Capitulo 3
-Ahora,
vamos de nuevo, ¿Cómo la encontraste?
Lara
estaba sentada junto a Leian, sus manos pasando sobre su cuerpo y brillando en
energía azul para completar el ciclo de curación. John los había llamado, a
ella y Gabriel, apenas pudo, sabiendo que en el estado agotado que estaba poco
iba a poder hacer para ayudar al espíritu. Aun así, al escuchar a su hermana
repitiendo la misma pregunta por tercera vez en la última media hora, se
preguntó si había sido tan buena idea.
-¡Ya
te dije! La salve en el parque -contestó. Gabriel estaba sentado junto a él,
vendando las heridas que aun no se le habían sanado. Aun así, no tenía el mismo
cuidado que ellos dos, apretando tan fuerte la venda que el chico soltó un
gruñido- ¡hey! -se quejó y el legado se encogió de hombros.
-No
soy un hijo del agua como ustedes, -replicó- lo mío son las rocas y
cristales...
-Solo
hacelo cuidadosamente -pidió John, y el chico puso los ojos en blanco,
sonriendo.
-A
ver, la rescataste en… ¿nuestro parque? -dijo Lara, entonando la pregunta con
pura incredulidad, y John resopló.
-No
sé cómo llegó allí, Lara, -respondió, sacando su brazo de los cuidados torpes
de Gabriel,- solo sé que había un gran grupo persiguiéndola…
-¿Y
solo la viste de la ventana y saliste a protegerla? -preguntó su hermana y el
chico se azoró un poco, ladeando la cabeza.
-Bueno,
en realidad escuche su grito… -admitió- entonces corrí hacia el parque.
-¿O
sea que corriste afuera por un grito cualquiera? -preguntó la chica, ahora molesta,
entornando sus ojos hacia él- ¿es que estás loco? -le espetó la chica- ¡podría
haber sido una emboscada, una trampa o cualquier cosa así!
-No
lo fue, ¿verdad? -le recordó John y ella gruño, chasqueando la lengua.
-¡Ese
no es el punto! -masculló, enfadada,- ¡no podes estar corriendo tras cada
persona que grita en ayuda!
-¡Hey,
ella realmente lo necesitaba! -discutió su hermano.
-Pero
algún día un enemigo se va a aprovechar de eso y lo usara en tu contra -señaló
la chica.
-No
soy tan importante para eso -objetó el chico y Gabriel soltó una risita.
-¿No
tan importante? -preguntó, burlón,- ¿acaso no sabes cómo los llaman? “Los
mellizos inmortales” -recitó, como si fuera un enorme titulo de pancarta-
incluso ellos saben que son duros de matar… -iba diciendo cuando vio la
ardiente mirada que John le dirigía, atragantándose- aunque claro, ellos no
saben dónde vives…
-Ahora
podrían saberlo -apuntó Lara mordaz y John puso los ojos en blanco. Sabía que
el interminable interrogatorio y las críticas echadas en cara eran solo parte
de su preocupación, pero estaba molido. No estaba en la mejor condición para
soportarlas.
-No
lo creo -objetó- ella se encargó de eso… -dijo, señalando a Leian con la
cabeza. La chica había continuado dormida por las todas las cuatro horas que
los separaban del ataque que habían sufrido y John se estaba preocupando
estúpidamente; después de todo, no es que pudiera sucederle algo. Uno de los
beneficios de ser un espíritu de magia era que tus poderes eran ilimitados y
eras inmortal, pero aun así no podía evitar preocuparse al no verla reaccionar.
Tal vez sus poderes eran diferentes estando en la Tierra.
“No
fueron diferentes para casi destruir el parque” replicó una voz en su mente y
tuvo que darle la razón. La chica no era nada menos que poderosa e incluso esa
palabra parecía quedarle pequeña.
-¿John?
-llamó su hermana, haciendo señas para llamar tu atención- ¿escuchaste mi
pregunta? -preguntó y el chico parpadeó, sacudiendo su cabeza de esos
pensamientos.
-¿Qué
decías? -inquirió y la chica suspiró dramáticamente.
-Gabriel
se estaba preguntando como era que nadie más hubiera resultado herido -contó- o
como nadie terminó en pánico o intentó seguirte…
-Fue
algo de ella -explicó el chico- puso un hechizo en la plaza, como un campo de
fuerza -dijo y se frotó el pecho, todavía recordando el dolor- casi me derrumba
-admitió y su hermana solo chasqueó la lengua, rodando los ojos ferozmente
mientras seguía con su tarea.
Gabriel
le dirigió una mirada clara. “Buen trabajo, hombre”
-En
serio, Lara, ¿podrías calmarte? -pidió- ¡nada paso! -le recordó y agitó sus
brazos frente a ella para que lo viera- ¡estoy aquí! -afirmó- ni siquiera vos
podrías haber ignorado ese grito, te lo aseguró…
-Ese
no es el problema -le espetó ella, sus ojos ardientes. Tal vez los dos habían
nacido de un espíritu del río, pero John podía ver al mar tormentoso rugiendo
en sus ojos cuando se enojaba- el problema es que no podes estar salvando
extraños y arriesgando tu vida en el camino, -declaró preocupada,- esta vez
salió bien, pero…
-Si,
recuerdo las veces que no lo hicieron perfectamente, gracias -le cortó su
hermano mordaz, y la chica enrojeció, mirándole herida.
-No
me refería a eso, John… -le aseguró,- solo quería…
-Lara,
no -le cortó Gabriel y un cruce de miradas cruzó entre ellos, con la chica
gruñendo al final, y volviéndose para seguir con su trabajo, murmurando algo
sobre los chicos y los tozudos que eran.
-Vas
a tener que pagarme eso -murmuró Gabriel, agarrando una revista distraídamente
y John solo pudo asentir. Aunque Lara adorara a su novio, eso no significaba
que le hacía las cosas más sencillas a él de lo que le hacía a su hermano. El
pobre si tenía que lidiar con la fiera.
-¿Y
como se supone que escaparon? -preguntó Lara, volviendo al ataque- porque no es
que hablaste mucho de los detalles… -replicó y el chico hiso una mueca. Había
preferido no contarle a su hermana lo cerca que había estado de morir, ni la
cantidad de heridas que se le habían curado antes de que ella llegara. Eso solo
hubiera echado más leña al fuego.
-Bueno,
ella uso sus poderes… -murmuró, pensando alguna mejor escusa y la chica alzó
una ceja.
-¿Así
de simple? -preguntó- ¿o sea que te arriesgaste cuando ella habría podido
solucionar todo con un solo maldito chasquido de…? ¡Oh mierda! -gritó, antes de
que un brillo blanco y eléctrico chocara contra ella, lanzándola de espaldas y
haciéndole rodar por el suelo hasta la pared.
-¡Lara!
-gritaron al unisonó Gabriel y John, parándose de un salto.
Entonces
Leian se sentó en su cama, su mirada enloquecida y furiosa, como la de una
bestia enjaulada. Pronto miró alrededor, pareciendo buscar enemigos hasta que
vio a John. Entonces sus ojos se entornaron.
-Vos
-dijo, levantándose de un salto, pero no había dado un paso cuando su rostro
palideció, sus rodillas doblándose como si fueran de gelatina.
-¡Cuidado!
-advirtió John, acercándose a ayudarla, pero la chica se arrastro lejos de él,
repeliendo sus intentos de levantarla del suelo.
-¡No!
-gritó, furiosa- ¿A dónde me has traído? -inquirió, ferozmente.
-¡A
mi casa! -contestó, alzando las manos en un gesto de calma- ¡estás segura! -le
aseguró, pero la chica entonces se había fijado en su ropa, lanzando un
chillido
-¿Qué…?
¿Qué tengo puesto? -inquirió, mirándose los jeans y camiseta de color rojo como
si fueran horribles trajes de prisión y entonces sus ojos centellaron hacia
John- ¿vos… me cambiaste? -inquirió y John enrojeció terriblemente, negando
rápidamente con la cabeza mientras sacudía los brazos.
-¡No,
no! -aseguró- ¡mi hermana lo hiso! -dijo y señaló hacia el costado, viendo como
Gabriel se había cernido sobre ella y la ayudaba a pararse.
-Aunque
no te preocupes -le espetó la chica, frotándose la cabeza- la próxima vez te
dejo tu ropa rotosa y llena de sangre…
-No
tenías derecho de tocar mi vestimenta -le espetó Leian a John, como si Lara ni
siquiera existiera- ni tampoco de traerme en tu casa.
-No
es como si hubieras podido ir a otro lado desmayada -le espetó el chico y fue
su turno de enrojecer, mirándole más intensamente.
-Igual,
no era tu derecho -afirmó e intentó agarrarse de una mesa para levantarse, pero
su brazo temblaba como una hoja- ahora tengo que partir…
-¡Si
ni siquiera puedes pararte! -se quejó el chico- quédate hasta que te mejores y
luego te vas… -dijo, pero nuevamente, sus palabras parecieron insultarla más
que convencerla.
-No,
-afirmó, entrecerrando el seño al esforzarse más- no necesito ni tú ayuda ni tu
hospitalidad. Agradezco lo que intentaste hacer, pero no te pedí nada ni te
debo nada -declaró, sus palabras volando como una bofetada hacia John.
-Déjala
ir -le dijo su hermana, quien miraba a la chica molesta- si se quiere ir, no
hay nada que hacer…
-Tu
hermana tiene razón -afirmó ella, mientras tanteaba ponerse de pie y John
enfureció. De pronto la ira había trepado por sus venas como fuego ardiente y
había incendiado su interior como si le hubieran echado alcohol y un cerrillo.
-No,
-rechazó el chico, haciendo que Leian alzara la vista para verle sorprendido-
no vas a irte en ese estado… -declaró con firmeza, haciendo que la chica lo
mirara molesta.
-John
-susurró Gabriel en tono de advertencia, pero él no lo escuchó.
-Soy
un espíritu, legado, no puedes darme ordenes -dijo, sus ojos volviéndose finas
y filosas rendijas, pero John no se amedrentó, avanzando hacia ella.
-No
me importa lo que seas, no puedes ordenarme nada en mi propia casa -le espetó y
la chica parecía a punto de replicar, pero él la interrumpió- y estando herida,
vas a quedarte aquí hasta que te recuperes…
-¿Crees
que vas a detenerme? -le espetó la chica.
-En
ese estado no creo que haya mucho que puedas hacer -recriminó y ella apretó los
labios, pero como no abrió la boca de nuevo, John supuso que tenía razón.
-No
quiero quedarme -terminó de decir, como si fuera un capricho de niña pequeña,
cruzándose de brazos y John se encogió de hombros.
-Mala
suerte para vos entonces -declaró y la agarró, levantándola de las piernas como
si fuera un saco de papas y la lanzo a la cama, con la chica enrojeciendo,
enfureciéndose y lanzando chispas por los ojos en cuestión de segundos. John
creyó que si no fuera porque le había agarrado con la guardia baja, él habría
sido el lanzado.
-¿Qué
mierda crees que estás haciendo? -chilló molesta, pero él ya se estaba
retirando.
-Ir
a cocinar -declaró con sencillez, dejándola perpleja- podes quedarte con mi
habitación…
-¡Tu,
maldito…! -empezó a gritar ella, comenzando a arrastrarse sobre la cama para
intentar alcanzarlo, pero John ya se había retirado, caminando tranquilamente
hacia la cocina mientras los insultos volaban desde su habitación.
Gabriel
se le unió a los segundos, mirándole completamente flipado.
-¿Qué
fue eso? -preguntó.
-No
voy a dejarla herida para que la maten -respondió el chico secamente, mientras
buscaba algo de comida en las alacenas, cuando recordó que no había nada-
mierda, no hice las compras -recordó.
-Lara
trajo algo -señaló Gabriel, apuntando a una bolsa de compras sobre la mesada y
John la reviso. Había fideos, crema y queso de rallar. “Pasta será” pensó-
igual, la chica es un espíritu. ¿Sabes que va a freírte entero cuando todo esto
termine, verdad? -señaló y el chico se encogió de hombros.
-Como
sea, lo prefiero así -dijo, sacando las cosas y empujando una olla llena de
agua en la hornalla.
-Estás
demente, tengo que decírtelo -apuntó Gabriel, sentándose sobre la encimera y mirándole
sorprendido, haciendo que John se removiera incomodo.
-¿Qué?
-preguntó.
-Hacía
mucho que no te veía así -admitió- parecías un líder -dijo y la palabra
extendió un escalofrío en la espalda de John, estremeciéndole.
-Esos
días se acabaron -murmuró, y le sonrió- aparte, tengo un buen remplazo -dijo,
guiñándole un ojo y Gabriel hiso una mueca, mirando hacia la ventana. John casi
lo lamentó por él. Sabía que él no había elegido el puesto que había ligado y
que peleaba todos los días por ello; pero era la decisión correcta. Y aunque a
Gabriel no le gustara, él también lo sabía.
-¿Te
parece que es una buena idea mantenerla aquí? -preguntó Gabriel, frunciendo el
seño hacia la noche- si un grupo tan grande la estaba buscando tal vez no sea
buena idea tenerla en tu casa…
-¿Mejor
idea va a ser dejarla afuera, ahí donde cualquiera puede hacerle daño?
-preguntó el chico, lanzando sal al agua y preparando la salsa, y Gabriel le
dirigió una mueca.
-Ella
no es un legado indefenso, es un maldito espíritu -le recordó- y no cualquiera
de ellos, sino del rayo y la tormenta. Sabe protegerse sola…
-¿Te
estás aliando con Lara? -le preguntó su amigo, incrédulo, y este alzó las manos
en un gesto de rendición.
-¡Hey!
¡La chica está intentando de matarte! -le recordó y John puso los ojos en
blanco- además, Lara también podría terminar en riesgo…
-No
te preocupes por mi hermana -le dijo John- nada va a pasarle -prometió,
afirmándoselo a si mismo también.
Un
grito y el inconfundible sonido de algo rompiéndose llegaron a la cocina, con
John escuchando los gruñidos de su hermana.
-Creo
que la chica cambió de táctica -comentó Gabriel, mirándole de reojo,- parece
que va a destruir tu casa para escapar -murmuró y ambos salieron despedidos de
la cocina, volviendo a la habitación.
En
efecto, la lámpara de John estaba estrujada y rota contra la pared junto a la
puerta, con los almohadones volados hacia todos lados y algunos de sus
preciados libros llovidos sobre el suelo. Lara estaba a un costado, intentando
protegerse mientras Leian se armaba con un nuevo artículo.
-¡Hey!
-gritó John, molesto por el espectáculo, y el espíritu se giró hacia él, sus
ojos centellando. Pronto su arma mortífera del momento, esta vez un lapicero,
voló a la velocidad de una bala hacia su cabeza, con el chico forzándose a
agacharse para no terminar en el suelo- ¡basta! -ordenó, atrapando al próximo
objeto en vuelo (un libro)- ¡detente! -le gritó a Leian, quien parecía aun más
enfadada que antes.
-En
serio te odia -murmuró Gabriel a su oído, con John dirigiéndole una mirada poco
amigable.
-¡Hace
diez minutos que le estoy diciendo que lo haga! -se quejó Lara, molesta, y
Leian la miró con frialdad.
-Yo
no aceptó ordenes de mortales -masculló.
-Como
quieras, pero no podes destruir mi casa cuando se te venga en gana -le
recriminó John, y ella se giró hacia él.
-Entonces
deberías dejarme ir -apuntó, con un aire malicioso cruzando por su cara, y el
chico soltó una carcajada sarcástica.
-Eso
no va a suceder, así que te conviene ir haciéndote la idea -declaró y la chica
bufó, mirando hacia las paredes como si fueran horribles rejas de prisión.
-¿Por
qué quieres mantenerme aquí? -le reprochó, molesta y con las mejillas
encendidas- ¡deberías dejarme ir!
-No
hasta que estés curada del todo -dijo y suspiró, viendo como la chica tanteaba
un nuevo objeto para usar de arma- bien, vamos a resolver esto -dijo y se
adelantó.
-Cuidado,
John, es una loca peligrosa -comentó Lara, uniéndose a Gabriel, y su hermano le
dirigió una mirada de reproche. No era la mejor manera de ganarse su amistad.
-¡No
soy una loca! -le espetó Leian, furiosa.
-Gritando
así lo pareces -tuvo que admitir John y la chica lo miró encendida.
-¿Cómo
te atreves…? -empezó a preguntar, molesta.
-Mira,
-la cortó el chico, sabiendo el torrente de insultos que procederían- podemos
hacer esto de la forma difícil, o de la forma fácil. Vos podes quedarte ahí,
gritando y lanzándonos cosas como una loca, o podes dejarnos ayudarte -dijo y
los ojos de la chica chispearon, como las llamas de una peligrosa hoguera.
“Ayudar es el cerrillo” pensó John. Pronto había agarrado un nuevo objeto, solo
que esta vez él lo reconoció antes de que pudiera lanzarlo.
-¡No!
-rogó, sorprendiéndola por su intensidad- si queres tirarme algo, está bien,
pero por favor, no ese… -pidió y la chica pareció confundida, mirando hacia lo
que tenía entre sus dedos. Era un portarretrato, nada especial, pero la única
foto que tenía de su madre; abrazada a su padre en una silla de bronce. Ella lo
examinó con sorpresa, girándose hacia él por un momento, antes de dejarlo sobre
la mesita con lentitud.
-Gracias
-dijo John- bien, lo que quería decir es que nosotros somos curanderos, mi
hermana y yo, -apuntó, señalando a Lara- nosotros podemos curarte y revitalizar
tu energía -dijo y ella pareció titubear- y, mientras más rápido te cures, más
rápido vas a irte -apuntó y la chica hiso una mueca de disgusto, cruzándose de
brazos mientras se planteaba la oferta.
Un
sonido gutural rugió desde ella, y la chica se agarró el estomago, haciéndole
preguntar a John cuando había sido la última vez que había comido. Por el
estado de su ropa cuando la encontró, no quería apostar.
-Tenemos
comida también -apuntó y eso pareció derrotarla, finalmente asintiendo, una
expresión casi dolorosa cruzando su rostro, como si estuviera tragándose vidrio
picado.
-Está
bien -murmuró y miró a John firmemente- pero solo me quedare hasta que me
recupere, no más, -determinó y el chico asintió.
-Eso
está bien para mí -dijo y una extraña sensación hormigueó en su estomago, con
él sacudiendo la cabeza para sacarla de su mente- bien, ¿Quién quiere comer?
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