Parte 5 - Cuando El Rayo Cae



-¡Corre! -gritó John, intentando alzarla cuando el Gazzor giró, sacudiendo la cola hacia ellos y liberando una metralla de púas que volaron a todas direcciones. Los dos chicos huyeron, evadiéndolas como pudieron, pero eran demasiadas para poder evadirlas del todo. Una rozó a John en la pierna, cortándole bajo el gemelo y haciéndole resbalar por el suelo. Leian recibió un corte en la espalda baja, soltando un grito de dolor mientras caía a su lado.
-¡Cúbrete! -gritó la chica, rodando y parándose frente a él con un escudo en alto. La nueva oleada de púas se golpeó contra este, perforando el metal, pero al menos cubriéndole por el momento. La chica entonces lo lanzó, como un enorme disco de batalla, golpeándole en el pecho, pero solo haciéndole tambalear hacia atrás.
-¡Tenemos que irnos! -advirtió ella de nuevo, agarrándolo del hombro y arrastrándole lejos, con el Gazzor siguiéndoles al trote. John cojeaba, su herida ardiendo cada vez que se movía, siguiéndola tanto como podía, cuando sintió el silbido del aire corriendo hacia ellos; tirando de ella hacia abajo. La criatura saltó por encima de ellos, sus garras chasqueando a solo centímetros de piel. El animal cayó adelante, todo su peso estrellándose sobre el pasto, y rodo por unos metros, deteniéndose rugiente.
Los dos chicos resbalaron en el suelo, deteniéndose asustados, John intentando alcanzar su espada cuando todo el Gazzor zumbó, todas las corrientes atrayéndose sobre encima de su cabeza en un enorme refuljo. Antes de que el chico pudiera moverse, la criatura había sacudido su cabeza, con un enorme y quebradizo rayo atravesando el espacio hacia él.
En menos de un parpadeo, Leian se había adelantado a él, alzando su brazo y absorbiendo el impacto con solo un ademan. Invocó una lanza y la lanzó a la cabeza del Gazzor, pero este se inclino hacia adelante, cubriéndose con su espalda fortificada. La lanza se partió en pedazos, con el animal aullando triunfante.
-¡Vamos, corre! -gritó Leian, pero un sorpresivo ataque de cola atacó como un latigazo, obligándoles a ambos a separarse. Una pared de colmillos se abalanzó sobre John, pero este se arrastró hacia atrás, alzando sus manos en gesto de defensa. Sintió un tirón en el estomago, y de pronto dos grandes corrientes saltaron desde el césped, estrellándose contra el Gazzor con la fuerza de impacto de un misil. El animal cayó hacia atrás, gruñendo hasta patinar por el suelo, chocando contra una silla y destruyéndola.
Rugió, queriendo levantarse, cuando Leian apareció sorpresivamente de su costado, dirigiendo su lanza contra el abdomen bajo. El chorro de sangre salió despedido con un chillido, con la criatura lanzando un golpe con su brazo extendido, pero Leian lo evadió, rodando hacia el costado y volviendo a apuñarlo. El Gazzor volvió a gritar, más furioso ahora, y sacudió su cola contra ella.
-¡Leian! -gritó John, corriendo hacia la chica, pero esta había saltado a un lado, huyendo hacia él mientras la lluvia de espinas la seguía por detrás.
-¡Corre! -gritó la chica, agarrándole del brazo y levantándole del suelo. Ambos corrieron hacia la zona de árboles, ocultándose tras los troncos más gruesos que encontró hasta que la lluvia aérea se cortó.
-¡Vamos, tenemos que replegarnos! -gritó Leian, obligándole a correr hacia el centro del parque, con los rugidos del Gazzor siguiéndoles detrás. Los dos chicos corrieron a campo traviesa, gritando a cada paseante que veían que se ocultara, escuchando el sonido de los árboles quebrándose bajo el avance de la criatura rugiente de sangre.
-¡Ven! -lo guío la chica, llevándole tras una enorme fuente para ocultarse- tenemos que planear algo rápido, o nos va a masacrar -murmuró y lo miró- ¿podes hacer lo del agua de nuevo?
-Yo… no sé como sucedió eso… -dijo- yo no  puedo controlar agua así, no si…
-Este parque definitivamente tiene magia espiritual, -replicó la chica- probablemente tu madre dispuso parte de su elemento aquí -dijo rápidamente, haciendo que el chico se quedara de piedra- necesito que controles el agua, es el único elemento sorpresa que vamos a tener…
-Yo… -empezó a decir, cuando el sonido de un pesado galope les llamó la atención, separándose de la fuente a tiempo de ver un enorme destello blanco golpeando la enorme estatua de la fuente y volándola en pedazos.
-¡Cuidado! -gritó Leian, todos los pedazos centellando por los aires, y volando como meteoros. Los dos corrieron fuera, intentando protegerse lo mejor que podían, pero un pedazo chocó a John por detrás, el chico exhalando un grito de dolor al sentir como el hueso se corría y dañaba cada musculo involucrado.
-¡John! -gritó Leian, volviendo corriendo para cazarlo en plena caída- ¡estúpido, tenías que correr! -le espetó y el chico le lanzó una mirada avinagrada, soltando un gruñido al sentir que le tiraba el brazo.
-¡No me metí en medio del camino a propósito! -le gritó, cuando la chica alzó la vista, sus ojos volviéndose enormes al ver la próxima amenaza.
-¡Cuidado! -volvió a gritar, agarrándole de los hombros para hacerle rodar a un lado. El dolor le atacó punzante, soltándole un grito mientras rebotaba sobre la tierra, evadiendo la enorme cola que se les abalanzaba encima.
La chica había girado para defenderlos, pero una garra golpeó en pecho, lanzando al aire hasta rodar por el suelo lejos de ambos.
-¡Leian! -gritó John, queriendo arrastrarse para protegerse, cuando un nuevo sonido chispeante le llamó la atención, viendo como el Gazzor se preparaba para disparar.
Y esta vez, Leian no iba a poder desviarlo.
El rayo se disparó y el chico alzó su brazo en instinto defensivo, cuando un nuevo tirón le atacó, una pared de agua saltando desde la tierra y alzándose en el camino del relámpago. La ola bloqueó la onda eléctrica, desviándola mientras dibujaba un perfecto arco por encima del chico; golpeando con tierra y desencadenando todo el poder eléctrico sobre la parcela; volándola por completo.
John quedó petrificado, sorprendido por su propio poder, pero el instante de observación le duro poco. La criatura, probablemente decepcionada de no haberle podido volar en pedazos, se arrastró contra él, el chico notando un pequeño cojeo del lado derecho antes de que un mordisco chasqueara a solo centímetros de él. John rodó a un lado, su hombro herido quejándose por el esfuerzo, e invoco una espada, lanzando un tajo a ciegas, la hoja centellando contra la piel grisácea del animal.
Este chilló, molesto y alejándose un metro atrás, antes de lanzar un zarpazo, uno que rascuño el pecho del chico antes de que pudiera moverse. Cuatro ardientes y rojas líneas se le dibujaron sobre la remera, salpicando el suelo.
-¡John! -escuchó el grito de alguien llamándole, cuando una enorme roca voló por los aires, el chico apenas viéndole antes de que golpeara al Gazzor en la cabeza, derrumbándole y haciéndole dar tumbos.
El chico giró la cabeza hacia el costado, viendo atónito como su hermana y Gabriel corrían hacia él, haciéndole desesperadas señas.
-¡Jonh! -gritaban, con el chico perdiendo la paciencia- ¡John, maldita sea, vete de allí! -gritó, con su amigo arreglándoselas para pararse, corriendo hacia Leian, mientras Gabriel orquestaba movimientos en el viento, manipulando los escombros de la fuente con magia para que atacaran al Gazzor como pequeñas bombas dirigidas.
-¡John! -gritó Lara, corriendo a alcanzarlo, pero el chico ya había llegado junto a Leian, volteándola para verla parpadear, mirándolo extrañada hasta fruncir el seño con furia.
-¿Estás bien? -preguntó el chico y la chica se soltó de él, sacudiendo la cabeza con fiereza.
-¡Por supuesto que estoy bien! -gritó, justo cuando Lara llegaba, agarrándolos a ambos.
-¡Vamos! ¡¿Qué mierda están haciendo?! -les gritó, agarrándolos para salir corriendo- ¡Corran! -gritó, empujándolos mientras giraba hacia su novio- ¡Gabriel! -llamó, con este corriendo para unírseles, lanzando un último pedazo a la cara de la criatura.
-¡Vamos, corran! -gritó el chico, llegando junto a ellos y agarrando a Lara de la mano para huir- ¡vayan hacia el auto! -gritó, John mirando hacia atrás para ver al Gazzor tambaleándose, rugiendo molesto.
-¡No! -gritó John, frunciendo el seño,- ¡no vamos a llevarlos hacia la población! -rugió.
-¡Estamos entre la población! -le respondió Gabriel, fuera de sí, y John iba a discutir, pero Leian le agarró del brazo, tirando de él para que la mirara.
-¡No podemos quedarnos aquí! -gritó y el chico iba a discutir, pero al escuchar al Gazzor amenazándoles con volver contra ellos, terminó resignándose, asintiendo secamente con la cabeza.
-¡Bien, muévanse! -gritó, corriendo en dirección a la calle, cuando una descarga de espinas paso rozándolos, con Gabriel saltando a un lado con un grito de sorpresa.
-¡Wow! ¿Qué demonios…? -empezó a preguntar, pero Lara lo empujó para que siguiera corriendo, viendo el auto rojo del chico estacionado en la esquina contraria.
-¡Gabriel, distráelo! -ordenó John, sabiendo que necesitaban una distracción si alguna vez querían salir de allí,- ¡lánzale algo, lo que sea!
-¡Estoy en eso! -gritó el chico, girándose con los brazos en alto. El ambiente vibró, la fuerza de la magia extendiéndose por todo el lugar mientras reptaba por los suelos y tierra. Entonces enormes piedras salieron desde las profundidades, quedándose estáticas en el aire un segundo antes de volar contra el Gazzor, golpeando sus patas delanteras y haciéndole caer de cara contra el suelo, su cola agitándose entre su furioso lamento.
-Eso debe servir -murmuró para si mismo John- ¡apúrense! -ordenó, llegando a la calle. La gente corría por todos lados, soltando gritos de pánico mientras señalaban al parque. John se preguntaba lo que estarían viendo, ¿la horrible criatura en caza que los perseguía o un animal descontrolado? No lo sabía. Los humanos tenían el poder de ver algo y elegir si ver la verdad o una mentira. Los legados como él, lamentablemente, no tenían esa opción.
Cruzaron, los autos frenando en horribles chillidos mientras sus conductores escupían insultos o advertencias antes de que estas fueran ahogadas por sus gritos de horror al ver al Gazzor en las orillas del parque.
-¡Aléjense de la calle! -gritó una voz ajena, haciendo que John se volteara a asegurarse de que no hubiera nadie herido, cuando vio al Gazzor alzando una de las rocas que Gabriel le había lanzado, haciéndola hacia atrás en preludio de lanzamiento.
Su sangre se heló, entendiendo perfectamente como había granizado autos sobre su casa.
-¡No, regresen! -gritó, deteniendo a Leian con un tirón de brazo. Antes de que la chica pudiera gritarle algo, John adivinó un insulto entre sus labios, el enorme pedazo de roca silbó sobre sus cabezas, volando con la fuerza de un cometa contra el auto rojo de Gabriel. El estruendo del impacto chirrió por toda la calle, el metal doblándose como si fuera cartón frente a la enorme fuerza de la roca y pedazos de pinturas y vidrios volaron por todas partes. El auto se despegó del suelo y rodó sobre la vereda, terminando siendo solo un pequeño puño de metal y chatarra.
-¡No! -gimió Gabriel,- ¡recién terminaba de pagarlo! -se lamentó, cuando una nueva roca voló por los aires, los cuatro chicos rodando hacia los costados para evitarla. El pedazo rebotó contra la calle y golpeó otro inocente automóvil, destruyéndolo en un espectáculo de metal y vidrio molido.
-¡Mierda! -masculló Lara, girándose con su arma preparada.
John estaba nervioso, su cabeza pensando a cientos de revoluciones por segundo. El plan de escape había quedado en pedazos, pero quedarse los estaba llevando hacia el mismo lugar. Tenía que pensar en un plan pronto o no llegarían a contar esta aventura.
Aun así, lo primero era alejarlo de todas aquellas personas.
-¡Debemos volver al parque! -ordenó, comenzando a correr, cuando el Gazzor saltó a la calle, su cola erizándose encima de su cabeza para liberar una su ametralladora de espinas. El chico ni siquiera lo pensó, sus ojos yendo a cada persona inocente que veía en el camino, y corrió adelante, su espada apareciendo entre sus dedos. John nunca había pensado demasiado sobre sus reflejos. Naturalmente eran más afinados que los de un humano normal, pero nunca le había dado verdadera estima hasta que se vio a si mismo colocándose frente a las futuras víctimas, su espada cortando cada espina en pleno aire a una velocidad inhumana. Cuando el ataque terminó, solo quedaban pedazos sobre el pavimento y un nuevo cansancio pesando en sus hombros.
“No, no es el momento” pensó, y alzó sus manos, apuntando hacia el parque. No estaba seguro de que pudiera funcionar, pero se concentró en la magia, atrayéndola hacia él, mientras buscaba esa misteriosa agua bajo las capas de tierra y pasto. Por un instante temió que todo hubiera sido su imaginación, pero entonces la sintió. Agua viva, clamando por él, deseosa de seguir sus ordenes como si se tratara de su propia sangre. La llamó y todos sus músculos se tensaron, su garganta soltando un grito de esfuerzo mientras los enormes toneles de agua salían de la tierra, como una enorme niebla cristalina.
-¡Wow, ¿Qué…?! -escuchó gritar detrás de él, pero no se distrajo. Señalando a la bestia obligó al agua a seguir sus señas, cerrándose alrededor del Gazzor que la golpeaba con sus manos pero no podía deshacer el hechizo, con el líquido pronto atrapándole en una enorme bola acuosa de la que la fuerza no podía liberarle.
Los brazos de John le temblaban por el esfuerzo, pero obligo al agua a condensarse alrededor del Gazzor, obligándole a bajar de temperatura para empujarle dentro de su propia prisión. Era una tarea extenuante porque no era como atrapar un objeto, como una pelota o un mueble, era atrapar un ser vivo, uno que se movía y luchaba con la misma fiereza que los elementos. Atraparlo era un juego de voluntades, una lucha para ver quien sería el primero en caer: la bestia o el mortal. John tenía que usar todo lo que tenía a su alcance, su fuerza, la magia que batía a su alrededor e incluso sus propios pensamientos. No podía dejar que esa bestia siguiera creando el caos en su ciudad, amenazando con herir personas inocentes solo por tenerlos en sus garras. No podía permitirlo. No otra vez.
Inspirando hondo, concentró aun más sus energías, concentrándose en cada una de las moléculas que se encontraban flotando dentro de ese liquido, obligándolas a detenerse, imaginando como sus minúsculos átomos dejaban de zumbar. La bestia luchó, notando como el agua se congelaba y lo aprisionaba, pero el chico se esforzó con todo lo que tenía, no dejándole luchar hasta que lo tuvo petrificado dentro de su propia burbuja, su cuerpo congelado en una posición extraña.
-¡Sigue así! -lo alentó su hermana, sintiendo a sus tres amigos acercándose, pero la fuerza no era el único truco que le quedaba al Gazzor. Cuando John vio el destello blanco prenderse dentro de aquella bola blanquecina, supo que lo que seguiría iba a doler. Usando su última carta, los arcos eléctricos se dispararon dentro del circulo de agua, quebrando parte del hielo que con tanto esfuerzo había logrado crear. Aun así, ese no fue el problema. La magia tenía sus peculiaridades. Los hechizos no se creaban bajo palabras, sino bajo la voluntad y la fuerza, bajo la capacidad de imaginar con precisión lo que cada uno quería. Aun así, esa “facilidad” tenía un precio. Romper un hechizo en proceso era aun peor que terminarlo del todo. un hechizo hecho y derecho podía robar tus energías, pero era estable mientras fuera controlado. Un hechizo roto podía dejarte desmayado, en coma o incluso muerto por el impacto.
Por eso, cuando el Gazzor rompió la magnitud del hechizo con sus descargas eléctricas, no fue una simple liberación lo que dejo a John. Las mismas cargas lo atacaron, picándole con la fuerza de sus mil volteos y haciendo a toda su piel arder de manera dolorosa.
-¡John! -escuchó gritar a Leian, sintiendo sus pasos acercándose a ayudarle junto al resto de sus amigos, pero el chico se impuso ante el dolor, apretando los dientes y alzando sus brazos hacia el cielo. Como si fuera una enorme bala de cañón, el Gazzor y su prisión de agua volaron hacia los cielos, el liquido cristalino brillando a la luz del sol antes de volar contra la tierra, estrellándose en pleno parque con un gruñido doloroso y varios kilos de tierra y agua alzándose como murallas.
John se derrumbó sin demora, su cuerpo humeando y adolorido mientras chocaba contra el pavimento. Su brazo herido volvía a llorar, más ardiente que nunca, haciendo que su cabeza se oprimiera por el dolor.
-¡John! -Leian apareció en su campo de visión, su cabello plateado cayendo a los costados de su cara y sus ojos de acero buscando con insistencia sus ojos. si John hubiera tenido aliento, probablemente se le hubiera perdido en ese momento- ¿Qué crees que estabas haciendo? ¿te encuentras bien? -inquirió y el chico sacudió la cabeza, sintiéndola tan pesada como si se hubiera colocado una vasija encima.
-No importa, tenemos que… -iba diciendo, pero su vista perdió color, sus ojos rodando contra su voluntad, solo pudiendo agarrarse de ella para no volver a caer.
-¡John! -llamó su hermana, llegando junto a él y haciendo una mueca- oh, mierda…
-Tienes que curarle -declaró Leian, lanzando una inquieta mirada hacia el parque- yo y Gabriel nos encargaremos de la bestia -dijo y un chispazo estalló en la mente del chico, el recuerdo de una voz hablándole entre sonidos de guerra y rugidos.
“No, John, tienes que curarte, yo estaré bien…”
El terror se disparó por el chico, sus manos temblando, mientras cobraba fuerza.
-¡No! -estalló, sorprendiendo a los tres- vamos, ahora -dijo y se separó de Leian, tropezando al principio, pero agarrando un ritmo con las últimas fuerzas que tenía en las piernas.
-¡John! -gritaron los tres, comenzando a seguirle.
-¡Vamos! -dijo, su voz sonando sin aire, pero no le importaba. Tenía que ayudarlos a toda costa o no se perdonaría jamás si…
Alejo esos pensamientos de su mente.
El Gazzor aun estaba intentando recuperarse de la golpiza cuando los cuatro llegaron a él, preparando sus armas al verle reconociéndolos.
-John… -dijo su hermana, pero él la cortó.
-Necesitamos un plan, -dijo- tenemos que contenerle el tiempo suficiente como para que podamos darle con todo lo que tenemos. Las armas no hacen mucho efecto en su piel -advirtió.
-Yo… -empezó a decir Leian, pero él volvió a cortarla.
-No vas a enfrentarlo sola, -destacó.
-¡Tu no puedes darme ordenes! -se exaspero.
-Aquí tu tampoco a mí, asi que copera -le recriminó el chico y esta resopló furiosa, pero mirando a la criatura con ojos de cazadora.
-Puedo contenerlo por unos segundos, -dijo,- ustedes lo atacaran -miró a Gabriel,- tu talento nos vendría útil, -dijo y miró entonces a Lara- el tuyo también si logras invocarlo.
-Seguro -dijo Lara.
-Yo te ayudare -se ofreció John y antes de que alguien pudiera replicar, el Gazzor comenzó a moverse, salvándole de una discusión- ¡vamos! -empujó y Leian se adelantó, corriendo hacia el Gazzor. Este sacudió su cola, lanzando sus espinas, pero la chica los evadió con saltos y giros acrobáticos. Cayó al suelo de nuevo y extendió sus manos hacia la criatura, su poder haciendo brillar su cuerpo en una estela blanca y azulada. El Gazzor de pronto se vio arqueado, manipulado por las mismas corrientes que él había absorbido, y obligado a alzarse por encima de la tierra; como una diana lista para recibir impacto.
-¡Ahora! -chilló Leian, dura como una estaca, y los tres chicos se dispararon junto a ella, Gabriel concentrando sus brazos sobre la tierra y haciendo que esta temblara. Lara y John se concentraron en el agua, uniendo sus manos y compartiendo fuerzas mientras su elemento volvía a responder al llamado.
En una explosión de poder, el agua y las rocas se alzaron desde la tierra volando por los cielos en una orbita invisible hasta que Leian gritó “ahora”, con todo bajando a estrellarse contra la criatura en una tromba mortal. Las rocas lo golpearon sin piedad, la fuerza del agua desempeñándose contra el con la fuerza de una catarata, hundiéndole en el suelo y dejándole atontado y malherido en el suelo, retozando para intentar agarrarlos; pero vivo aun.
-¡Mierda, debemos…! -empezó a decir John, pero Leian se había adelantado a la idea, corriendo hacia la criatura agonizante con una gran y gruesa lanza- ¡espera, Leian! -pidió, adelantándose, pero ya era tarde. Confiada de que la bestia estaría en sus últimos momentos, sus miles de años de experiencia se borraron en ese instante de ingenuidad, siendo demasiado tarde para ella cuando la cola se movió de lado hacia sus piernas.
-¡Cuidado! -gritó el chico, pero solo sus reflejos pudieron mantenerla a salvo, saltando solo con el tiempo suficiente para evadir la pared de pinchos que se le venía encima, pero no el golpe de pierna que la lanzó sin miramientos al suelo.
-¡Leian! -gritó John, corriendo con su corazón palpitando por ese pánico conocido, ese miedo irrefrenable de sentirse impotente mientras el Gazzor giraba hacia el espíritu para matarle. Y su poder respondió a ese miedo, su cuerpo reaccionó a ese poder, no pudiendo soportar volver a cometer un fallo como ese.  Y así como la primera vez que se habían visto, esa fuerza sobrenatural que aun no entendía del todo lo empujó fuera, allí a donde su vida corría peligro. Extendió su brazo sintiendo que el elemento que se ocultaba bajo la tierra respondía a él, volando desde fuera del suelo hasta salir despedido como una estalactita punzante y helada que atravesó el hombro del Gazzor, como una estaca enorme del mismo suelo.
El animal chilló, sacando a John de su aturdimiento para ver la sangre oscura de la criatura manchando el hielo, chorreando el suelo también. El chico vio la expresión sorprendida de sus amigos, hasta finalmente centrarse en Leian, quien lo miraba desde el otro lado con expresión atónita. Entonces, aprovechando esos segundos de desconcierto, la chica llamó a un hacha, saltando desde el brazo del Gazzor hasta quedar suspendida encima de su cabeza, su arma alzada por detrás de su espalda hasta terminar descargada con toda su ira sobre el cuello de la criatura.
Con un aullido de dolor, el Gazzor se disolvió en cenizas, explotando en una enorme nube gris y negra que obligo a todos a mirar a otro lado. Cuando John volvió a voltearse, Leian estaba parada sobre los restos empolvados, su hacha resplandeciendo bajo la luz del sol. Hubiera avanzado hacia ella, pero apenas dio un paso, un mareo lo atacó, derrumbándose.
-¡John! -chilló su hermana, agarrándolo apenas y gruñendo molesta- vos, estúpido… -murmuró, con Gabriel uniéndosele.
-¿Me ves bien, hermano? -preguntó, moviéndole la mano frente a la cara y su amigo soltó una carcajada.
-Si, seguís siendo un idiota -comentó y su compañero le dio un pequeño puntapié.
-¡Basta! -les espetó la chica, nerviosa,- ¡no tendrías que haberte esforzado tanto, vos…!
-¿Estúpido, idiota, tarado? -sugirió John inocentemente, una sonrisa floja flotando en su rostro mientras su hermana fruncía el seño.
-Las tres te van bien -declaró otra voz, y los tres se voltearon para ver a Leian allí parada, su hacha manchada colgando de su mano y tocando el suelo- cuando intentes arriesgarte así por mi de nuevo, juro que te matare -le espetó la chica y el chico le dirigió una sonrisa burlona.
-Sin mi salvándote no podrías hacerlo -replicó y la chica se sonrojó.
-Ya te he dicho que no necesito que me salves, -respondió- no necesito ser salvada por nadie, mucho menos por un mortal.
-No “queres” que te salve -apuntó el chico- pero si lo necesitas, o al menos tu cuerpo humano lo necesita. Mejora tu sintaxis -dijo rápidamente, tomándola por sorpresa,- y hay una enorme diferencia entre ser ayudado y ser rescatado, ¿entiendes? -declaró y la chica gruñó, poniendo los ojos en blanco.
-Oh, grandes espíritus, sos imposible -susurró y lanzó un suspiro, frunciendo el seño nuevamente- bien, debemos irnos de aquí. Quien quiera que sea el que mando a la criatura, volverá en cuanto esta no regrese.
-Podríamos ir a la escuela hasta que sepamos que hacer -sugirió Gabriel, pero tanto él como los hermanos sabían que esa era la única opción que tenían. La casa de su padre había sido destruida, el único verdadero hogar que había tenido, venido abajo en un pila de escombros. Incluso el parque, la única parte de su madre que aun se mantenía con ellos, estaba a medio destruir, recuperándose lentamente del feroz ataque del Gazzor. La impresión de eso atacó a John, sintiéndole como acido que se deslizaba por su garganta.
-Como sea, -dijo el chico, arreglándose para pararse y miró a Leian,- porque tenemos mucho de que hablar -declaró. 

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