríos pensándolo cruzando kilómetros de ruta con enemigos persiguiéndole.
-¡Vamos! -llamó Gabriel, haciéndoles señas y los tres corrieron al auto, con John subiéndose al lado del conductor. Su moto probablemente estaría a salvo en el patio, (deseaba desesperadamente que fuera así) y hubiera preferido usarla, pero nadie conducía ese auto excepto él. Lara y Gabriel lo sabían tan bien que ni siquiera pusieron objeciones. Aun así no esperaba la mirada de reprobación de Leian al verlo sentado allí.
-¿Qué? -le preguntó.
-Deberías dejarme conducir a mí -contestó la chica- tengo más experiencia con lo que nos enfrentamos -dijo.
-Mira hay dos cosas que debes saber de este auto, una: que es mi bebe y dos: solo yo conduzco mi bebe -replicó y la chica alzó una ceja, poco sorprendida.
-¿Tu bebe? ¿es en serio? -inquirió y Lara resopló desde la parte trasera.
-Oh, si… -murmuró, con su hermano lanzándole una mirada cargada antes de volverse a Leian.
-El punto es que este auto es sagrado, -dijo- así que súbete de una vez…
-Tengo decenas de años de experiencia más que vos con autos -apuntó la chica.
-¿Tienes carnet de conducir? -inquirió el chico y la chica lo miró como si le hubiera hablado en chino- eso pensé. Olvídalo, oh, espíritu todo poderoso, yo sigo conduciendo -declaró y la chica gruñó, subiéndose por el espacio que Gabriel abría para él.
-Mortal arrogante -masculló por lo bajo.
-Inmortal insoportable -retrucó John, los ojos de la chica volviéndose filosas rendijas a través del espejo retrovisor. El chico tuvo la sensación de que mil voltios cosquilleaban sus dedos.
-Bien, córtenla con su aparatosa discusión y vámonos, AHORA -se entrometió Lara, sus ojos abriéndose en la última palabra como si su tono de voz no fuera ya lo suficientemente suspicaz.
-Ya -contestó su hermano, empezando a arrancar el auto, cuando escuchó el sonido de voces gritando más cerca, erizándole la piel- oh, no, ¿otro ataque? -preguntó, sus nervios alterándose al pensar en toda aquella gente que debía ser salvada.
-No -dijo Gabriel, quien parecía concentrado y levemente sorprendido- es… -iba diciendo, cuando tres policías saltaron frente a la puerta abierta, sus armas apuntando hacia adentro.
-¡Bajen ahora mismo y con las manos en alto! -ordenaron.
Así que no era una nueva y mortífera criatura. Era una turba. John se había enfrentado a muchas cosas extrañas en su vida: hombres y mujeres transformados mágicamente, una criatura chupasangre que hubiera dejado en vergüenza hasta el vampiro más salvaje e incluso algún que otro hibrido. Pero definitivamente una horda de gente no estaba entre sus enemigos más comunes, o siquiera estaba en la lista. Así que no pudo evitar quedarse congelado al ver a las personas por quien se arriesgaba todos los días clamando por ellos.
-Oh, mierda -masculló Lara- esto parece una mala película…
-¡Bajen del auto, ahora! -gritaron de nuevo los policías, con algunas personas espiando curiosas detrás de ellos, y los vio cargar sus armas.
-¡Vamos, avanza! -chilló Leian, y John frunció el seño, cambiando la marcha y acelerando. Los policías, dispararon, dos tiros que rebotaron contra el vidrio como si nada, y al instante saltaron hacia el jardín, con las demás personas retrocediendo entre chillidos. John avanzó, poniendo el freno del mano y haciendo que la cola del Camaro derrapara por toda la entrada hasta que el frente apuntara a la calle desierta. Ahí entonces aceleró, deslizándose a toda velocidad por el asfalto suave.
-¡Wow! -saltó Gabriel, sorprendido por la salvajada del movimiento, pero John no tenía tiempo para pensar en ser cuidadoso. Su prioridad ahora era sacarlos de la ciudad, vivos si era posible.
-Abrochense -ordenó John, todavía tenso, y ninguno lo contradijo, escuchando el múltiple chasquido de metal.
-Bien, ahora que estamos más… seguros -aventuró Lara- ¿Qué demonios era eso de ahí atrás? -preguntó y los ojos de John se movieron directamente a Leian por el espejo retrovisor.
-La experta les dirá -apuntó, notando como ella ponía los ojos en blanco, pero asentía.
-Era un Gazzor -dijo, como si el nombre lo explicara todo- es una criatura que vaga cerca de mi hogar, se alimenta de electricidad -apuntó- me sorprende que haya podido dar conmigo en una ciudad, especialmente con tantos cableados entre cuadra y otra...
-Gazzor -repitió Gabriel, como si se tratara de un encantamiento y pronto la criatura volvería por ellos- ¿Crees que te buscaban? -inquirió y la chica asintió.
-No veo otra explicación… -iba diciendo, cuando algo en sus ojos brilló, mirando suspicaz hacia el chico- ¿dijiste “buscaban”? resaltó el plural y el chico asintió.
-Había dos -contestó y John lo miró sorprendido.
-¿Dos? -repitió y su hermana resopló.
-No es que estamos así solo por correr por el parque, John -replicó, señalando su aspecto y el de su novio. Su hermano no había reparado en ello antes, pero entonces vio que la remera de su amigo estaba hecha jirones, como si unas zarpas se hubieran enseñado con ella, y que tenía cortes por todos lados. Lara tenía toda la ropa sucia y cortada, con un corte intenso en la mejilla. Al instante, su instinto protector se incentivó.
-¿Estás bien? -le preguntó y ella asintió, dándole el tiempo para mirar a Gabriel en busca de explicaciones.
-Había otro monstruo en la parte trasera, -dijo- todo esto -señaló a su ropa rota y las lastimaduras- fue por detenerlo.
-¿Lograron matarlo? -preguntó Leian, súbitamente sorprendida, y el chico asintió.
-Fue algo difícil, pero sí… -dijo- por eso tardamos tanto en ir a ayudarlos.
La chica alzó la barbilla, como si estuviera impresionada.
-Aun así, no entiendo porque él de ustedes era tan diferente -comentó Lara y se giró hacia el espíritu- ¿acaso hay varias especies de eso?
-No -contestó la chica, su cara volviendo a la seriedad de siempre- pero los Gazzor se transforman al alimentarse de electricidad. Mientras más consumen, se vuelven más grandes y peligrosos. Por eso les gusta estar cerca de mi hogar -dijo, con el “o de mi” siendo palpable en su voz.
-¿De dónde sacó electricidad? -inquirió Lara, sorprendiéndola al dar por sentado que ella no había sido la causante.
-Golpeó contra uno de los cableados de alrededor del parque y este dejó escapar algunas corrientes. No pude detenerlo -masculló, como si ella hubiera sido la culpable de la poca favorable distribución eléctrica.
-No es que pudieras haber hecho algo para detenerlo -comentó John y ella le lanzó una mirada filosa.
-Podría haberlo matado cuando debía y no tendríamos este problema -replicó, y el chico hiso una mueca como si le hubiera lanzado una piedra. ¿Por qué ella era tan difícil?
-¿No podías intentar absorber la electricidad de nuevo? -sugirió Gabriel y la chica frunció el seño, molesta.
-La energía que absorbió fue mayormente soldada a sí mismo, como si fueran más terminaciones nerviosas, -dijo- lo máximo que podía hacer era intentar controlarlos, pero eso no resulta tan bien aquí -dijo y John entendió lo que quería decir. Aquí, sin tanta magia a su disposición y atrapada en un cuerpo humano, estaba limitada; aun cuando eso no le impedía seguir pateando traseros.
-A Will le va a encantar esto -comentó Lara y el chico hiso una mueca. El director de la escuela no era en ningún aspecto malvado o algo por el estilo, pero era protector. Con la presión de la guerra, no le iba a gustar nada todo lo sucedido. Ni siquiera sabía John, si la presencia de Leian sería tomada a bien.
Su mente parecía plantearle el escenario, con pros y contras, cuando de pronto notó un brillo rojo y azul resplandeciendo en sus espejos, mirando hacia atrás para ver a varios coches policías siguiéndoles, el sonido de sus sirenas ahogado por el trafico general.
-Oh, tienen que estar bromeando -murmuró, girando para ver mejor, y al instante el sonido de persecución se hiso más potente, las luces bailando bajo el sol matutino.
-¿Qué? -exclamó su hermana, con la boca abierta de la sorpresa- ¿Nos están siguiendo?
-Realmente deben creernos culpables -comentó Gabriel y John apretó la mandíbula, agarrando con fuerza el manubrio.
-Agárrense -masculló, cambiando de marcha y acelerando- voy a tratar de perderlos...
-No va a ser necesario -dijo Leian y se volteó hacia los autos, con el chico sintiendo a la magia agitándose violentamente a su alrededor. Al instante algo explotó detrás de ellos, con John viendo como los autos de policía se detenían, con sus capos en llamas.
-¡Leian, ¿Qué demonios?! -le espetó, furioso; sobresaltando a todos. John no estaba seguro de donde había salido tanta ira, ni como le había gritado así, pero cuando vio la posibilidad de que aquellos humanos inocentes hubieran terminado heridos frente a sus narices, no pudo contenerse.
El espíritu parecía sorprendido, pero pronto su expresión se diluyó a una molesta y ofendida, como si no pudiera comprender como él se había atrevido a hablarle así.
-Nos salve de un aprieto, John -señaló, apuntando hacia los automóviles detenidos para hacerlo más obvio.
-¡Eso no era necesario! -insistió el chico, mirándola molesto- ¡podrías haber herido o matado a alguien! -le espetó y las mejillas de ella se vertieron a un intenso rojo.
-No iba a lastimar a nadie -dijo, molesta- solo recargue sus baterías…
-¿Y que hubiera sucedido si las explosiones hicieran estallar el motor? -sugirió, sin poder controlar el torrente de palabras- ¿o si el trafico parado atrapaba a algún distraído? ¿O si…?
-John -lo cortó su hermana, sus ojos abiertos por la impresión, y devolviéndole a la realidad. El chico volvió a mirar a Leian y se sorprendió de ver una veta culpable tras esos ojos acerados. Al instante se sintió mal.
-No iba a matarlos -dijo con dureza- creo que puedo controlar mis poderes lo suficiente como para asegurarme de eso, John Grey. Nunca más vuelvas a hablarme así -dijo y desvió la mirada hacia un lado, concentrándose furiosa en la calle.
Gabriel le dirigió una mirada a John, suspirando y mordiéndose el labio al mismo tiempo en plan: “amigo, que bien la cagaste”. No era precisamente lo que necesitaba.
-Bien, como sea -dijo John, manejando el resto del viaje en un silencio incomodo. Por un momento se pregunto que tenía esa chica para imponer esos momentos en donde lo único que deseaba era lanzarse de un puente. Seguro que eso molestaría menos que esa sensación de peligro, como si al primero que hablara lo fuera a atravesar un cuchillo.
John casi agradeció cuando llegaron a la escuela, con todos saliendo tan rápidamente del auto como les fue posible. Leian tenía esa actitud altiva y orgullosa, solo mirándole el tiempo suficiente como para desearle una muerte dolorosa.
Sí, John se enorgullecía de sus habilidades con las damas.
-Ven, -le dijo,- te presentaremos a nuestro director -dijo, pero ella no dio muestras de haberle oído, ni el espero alguna. Solo camino hacia la entrada, sabiendo que ella lo seguiría, o al menos a Lara o Gabriel.
La escuela era un bullicio, como lo era todas las mañanas. John calculó que era casi mediodía, así que no se sorprendió de la gran cantidad de chicos caminando por el primer piso, probablemente dirigiéndose hacia la cafetería. Muchos cargaban armas, luciendo transpirados y sucios, pero excitados al mismo tiempo, como si hubieran pasado un buen momento. El chico los envidió por un momento. Extrañaba aquellos momentos en los que entrenar le gustaba. Cuando la obligación de defender su vida no era real.
Una pareja caminó por el pasillo hacia el pasillo, riendo, y John los reconoció. Eran amigos, Javier Guerrero y su novia, Guadalupe; ambos legados de la piedra. Él había hecho muchas misiones junto a ellos, y le caían muy bien. Habían estado juntos tanto tiempo que prácticamente todos esperaban que anunciaran su boda en cualquier momento.
Los dos miraron al grupo con extrañeza, cruzando miradas antes de saludar.
-Hola, chicos -saludó Javier- creía que tenían el día libre… -dijo y su mirada viajó hacia nuestra ropa rota y sucia.
-Ataque -contestó John secamente y Guadalupe hiso una mueca.
-¿Están bien? -inquirió y el chico asintió, cuando los ojos de la chica se detuvieron en Leian, quien resaltaba entre todos ellos como un naranja fosforescente en un entierro.
-Ella es Leian -dijo el chico secamente, y apuro el paso- nos vemos luego -dijo, escuchando el saludo confundido de sus amigos quedarse atrás.
La chica lo miró con curiosidad, un pequeño alivio dado a las miradas que había recibido de ella, pero el chico intentó no mirar. Simplemente siguió caminando hasta que la puerta de la oficina de Will estuvo frente a sus ojos.
-John, -saludo este al abrirles, sorprendido de verles a todos- ¿Qué…? -iba diciendo cuando se encontró con Leian, su voz cortándose al instante.
-Tenemos que hablar -dijo el chico.

-Bueno… esto sí que es una sorpresa…
Eso era lo único que Will había podido decir. John no había podido culparlo. El hombre, pese a parecer joven, había vivido más de lo que cualquiera hubiera querido apostar. Probablemente había visto cosas extrañas antes, recibiendo cualquier noticia con la misma sonrisa seca, pero definitivamente esta historia no era regular. Después de todo, ¿Cuántas veces un espíritu bueno aparecía en un parque y comenzaba una pelea? Probablemente una a dos veces cada unos siglos.
Will se dirigió hacia Leian, quien lo miraba con expresión indescifrable.
-Es un… eh, honor, tenerla aquí -dijo y ella ladeó la cabeza en gesto estudioso.
-No parece realmente honrado -comentó y el hombre sonrió, notando que nada se le escapaba a aquella chica.
-Estoy aun sorprendido, -admitió- no todos los días recibimos visitas de espíritus, no al menos de uno que no intente matarnos -apuntó con toda naturalidad, y John se cuestionó eso. Leian realmente parecía querer matarlo a él por lo menos- ¿puedo al menos saber a que se dio esta sorpresa? -preguntó y la chica apretó los dientes, con el chico sabiendo que soltaría su frase favorita.
-Lo lamento, pero no ese no es su asunto -dijo. John casi la hubiera recitado igual.
Aun así, Will solo entornó la cabeza, mirándola casi con curiosidad.
-Como ha involucrado a mis alumnos en esto, lamentablemente lo ha convertido en asunto de todos nosotros -dijo y la chica apretó los labios.
-Yo no les pedí intervenir -declaró. Otra frase que John había estado esperando, solo que otra vez, no tenía paciencia para ellas.
-No importa que lo hayas pedido o no -dijo- mí casa está destruida, así que bien podrías decirme porque -dijo y un intenso rubor cubrió a la chica, con esta apretando los puños.
-No te atrevas a sugerir que eso fue mi culpa, ¡te advertí que eso pasaría! -exclamó, señalándolo acusadoramente y el chico alzó sus manos.
-¡Yo no estaba diciendo nada! -exclamó- pero como estoy seguro de que esas cosas no me buscaban a mí, estoy interesado en porque a ti si.
La chica se mordió el labio, sonrojada por la ira. John tuvo que evitar distraerse con lo bonita que se veía de esa manera.
-No puedo involucrarlos en esto, -finalmente dijo- tengo que hacer algo en su mundo, algo que tal vez haya llamado la atención de vuestros enemigos, pero es un asunto en el cual no pueden inmiscuirse mortales -declaró.
-¿Tienes una misión? -preguntó John, ahora nuevamente interesado y ella le miró con cierto letargo.
-Sí, pero…
-Lamento tener que interrumpirla, -la cortó entonces Will- pero usted dijo que nuestros enemigos estaban interesados en lo que usted tiene que hacer. Si podría elaborar más sobre el tema.
-Lo siento, pero no -declaro ella,  a su vez- entiendo cual es su preocupación con ello, pero es información que no puedo divulgar.
-Y yo también lo siento, pero no puedo quedarme con la duda -insistió Will, con una irritada mirada bailando por los ojos de ella- por como usted habla del tema parece como si eso que tiene que hacer es algo que podía beneficiar a su hermano en la guerra ¿o me equivoco? -preguntó y la chica parecía incluso más irritada que hacía cinco segundos antes.
-No, no se equivoca -admitió.
-Entonces no puede no decirnos -declaró y los ojos de la mujer centellaron, como si relámpagos hubieran cobrado vida dentro de esa tormenta.
-Usted no va a darme ordenes… -empezó a decir, su voz tan filosa como el cristal, cuando John decidió intervenir.
-Leian, por favor cuéntanos -pidió- sé que puedes encargarte de esto, pero tengo que saber porque la casa de mi padre esta destruida… -dijo y algo se ablando en la mirada de acero de la chica, algo similar a la culpa y la compasión, solo para cerrar los ojos al instante y suspirar. Cuando volvió a abrirlos, el sentimiento había desaparecido.
-Por favor -insistió Lara, y la chica hiso una mueca, pero terminó cruzándose de brazos.
-Fui alertada de que algo había sido robado desde uno de los mundos mágicos, -dijo- tengo que buscar lo que se robo y devolverlo antes de que sea tarde.
-¿Qué fue robado? -preguntó Will, y ella pareció inquieta con la idea, abriendo y cerrando las manos con terquedad antes de responder.
-Artículos mágicos muy poderosos -dijo- la clase de cosas que harían mucho mal en las manos equivocadas…
-¿Y debes devolverlo a sus tierras? -inquirió el director y la chica asintió, haciendo que este luciera nuevamente sorprendido- ese riesgo debe ser grave, ya que los espíritus se han permitido involucrarse…
-Fui pedida de hacerlo -explicó ella,- de otra forma, la magia ni siquiera me hubiera dejado pasar a este mundo…
-¿Pedida? -repitió Gabriel y la expresión de la chica se tensó, una señal de inquietud más grave pesando en su mirada. John sintió un escalofrío. Si había algo que podía llevar a asustarla, era algo que debía asustarles a todos.
Aun así Leian evadió el tema, suspirando y ladeando la cabeza.
-Lo importante es que ahora tengo que partir -dijo- por alguna razón, el portal se desvió hacia su ciudad y estoy a una larga distancia del lugar -respondió- tengo que pedirle que me deje ir -dijo y un inquietante escalofrío recorrió la espalda de John, haciéndole dar un respingo.
Will miró al espíritu pensativo, calculando sus palabras con un seño preocupado.
-Si lo que dice es cierto, no tengo otra opción que hacer lo que me pide -dijo y John abrió la boca para hablar, pero una mirada del hombre lo cortó- aun así, la situación es demasiado grave como para dejar que se encargue con la misión por si sola, -dijo y la chica abrió los ojos, como si esperara oír cualquier cosa excepto lo que el director dijo a continuación- voy a tener que pedirle que acepte a los chicos como escoltas -dijo y la reacción fue instantánea. Al mismo tiempo que Leian gritaba “no”, John gritó “si”.
Ambos se miraron, el chico sonrojado por su lapsus de debilidad, y la chica con una mirada rabiosa, como si el chico se hubiera ofrecido a golpear a su madre. Como si John fuera la peste, ella se volvió hacia Will.
-No voy a ser acompañada por ningún mortal. Yo puedo ocuparme de esto perfectamente por mi cuenta, muchas gracias -declaró.
-Oh, por todos los espíritus -suspiró John, poniendo los ojos en blanco.
-No es una cuestión de lo que pueda o no hacer -dijo Will- yo no estoy poniendo en duda su valía, solo que no puedo dejarla ir con el futuro de nuestro mundo en sus manos y quedarme de brazos cruzados.
-¿Acaso no entiende que no puede interferir? -preguntó Leian- ¡Esta misión me ha sido dada en mi mundo! ¡Ustedes solo interferirán! -exclamó.
-Gracias por el cumplido -comentó Gabriel, pero la chica lo ignoró.
-No vamos a dejarte sola con esto -dijo John- no importa quien te dio la misión, nosotros ya estamos metidos en esto…
-Ustedes no… -iba diciendo, pero el chico la interrumpió.
-¡Vamos, sabes que es verdad! -exclamó- aunque no te acompañáramos, ellos vendrían a buscarnos de todas formas -dijo y los ojos de ella se hicieron rendijas al mirarlo.
-Yo te dije que eso sucedería al momento en que me ofreciste cobijo…
-No estoy echándotelo en cara, solo te estoy recordando un hecho -dijo y la chica lo miró enfurecida.
-John tiene razón -intervino Gabriel,- ya estamos metidos en esto y no va a haber nada que puedas hacer para hacernos cambiar de opinión.
-Además, -volvió a meterse John- vos misma lo dijiste, el portal te envió aquí sin razón alguna, ¿Qué tal si fue porque sabía que te encontraría? -apuntó y la chica se sonrojó, apretando los puños con estupor.
-Eso es absurdo -declaró.
-Pero posible -aportó Will y ella suspiró, agachando su cabeza hacia el suelo como si quisiera ganar paciencia. Cuando volvió a levantar la vista, sus ojos echaban chispas.
-Yo ya he dado mi opinión al respecto -dijo, su voz calma como el ojo del huracán- no seré escoltada o acompañada de ninguna forma... -sus ojos centellaron peligrosamente antes de continuar- y no hay nada que puedan hacer al respecto -dijo y alzando la barbilla de forma orgullosa, giró sobre sus talones y salió con la elegancia de una reina del salón.
-John… -le advirtió su hermana, pero él no la escuchó, siguiendo sus pasos.



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