-¡Corre!
-gritó John, intentando alzarla cuando el Gazzor giró, sacudiendo la cola hacia
ellos y liberando una metralla de púas que volaron a todas direcciones. Los dos
chicos huyeron, evadiéndolas como pudieron, pero eran demasiadas para poder
evadirlas del todo. Una rozó a John en la pierna, cortándole bajo el gemelo y
haciéndole resbalar por el suelo. Leian recibió un corte en la espalda baja,
soltando un grito de dolor mientras caía a su lado.
-¡Cúbrete!
-gritó la chica, rodando y parándose frente a él con un escudo en alto. La
nueva oleada de púas se golpeó contra este, perforando el metal, pero al menos
cubriéndole por el momento. La chica entonces lo lanzó, como un enorme disco de
batalla, golpeándole en el pecho, pero solo haciéndole tambalear hacia atrás.
-¡Tenemos
que irnos! -advirtió ella de nuevo, agarrándolo del hombro y arrastrándole
lejos, con el Gazzor siguiéndoles al trote. John cojeaba, su herida ardiendo
cada vez que se movía, siguiéndola tanto como podía, cuando sintió el silbido
del aire corriendo hacia ellos; tirando de ella hacia abajo. La criatura saltó
por encima de ellos, sus garras chasqueando a solo centímetros de piel. El
animal cayó adelante, todo su peso estrellándose sobre el pasto, y rodo por
unos metros, deteniéndose rugiente.
Los
dos chicos resbalaron en el suelo, deteniéndose asustados, John intentando
alcanzar su espada cuando todo el Gazzor zumbó, todas las corrientes
atrayéndose sobre encima de su cabeza en un enorme refuljo. Antes de que el
chico pudiera moverse, la criatura había sacudido su cabeza, con un enorme y
quebradizo rayo atravesando el espacio hacia él.
En
menos de un parpadeo, Leian se había adelantado a él, alzando su brazo y absorbiendo
el impacto con solo un ademan. Invocó una lanza y la lanzó a la cabeza del
Gazzor, pero este se inclino hacia adelante, cubriéndose con su espalda fortificada.
La lanza se partió en pedazos, con el animal aullando triunfante.
-¡Vamos,
corre! -gritó Leian, pero un sorpresivo ataque de cola atacó como un latigazo,
obligándoles a ambos a separarse. Una pared de colmillos se abalanzó sobre
John, pero este se arrastró hacia atrás, alzando sus manos en gesto de defensa.
Sintió un tirón en el estomago, y de pronto dos grandes corrientes saltaron
desde el césped, estrellándose contra el Gazzor con la fuerza de impacto de un
misil. El animal cayó hacia atrás, gruñendo hasta patinar por el suelo,
chocando contra una silla y destruyéndola.
Rugió,
queriendo levantarse, cuando Leian apareció sorpresivamente de su costado,
dirigiendo su lanza contra el abdomen bajo. El chorro de sangre salió despedido
con un chillido, con la criatura lanzando un golpe con su brazo extendido, pero
Leian lo evadió, rodando hacia el costado y volviendo a apuñarlo. El Gazzor
volvió a gritar, más furioso ahora, y sacudió su cola contra ella.
-¡Leian!
-gritó John, corriendo hacia la chica, pero esta había saltado a un lado,
huyendo hacia él mientras la lluvia de espinas la seguía por detrás.
-¡Corre!
-gritó la chica, agarrándole del brazo y levantándole del suelo. Ambos
corrieron hacia la zona de árboles, ocultándose tras los troncos más gruesos
que encontró hasta que la lluvia aérea se cortó.
-¡Vamos,
tenemos que replegarnos! -gritó Leian, obligándole a correr hacia el centro del
parque, con los rugidos del Gazzor siguiéndoles detrás. Los dos chicos
corrieron a campo traviesa, gritando a cada paseante que veían que se ocultara,
escuchando el sonido de los árboles quebrándose bajo el avance de la criatura
rugiente de sangre.
-¡Ven!
-lo guío la chica, llevándole tras una enorme fuente para ocultarse- tenemos
que planear algo rápido, o nos va a masacrar -murmuró y lo miró- ¿podes hacer
lo del agua de nuevo?
-Yo…
no sé como sucedió eso… -dijo- yo no
puedo controlar agua así, no si…
-Este
parque definitivamente tiene magia espiritual, -replicó la chica- probablemente
tu madre dispuso parte de su elemento aquí -dijo rápidamente, haciendo que el
chico se quedara de piedra- necesito que controles el agua, es el único
elemento sorpresa que vamos a tener…
-Yo…
-empezó a decir, cuando el sonido de un pesado galope les llamó la atención,
separándose de la fuente a tiempo de ver un enorme destello blanco golpeando la
enorme estatua de la fuente y volándola en pedazos.
-¡Cuidado!
-gritó Leian, todos los pedazos centellando por los aires, y volando como
meteoros. Los dos corrieron fuera, intentando protegerse lo mejor que podían,
pero un pedazo chocó a John por detrás, el chico exhalando un grito de dolor al
sentir como el hueso se corría y dañaba cada musculo involucrado.
-¡John!
-gritó Leian, volviendo corriendo para cazarlo en plena caída- ¡estúpido,
tenías que correr! -le espetó y el chico le lanzó una mirada avinagrada, soltando
un gruñido al sentir que le tiraba el brazo.
-¡No
me metí en medio del camino a propósito! -le gritó, cuando la chica alzó la
vista, sus ojos volviéndose enormes al ver la próxima amenaza.
-¡Cuidado!
-volvió a gritar, agarrándole de los hombros para hacerle rodar a un lado. El
dolor le atacó punzante, soltándole un grito mientras rebotaba sobre la tierra,
evadiendo la enorme cola que se les abalanzaba encima.
La
chica había girado para defenderlos, pero una garra golpeó en pecho, lanzando
al aire hasta rodar por el suelo lejos de ambos.
-¡Leian!
-gritó John, queriendo arrastrarse para protegerse, cuando un nuevo sonido
chispeante le llamó la atención, viendo como el Gazzor se preparaba para disparar.
Y
esta vez, Leian no iba a poder desviarlo.
El
rayo se disparó y el chico alzó su brazo en instinto defensivo, cuando un nuevo
tirón le atacó, una pared de agua saltando desde la tierra y alzándose en el
camino del relámpago. La ola bloqueó la onda eléctrica, desviándola mientras
dibujaba un perfecto arco por encima del chico; golpeando con tierra y
desencadenando todo el poder eléctrico sobre la parcela; volándola por
completo.
John
quedó petrificado, sorprendido por su propio poder, pero el instante de
observación le duro poco. La criatura, probablemente decepcionada de no haberle
podido volar en pedazos, se arrastró contra él, el chico notando un pequeño
cojeo del lado derecho antes de que un mordisco chasqueara a solo centímetros
de él. John rodó a un lado, su hombro herido quejándose por el esfuerzo, e
invoco una espada, lanzando un tajo a ciegas, la hoja centellando contra la
piel grisácea del animal.
Este
chilló, molesto y alejándose un metro atrás, antes de lanzar un zarpazo, uno
que rascuño el pecho del chico antes de que pudiera moverse. Cuatro ardientes y
rojas líneas se le dibujaron sobre la remera, salpicando el suelo.
-¡John!
-escuchó el grito de alguien llamándole, cuando una enorme roca voló por los
aires, el chico apenas viéndole antes de que golpeara al Gazzor en la cabeza, derrumbándole
y haciéndole dar tumbos.
El
chico giró la cabeza hacia el costado, viendo atónito como su hermana y Gabriel
corrían hacia él, haciéndole desesperadas señas.
-¡Jonh!
-gritaban, con el chico perdiendo la paciencia- ¡John, maldita sea, vete de
allí! -gritó, con su amigo arreglándoselas para pararse, corriendo hacia Leian,
mientras Gabriel orquestaba movimientos en el viento, manipulando los escombros
de la fuente con magia para que atacaran al Gazzor como pequeñas bombas
dirigidas.
-¡John!
-gritó Lara, corriendo a alcanzarlo, pero el chico ya había llegado junto a
Leian, volteándola para verla parpadear, mirándolo extrañada hasta fruncir el
seño con furia.
-¿Estás
bien? -preguntó el chico y la chica se soltó de él, sacudiendo la cabeza con
fiereza.
-¡Por
supuesto que estoy bien! -gritó, justo cuando Lara llegaba, agarrándolos a
ambos.
-¡Vamos!
¡¿Qué mierda están haciendo?! -les gritó, agarrándolos para salir corriendo- ¡Corran!
-gritó, empujándolos mientras giraba hacia su novio- ¡Gabriel! -llamó, con este
corriendo para unírseles, lanzando un último pedazo a la cara de la criatura.
-¡Vamos,
corran! -gritó el chico, llegando junto a ellos y agarrando a Lara de la mano
para huir- ¡vayan hacia el auto! -gritó, John mirando hacia atrás para ver al
Gazzor tambaleándose, rugiendo molesto.
-¡No!
-gritó John, frunciendo el seño,- ¡no vamos a llevarlos hacia la población!
-rugió.
-¡Estamos
entre la población! -le respondió Gabriel, fuera de sí, y John iba a discutir,
pero Leian le agarró del brazo, tirando de él para que la mirara.
-¡No
podemos quedarnos aquí! -gritó y el chico iba a discutir, pero al escuchar al
Gazzor amenazándoles con volver contra ellos, terminó resignándose, asintiendo
secamente con la cabeza.
-¡Bien,
muévanse! -gritó, corriendo en dirección a la calle, cuando una descarga de
espinas paso rozándolos, con Gabriel saltando a un lado con un grito de
sorpresa.
-¡Wow!
¿Qué demonios…? -empezó a preguntar, pero Lara lo empujó para que siguiera
corriendo, viendo el auto rojo del chico estacionado en la esquina contraria.
-¡Gabriel,
distráelo! -ordenó John, sabiendo que necesitaban una distracción si alguna vez
querían salir de allí,- ¡lánzale algo, lo que sea!
-¡Estoy
en eso! -gritó el chico, girándose con los brazos en alto. El ambiente vibró,
la fuerza de la magia extendiéndose por todo el lugar mientras reptaba por los
suelos y tierra. Entonces enormes piedras salieron desde las profundidades,
quedándose estáticas en el aire un segundo antes de volar contra el Gazzor,
golpeando sus patas delanteras y haciéndole caer de cara contra el suelo, su
cola agitándose entre su furioso lamento.
-Eso
debe servir -murmuró para si mismo John- ¡apúrense! -ordenó, llegando a la
calle. La gente corría por todos lados, soltando gritos de pánico mientras
señalaban al parque. John se preguntaba lo que estarían viendo, ¿la horrible
criatura en caza que los perseguía o un animal descontrolado? No lo sabía. Los
humanos tenían el poder de ver algo y elegir si ver la verdad o una mentira.
Los legados como él, lamentablemente, no tenían esa opción.
Cruzaron,
los autos frenando en horribles chillidos mientras sus conductores escupían
insultos o advertencias antes de que estas fueran ahogadas por sus gritos de horror
al ver al Gazzor en las orillas del parque.
-¡Aléjense
de la calle! -gritó una voz ajena, haciendo que John se volteara a asegurarse
de que no hubiera nadie herido, cuando vio al Gazzor alzando una de las rocas
que Gabriel le había lanzado, haciéndola hacia atrás en preludio de
lanzamiento.
Su
sangre se heló, entendiendo perfectamente como había granizado autos sobre su
casa.
-¡No,
regresen! -gritó, deteniendo a Leian con un tirón de brazo. Antes de que la
chica pudiera gritarle algo, John adivinó un insulto entre sus labios, el
enorme pedazo de roca silbó sobre sus cabezas, volando con la fuerza de un
cometa contra el auto rojo de Gabriel. El estruendo del impacto chirrió por
toda la calle, el metal doblándose como si fuera cartón frente a la enorme
fuerza de la roca y pedazos de pinturas y vidrios volaron por todas partes. El
auto se despegó del suelo y rodó sobre la vereda, terminando siendo solo un
pequeño puño de metal y chatarra.
-¡No!
-gimió Gabriel,- ¡recién terminaba de pagarlo! -se lamentó, cuando una nueva
roca voló por los aires, los cuatro chicos rodando hacia los costados para
evitarla. El pedazo rebotó contra la calle y golpeó otro inocente automóvil,
destruyéndolo en un espectáculo de metal y vidrio molido.
-¡Mierda!
-masculló Lara, girándose con su arma preparada.
John
estaba nervioso, su cabeza pensando a cientos de revoluciones por segundo. El
plan de escape había quedado en pedazos, pero quedarse los estaba llevando
hacia el mismo lugar. Tenía que pensar en un plan pronto o no llegarían a
contar esta aventura.
Aun
así, lo primero era alejarlo de todas aquellas personas.
-¡Debemos
volver al parque! -ordenó, comenzando a correr, cuando el Gazzor saltó a la
calle, su cola erizándose encima de su cabeza para liberar una su ametralladora
de espinas. El chico ni siquiera lo pensó, sus ojos yendo a cada persona
inocente que veía en el camino, y corrió adelante, su espada apareciendo entre
sus dedos. John nunca había pensado demasiado sobre sus reflejos. Naturalmente
eran más afinados que los de un humano normal, pero nunca le había dado
verdadera estima hasta que se vio a si mismo colocándose frente a las futuras víctimas,
su espada cortando cada espina en pleno aire a una velocidad inhumana. Cuando
el ataque terminó, solo quedaban pedazos sobre el pavimento y un nuevo
cansancio pesando en sus hombros.
“No,
no es el momento” pensó, y alzó sus manos, apuntando hacia el parque. No estaba
seguro de que pudiera funcionar, pero se concentró en la magia, atrayéndola
hacia él, mientras buscaba esa misteriosa agua bajo las capas de tierra y
pasto. Por un instante temió que todo hubiera sido su imaginación, pero
entonces la sintió. Agua viva, clamando por él, deseosa de seguir sus ordenes
como si se tratara de su propia sangre. La llamó y todos sus músculos se
tensaron, su garganta soltando un grito de esfuerzo mientras los enormes
toneles de agua salían de la tierra, como una enorme niebla cristalina.
-¡Wow,
¿Qué…?! -escuchó gritar detrás de él, pero no se distrajo. Señalando a la
bestia obligó al agua a seguir sus señas, cerrándose alrededor del Gazzor que
la golpeaba con sus manos pero no podía deshacer el hechizo, con el líquido
pronto atrapándole en una enorme bola acuosa de la que la fuerza no podía
liberarle.
Los
brazos de John le temblaban por el esfuerzo, pero obligo al agua a condensarse
alrededor del Gazzor, obligándole a bajar de temperatura para empujarle dentro
de su propia prisión. Era una tarea extenuante porque no era como atrapar un
objeto, como una pelota o un mueble, era atrapar un ser vivo, uno que se movía
y luchaba con la misma fiereza que los elementos. Atraparlo era un juego de
voluntades, una lucha para ver quien sería el primero en caer: la bestia o el
mortal. John tenía que usar todo lo que tenía a su alcance, su fuerza, la magia
que batía a su alrededor e incluso sus propios pensamientos. No podía dejar que
esa bestia siguiera creando el caos en su ciudad, amenazando con herir personas
inocentes solo por tenerlos en sus garras. No podía permitirlo. No otra vez.
Inspirando
hondo, concentró aun más sus energías, concentrándose en cada una de las
moléculas que se encontraban flotando dentro de ese liquido, obligándolas a
detenerse, imaginando como sus minúsculos átomos dejaban de zumbar. La bestia
luchó, notando como el agua se congelaba y lo aprisionaba, pero el chico se
esforzó con todo lo que tenía, no dejándole luchar hasta que lo tuvo
petrificado dentro de su propia burbuja, su cuerpo congelado en una posición
extraña.
-¡Sigue
así! -lo alentó su hermana, sintiendo a sus tres amigos acercándose, pero la
fuerza no era el único truco que le quedaba al Gazzor. Cuando John vio el
destello blanco prenderse dentro de aquella bola blanquecina, supo que lo que
seguiría iba a doler. Usando su última carta, los arcos eléctricos se dispararon
dentro del circulo de agua, quebrando parte del hielo que con tanto esfuerzo
había logrado crear. Aun así, ese no fue el problema. La magia tenía sus
peculiaridades. Los hechizos no se creaban bajo palabras, sino bajo la voluntad
y la fuerza, bajo la capacidad de imaginar con precisión lo que cada uno
quería. Aun así, esa “facilidad” tenía un precio. Romper un hechizo en proceso
era aun peor que terminarlo del todo. un hechizo hecho y derecho podía robar
tus energías, pero era estable mientras fuera controlado. Un hechizo roto podía
dejarte desmayado, en coma o incluso muerto por el impacto.
Por
eso, cuando el Gazzor rompió la magnitud del hechizo con sus descargas
eléctricas, no fue una simple liberación lo que dejo a John. Las mismas cargas
lo atacaron, picándole con la fuerza de sus mil volteos y haciendo a toda su
piel arder de manera dolorosa.
-¡John!
-escuchó gritar a Leian, sintiendo sus pasos acercándose a ayudarle junto al
resto de sus amigos, pero el chico se impuso ante el dolor, apretando los
dientes y alzando sus brazos hacia el cielo. Como si fuera una enorme bala de
cañón, el Gazzor y su prisión de agua volaron hacia los cielos, el liquido
cristalino brillando a la luz del sol antes de volar contra la tierra,
estrellándose en pleno parque con un gruñido doloroso y varios kilos de tierra
y agua alzándose como murallas.
John
se derrumbó sin demora, su cuerpo humeando y adolorido mientras chocaba contra
el pavimento. Su brazo herido volvía a llorar, más ardiente que nunca, haciendo
que su cabeza se oprimiera por el dolor.
-¡John!
-Leian apareció en su campo de visión, su cabello plateado cayendo a los
costados de su cara y sus ojos de acero buscando con insistencia sus ojos. si
John hubiera tenido aliento, probablemente se le hubiera perdido en ese
momento- ¿Qué crees que estabas haciendo? ¿te encuentras bien? -inquirió y el
chico sacudió la cabeza, sintiéndola tan pesada como si se hubiera colocado una
vasija encima.
-No
importa, tenemos que… -iba diciendo, pero su vista perdió color, sus ojos
rodando contra su voluntad, solo pudiendo agarrarse de ella para no volver a
caer.
-¡John!
-llamó su hermana, llegando junto a él y haciendo una mueca- oh, mierda…
-Tienes
que curarle -declaró Leian, lanzando una inquieta mirada hacia el parque- yo y
Gabriel nos encargaremos de la bestia -dijo y un chispazo estalló en la mente
del chico, el recuerdo de una voz hablándole entre sonidos de guerra y rugidos.
“No,
John, tienes que curarte, yo estaré bien…”
El
terror se disparó por el chico, sus manos temblando, mientras cobraba fuerza.
-¡No!
-estalló, sorprendiendo a los tres- vamos, ahora -dijo y se separó de Leian,
tropezando al principio, pero agarrando un ritmo con las últimas fuerzas que
tenía en las piernas.
-¡John!
-gritaron los tres, comenzando a seguirle.
-¡Vamos!
-dijo, su voz sonando sin aire, pero no le importaba. Tenía que ayudarlos a
toda costa o no se perdonaría jamás si…
Alejo
esos pensamientos de su mente.
El
Gazzor aun estaba intentando recuperarse de la golpiza cuando los cuatro
llegaron a él, preparando sus armas al verle reconociéndolos.
-John…
-dijo su hermana, pero él la cortó.
-Necesitamos
un plan, -dijo- tenemos que contenerle el tiempo suficiente como para que
podamos darle con todo lo que tenemos. Las armas no hacen mucho efecto en su
piel -advirtió.
-Yo…
-empezó a decir Leian, pero él volvió a cortarla.
-No
vas a enfrentarlo sola, -destacó.
-¡Tu
no puedes darme ordenes! -se exaspero.
-Aquí
tu tampoco a mí, asi que copera -le recriminó el chico y esta resopló furiosa,
pero mirando a la criatura con ojos de cazadora.
-Puedo
contenerlo por unos segundos, -dijo,- ustedes lo atacaran -miró a Gabriel,- tu
talento nos vendría útil, -dijo y miró entonces a Lara- el tuyo también si
logras invocarlo.
-Seguro
-dijo Lara.
-Yo
te ayudare -se ofreció John y antes de que alguien pudiera replicar, el Gazzor
comenzó a moverse, salvándole de una discusión- ¡vamos! -empujó y Leian se
adelantó, corriendo hacia el Gazzor. Este sacudió su cola, lanzando sus
espinas, pero la chica los evadió con saltos y giros acrobáticos. Cayó al suelo
de nuevo y extendió sus manos hacia la criatura, su poder haciendo brillar su
cuerpo en una estela blanca y azulada. El Gazzor de pronto se vio arqueado,
manipulado por las mismas corrientes que él había absorbido, y obligado a
alzarse por encima de la tierra; como una diana lista para recibir impacto.
-¡Ahora!
-chilló Leian, dura como una estaca, y los tres chicos se dispararon junto a
ella, Gabriel concentrando sus brazos sobre la tierra y haciendo que esta
temblara. Lara y John se concentraron en el agua, uniendo sus manos y
compartiendo fuerzas mientras su elemento volvía a responder al llamado.
En
una explosión de poder, el agua y las rocas se alzaron desde la tierra volando
por los cielos en una orbita invisible hasta que Leian gritó “ahora”, con todo
bajando a estrellarse contra la criatura en una tromba mortal. Las rocas lo
golpearon sin piedad, la fuerza del agua desempeñándose contra el con la fuerza
de una catarata, hundiéndole en el suelo y dejándole atontado y malherido en el
suelo, retozando para intentar agarrarlos; pero vivo aun.
-¡Mierda,
debemos…! -empezó a decir John, pero Leian se había adelantado a la idea,
corriendo hacia la criatura agonizante con una gran y gruesa lanza- ¡espera, Leian!
-pidió, adelantándose, pero ya era tarde. Confiada de que la bestia estaría en
sus últimos momentos, sus miles de años de experiencia se borraron en ese
instante de ingenuidad, siendo demasiado tarde para ella cuando la cola se
movió de lado hacia sus piernas.
-¡Cuidado!
-gritó el chico, pero solo sus reflejos pudieron mantenerla a salvo, saltando
solo con el tiempo suficiente para evadir la pared de pinchos que se le venía
encima, pero no el golpe de pierna que la lanzó sin miramientos al suelo.
-¡Leian!
-gritó John, corriendo con su corazón palpitando por ese pánico conocido, ese
miedo irrefrenable de sentirse impotente mientras el Gazzor giraba hacia el
espíritu para matarle. Y su poder respondió a ese miedo, su cuerpo reaccionó a
ese poder, no pudiendo soportar volver a cometer un fallo como ese. Y así como la primera vez que se habían visto,
esa fuerza sobrenatural que aun no entendía del todo lo empujó fuera, allí a
donde su vida corría peligro. Extendió su brazo sintiendo que el elemento que se
ocultaba bajo la tierra respondía a él, volando desde fuera del suelo hasta
salir despedido como una estalactita punzante y helada que atravesó el hombro
del Gazzor, como una estaca enorme del mismo suelo.
El
animal chilló, sacando a John de su aturdimiento para ver la sangre oscura de
la criatura manchando el hielo, chorreando el suelo también. El chico vio la
expresión sorprendida de sus amigos, hasta finalmente centrarse en Leian, quien
lo miraba desde el otro lado con expresión atónita. Entonces, aprovechando esos
segundos de desconcierto, la chica llamó a un hacha, saltando desde el brazo
del Gazzor hasta quedar suspendida encima de su cabeza, su arma alzada por
detrás de su espalda hasta terminar descargada con toda su ira sobre el cuello
de la criatura.
Con
un aullido de dolor, el Gazzor se disolvió en cenizas, explotando en una enorme
nube gris y negra que obligo a todos a mirar a otro lado. Cuando John volvió a
voltearse, Leian estaba parada sobre los restos empolvados, su hacha
resplandeciendo bajo la luz del sol. Hubiera avanzado hacia ella, pero apenas
dio un paso, un mareo lo atacó, derrumbándose.
-¡John!
-chilló su hermana, agarrándolo apenas y gruñendo molesta- vos, estúpido…
-murmuró, con Gabriel uniéndosele.
-¿Me
ves bien, hermano? -preguntó, moviéndole la mano frente a la cara y su amigo
soltó una carcajada.
-Si,
seguís siendo un idiota -comentó y su compañero le dio un pequeño puntapié.
-¡Basta!
-les espetó la chica, nerviosa,- ¡no tendrías que haberte esforzado tanto,
vos…!
-¿Estúpido,
idiota, tarado? -sugirió John inocentemente, una sonrisa floja flotando en su
rostro mientras su hermana fruncía el seño.
-Las
tres te van bien -declaró otra voz, y los tres se voltearon para ver a Leian
allí parada, su hacha manchada colgando de su mano y tocando el suelo- cuando
intentes arriesgarte así por mi de nuevo, juro que te matare -le espetó la
chica y el chico le dirigió una sonrisa burlona.
-Sin
mi salvándote no podrías hacerlo -replicó y la chica se sonrojó.
-Ya
te he dicho que no necesito que me salves, -respondió- no necesito ser salvada
por nadie, mucho menos por un mortal.
-No
“queres” que te salve -apuntó el chico- pero si lo necesitas, o al menos tu
cuerpo humano lo necesita. Mejora tu sintaxis -dijo rápidamente, tomándola por
sorpresa,- y hay una enorme diferencia entre ser ayudado y ser rescatado,
¿entiendes? -declaró y la chica gruñó, poniendo los ojos en blanco.
-Oh,
grandes espíritus, sos imposible -susurró y lanzó un suspiro, frunciendo el
seño nuevamente- bien, debemos irnos de aquí. Quien quiera que sea el que mando
a la criatura, volverá en cuanto esta no regrese.
-Podríamos
ir a la escuela hasta que sepamos que hacer -sugirió Gabriel, pero tanto él
como los hermanos sabían que esa era la única opción que tenían. La casa de su
padre había sido destruida, el único verdadero hogar que había tenido, venido
abajo en un pila de escombros. Incluso el parque, la única parte de su madre
que aun se mantenía con ellos, estaba a medio destruir, recuperándose
lentamente del feroz ataque del Gazzor. La impresión de eso atacó a John,
sintiéndole como acido que se deslizaba por su garganta.
-Como sea, -dijo el chico,
arreglándose para pararse y miró a Leian,- porque tenemos mucho de que hablar
-declaró.
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