Capitulo 14
Pyró me agarró del
brazo, disparando una flecha hacia el hombre de la gabardina. Este la evitó con
facilidad, ordenando a sus hombres a reducirnos. Quisimos defendernos, pero
alguien me lanzó al suelo, rodeando mis muñecas con sogas.
-¡Grey! –escuché
gritar a Pyró, corriendo a mi ayuda, pero dos de los hombres lo empujaron
contra un árbol.
-¡Pyró! –grité,
intentando liberarme a patadas o puñetazos, pero fue inútil. Las cuerdas se
cerraban en mis muñecas como serpientes, inmovilizándolas y drenando mis fuerzas
y energías. Quise descargar alguna corriente, la más pequeña posible, pero el
esfuerzo solo me agotaba, sin importar cuánto me esforzaba.
Pyró se debatía a
mi lado, furioso. Una corriente de agua se materializó frente a él, empujando y
empapando a los hombres que le atrapaban. Invocó su arco nuevamente, armándolo,
pero entonces sentí una hoja en mi cuello, con alguien agarrando mi cabello
para mantenerme erguida.
-Detenté –dijo la
voz de hombre de gabardina, mirando a Pyró con toda tranquilidad. Los ojos de
él descendieron sobre el cuchillo que brillaba en mi cuello.
-¡Suéltala!
–ordenó, furioso y con la voz temblando.
-Tu suelta tus
armas o tendré que romper un par de normas –declaró, apretando la hoja aun más.
Negué con la
cabeza, rogándole con la mirada que no se rindiera, pero él tiró sus armas al
suelo, dejando que los hombres lo redujeran.
-Asi está mejor
–dijo el hombre de gabardina, agarrándome del brazo y tirándome al suelo, junto
a él- sabía que te encontraría… odio dejar los trabajos a medias –dijo,
acercando su cara a la mía. Quise golpearlo, pero me detuvieron.
-¡Maldito…!
–mascullé con dificultad, intentando soltarme, pero fue inútil.
-No te preocupes
hija del rayo, pronto te unirás a tu padre… -me aseguró, levantándose.
Ryan se le acercó,
evitando nuestras miradas.
-Las hadas notaran
sus presencias, Ismael. Debemos irnos cuanto antes –dijo y el hombre río,
conmigo sintiendo un sobresalto al oír su nombre.
-¡Traidor! –le
espeté a Ryan- ¿Cómo pudiste?
-Soy un hada
razonable, Alma –dijo- salvar mi vida, entregando a la hija del rayo y a su
acompañante era algo bastante conveniente…
-Más bien cobarde
-masculló Pyró furioso y Ryan lo fulminó con la mirada, apretando los dedos en
la empuñadura de su espada.
-¡No te atrevas a
llamarme cobarde! –grito, exaltado, dando un paso adelante; pero Ismael lo
contuvo.
-Basta muchachos,
dejen el drama para más tarde –murmuró, frente a la mirada ofendida de Ryan.
Entonces miró a Pyró con curiosidad- veamos ¿Qué tenemos aquí? -dijo y lo
observó haciendo brillar sus ojos en rojo. Luego de un segundo, abrió mucho los
ojos, sorprendido- ¡un hermano! -dijo y
río, pese a la expresión tensa de Pyró- a medias, claro, -murmuró, burlón- ¿y
estás ayudándola? ¿Trabajando para los buenos? No es muy original…
-Nunca trabajaría
para ustedes. No soy como la basura de allá-declaró, lanzando una mirada a
Ryan. Lo miré, admirada, pero me sorprendió Ryan, desenvainando su espada para
atacarlo. El hombre le contuvo nuevamente.
-Contrólate –le
ordenó, empujándole atrás- el vendrá con nosotros.
-¿Por qué?
–preguntó, furioso- pensé que lo matarían… -declaró, haciéndome estremecer.
-Oh, no –negó-
ahora nos acompañara. Tal vez considere ayudarnos, bajo las condiciones
adecuadas –dijo, acariciando mi mejilla con su cuchillo.
-¡Aléjate de ella!
¡No la toques! –gritó Pyró, furioso, intentando liberarse para empujarlo lejos
de mi. El hombre río, apartando la hoja.
-¿Ves lo que digo?
–preguntó a Ryan, a medida que Pyró me miraba con preocupación- prepárenlos…
-ordenó, pero yo me corrí, lejos de las manos que querían agarrarme.
-¿Dónde está mi
padre? -le pregunté- ¿Por qué lo quieren si iban a atraparme de todos modos?
El tipo rió con una
risa horrible y los otros rieron con él.
-Una carnada puede tener
muchos usos -declaró y su mirada fue tan horripilante que me hiso temblar.
-¿Qué hicieron con
él? –pregunte, asaltada por una sensación helada. Él se acercó, mirándome casi
divertido.
-Por ahora está a
salvo, -me aseguró, con los ojos brillantes- pero esas cosas pueden cambiar con
facilidad… -dijo, haciendo que la furia y la impotencia brotaran de mi
interior, superando al miedo. Me moví tan rápido que él no llegó a reaccionar,
usando mis manos atadas para atizarle en la cara, tirándole al suelo. Pronto
dos hombres surgieron a mi espalda, arrastrándome hacia atrás desde los
hombros, mientras yo le insultaba con lo mejor de mi vocabulario.
Su jefe volvió a
pararse, frotándose la mandíbula con una sonrisa.
-Valiente
–determinó, acercándose- pero inútil –dijo, dándome un cachetazo que me hiso
saltar todos los dientes.
-¡No la toques!
-saltó Pyró, pero a pesar de su resistencia no logró soltarse.
-Todo depende de su
comportamiento, hermano. Vos harías bien en seguir el ejemplo -declaró y los
otros soltaron risitas. Yo lo miré con todo el odio que era capaz, sin
importarme el dolor abrazante de mi mejilla- vamos, hay que llevarlos al avión
-ordenó a los otros.
-Como ordenes,
Ismael –dijeron, separándose para cumplir su orden. Tres obligaron a Pyró a moverse,
a pesar de sus intentos por venir a ayudarme. Yo le sonreí, asegurándole que
estaba bien. Los otros dos se acercaron a mí, arrastrándome y empujándome entre
los árboles.
Nos hicieron
caminar por minutos eternos, llevándonos fuera del bosque hasta llegar a una
carretera en desuso. Del otro lado reposaba un jet privado, con un campamento
improvisado a sus pies. Unas jaulas vacías me recordaron a los fénix de fuego,
señalándome que ellos probablemente nos habían estado siguiendo. Lon había
tenido razón sobre…
El nombre de mi
protector sacudió mi mente, haciéndome temblar. ¿Cómo no lo había pensado
antes? Él no había sido atrapado. Si tan solo pudiera llamarlo, tal vez el
podría ayudarnos o, al menos, lo intentaría. Por mucho que odiara admitirlo,
sabía que no podríamos salir solos de allí.
Aun así, no podía
llamarlo con todos ellos rodeándonos.
Pensé que Pyró
podría ayudarme pero él caminaba tras de mi, con la mirada en fuego al mirar a
Ryan y a Ismael. Quería voltearme y hacerle alguna señal, pero él parecía
demasiado enojado como para mirarme.
“¿O quizá quería evitar de que le preguntara que había querido decir
Ismael al llamarlo hermano?” señaló mi mente.
Ismael se detuvo
frente al campamento con una expresión de satisfacción.
-Déjenlos ahí y
comiencen a preparar todo para irnos mientras yo habló con el amo -dijo este,
señalando a un costado. Los otros le obedecieron, tirándome a Pyró y a mí al
pasto, mientras Ryan nos observaba de lejos.
-Pyró, tengo una
idea -le susurré por lo bajo, apenas moviendo los labios.
-No puedes invocar
nada, la soga es a prueba de magia –murmuró, sin voltearse.
-Lo noté, -declaré,
intentando no sonar demasiado hostil- no me refería a eso -dije y él me miró-
Lon todavía está con el auto. Él podría ayudarnos a escapar.
Él me miró
sorprendido, como si eso no hubiera pasado por su mente.
-Me había olvidado
de que se había quedado atrás -murmuró, algo esperanzado.
-El problema es
cómo llamarlo –admití- no puedo ponerme a gritar aquí para hacerlo… -observé y
él puso los ojos en blanco.
-Sí que sos tonta.
Los protectores tienen una conexión mental con sus protegidos. Podes llamarlo
mentalmente, sin la necesidad de gritar –me espetó, tratándome como una
ignorante.
-Ah, no lo sabía
-admití.
-Es obvio.
-¡¿Podes no
pelearme por cinco minutos?! -le espeté furiosa y puso los ojos en blanco, pero
guardó silencio- ¿Solo debo pensar en Lon? –pregunté y él asintió.
-Como si intentaras
hacer magia –dijo y asentí.
Siguiendo su
indicación, me concentré en Lon, imaginándome su su cuerpo plumífero, inquieto
e histérico; limpiando mis pensamientos de cualquier otro tema. Al cabo de unos
momentos de plena concentración, sentí que mi mente se separaba de mi cuerpo,
como quien se despega una cinta de la piel. Esta se elevó en el aire como una
voluta de polvo, flotando indiferente por unos instantes, y luego se traslado a
toda velocidad hacia el bosque, atravesándole en un segundo mientras
rastrillaba la selva; hasta que finalmente la bruma dibujó la imagen nebulosa de un pajarito,
apoyado sobre el capo de un auto, mirando hacia el Amazonas con preocupación.
“¡Lon! ¡Necesitamos ayuda!” grité mentalmente y el pájaro revolvió las plumas, tomado por
sorpresa, pero pronto alzó las alas, liberando cientos de pensamientos que me
atropellaron. La conexión se quebró y mi mente regresó a mi cuerpo, dejándome
una jaqueca aguda.
-Creo que ya viene…
-murmuré, algo mareada.
-Shh… -me ordenó
Pyró, notando como Ryan se acercaba a nosotros. Quería ahorcarlo con mis
propias manos, pero me controlé, siguiendo sus movimientos hasta que se
acuclilló frente a Pyró.
-Te vas a
arrepentir de haberme llamado cobarde -le amenazó- eso te lo juro.
-No te tengo miedo,
Ryan –le aseguró el chico- los cobardes y traicioneros no me preocupan.
Él chico lo miró
con furia y lo golpeó en la cara, pero Pyró ni siquiera se inmutó, mirándole
con la misma furia; dejándome admirada.
-¡No me llames
cobarde! -le espetó el hada, perdiendo el control. Noté como sus manos iban
hacia su espada, alertándome.
-Eso es lo que
eres, además de un traidor –me metí, esperando desviar su atención.
Él giró hacia mí,
dispuesto a descargar su furia conmigo.
-Ten cuidado con lo
que dices. Mi consideración hacia ti puede acabarse con facilidad -me advirtió,
acercándose.
-Aléjate de ella
–masculló Pyró, con una expresión asesina en su rostro que hiso que me
sonrojara.
-Pensé que no te
preocupabas por cobardes –le espetó el hada.
-Tengo más miedo a
que te lastimes con tu espada mientras lo intentas –se burló Pyró y Ryan
parecía a punto de atizarle un nuevo golpe, pero terminó respirando hondo,
tranquilizándose. Entonces le miró malicioso
-Pensé que te
preocuparía más que ella descubra tus secretos, ¿quieres que se los cuente?
–preguntó y la expresión de Pyró se tensó, intrigándome
-¿Qué secretos?
–pregunté y Ryan pareció disfrutarlo más.
-¿Quieres saberlo,
Alma? Yo no tengo problema en contártelo…
Pyró se removió,
listo para golpearlo, Ryan solo río, disfrutando de su ansiedad. Yo me quedé
mirando a Pyró, notando su expresión tan nerviosa e intranquila como jamás la
había notado desde que nos habíamos conocido, afligiéndome. Podía sentir su
desesperación, incluso miedo, ante la idea de que descubriera sus secretos;
solo logrando que me preguntara que era aquello que escondía con tanto
fanatismo. Casi podía imaginarme cediendo al ofrecimiento de Ryan, demasiado
intrigada para seguir esperando, pero la angustia de sus ojos era tan intensa
que me sorprendí negando con la cabeza. No importaba cuanto quisiera saber lo
que ocultaba o lo irritante que me resultaba a veces; simplemente, sabía que no
se lo merecía.
-No quiero escuchar
nada de lo que tengas para decirme –declaré, llamando la atención de ambos- no
confío en traidores cobardes que se venden al mejor postor –afirmé y la mirada
de Ryan se enfureció. Pyró me observó, perplejo.
-¿Cómo me llamaste?
–me espetó Ryan, alzando la mano como si quisiera golpearme cuando el llamado
de Ismael le detuvo. Giró, mirándonos con odio mortal- esto no ha acabado acá,
-dijo y volteó para volverse.
El viento se agitó
en una mínima fracción de segundo, con una oleada helada rozándonos mientras un
cuerpo pequeño y gris se materializaba en segundos en el cielo; apenas
apareciendo por un leve instante hasta desaparecer tras nosotros. Nadie más
pareció notarlo, con el pequeño animal escondiéndose perfectamente a nuestras
espaldas.
-¿Lon? -pregunté
por lo bajo.
-Shh -escuché su
voz tras mi espalda y sentí que algo picoteaba mi soga- ya los libero.
-¿Qué haces con los
prisioneros? -le preguntaba Ismael a un enfadado Ryan.
Los otros se
miraron y sonrieron con malicia, como si les agradara el espectáculo.
-Los estaba castigando
por difamarme -respondió el chico.
Su jefe se rió con
sorna.
-¿Difamarte?
Muchacho, tenían razón en cada palabra. Sos un cobarde –declaró, y Ryan
palideció- ¿acaso no los traicionaste para salvarte? ¿Qué tiene eso de
valeroso? -se burló y los demás se rieron.
Ryan enrojeció de
furia y lo enfrentó, haciendo que su armadura brillara.
-¡No soy ningún
cobarde! ¡Soy un soldado! -le gritó, pero al otro solo le basto con mover un
dedo para lanzarle al suelo de una llamarada.
Mientras se
retorcía en el suelo, aullando de dolor, Ismael se le acercó, mirándolo con
repugnancia.
-Para que aprenda
“soldado”, que a mí se me respeta -le declaró y Ryan se alejó de él, parándose
a trompicones mientras farfullaba.
Había quedado tan
horrorizada que no había notado que Lon había terminado de cortar mi soga.
Prontamente, invoqué un cuchillo, pasándoselo a Pyró quien rápidamente comenzó
a cortar sus sogas.
-Lon, escóndete
bien detrás de nosotros -le dije mientras escuchaba el ruido de la soga de Pyró
cortándose.
-Hay que esperar el
momento justo –dijo Pyró- cuando ya hayan preparado el avión y quieran
subirnos, ahí atacamos.
-¿Vamos a poder con
todos? –le pregunté, recordando cuán rápido habían logrado reducirnos.
-Tengo un as bajo
la manga -contestó y sonrió a medias, pero su expresión lo decía todo. Sea cual
sea su “as”, no le gustaba demasiado.
-¿Falta demasiado?
-preguntó Ismael.
-No mucho, señor
-dijo uno de los subordinados.
Y tenían razón.
Solo quedábamos nosotros y unas cuantas bolsas. Nuestro momento se acercaba.
-Recuerden tener
cuidado con las botellas de champagne, no quiero que ocurra otro accidente –les
ordenó Ismael, amenazante, y todos los otros asintieron murmurando. Me pregunté
si antes de ser cinco habían sido seis, retorciéndome el estomago.
Estaba amaneciendo
rápidamente y el sol estaba resplandeciendo por el horizonte. Hubiera sido una
hermosa vista de no estar ahí, a punto de arriesgar nuestras vidas una vez más.
Hasta el Amazonas parecía burlarse de nosotros, con las hojas de los árboles brillando
lentamente de nuevo.
-Ese fue el último
paquete, señor -dijo uno de los ayudantes, señalando a la última caja que
colocaban en el hangar.
-Entonces carguen a
los prisioneros –les ordenó, casi con cansancio- asegúrense de que estén bien
atados –les recordó, dirigiéndose, junto a un receloso Ryan, al avión.
-Prepárate -murmuró
Pyró.
Observé como se
iban acercando hacia nosotros, sabiendo que tenía que actuar cuando estuvieran
cerca y que tenía que hacerlo rápido, sin ningún error. Entonces, cuando
estaban a solo medio metro de mi, Pyró murmuró: “ahora”.
Me paré e invoqué
mi lanza, dejando a mis captores bastante sorprendidos. Pyró también ya estaba
de pie, con su arco y flecha preparados; haciendo retroceder a los hombres,
estupefactos; pero el grito de Ismael les recobró la lucidez, viniendo hacia
nosotros a toda velocidad.
Los dos vinieron
hacia mí, sosteniendo dos espadas de un metro cada uno para comenzar a
atacarme. Evadí el primero, agachándome, y golpeé al segundo con el mango en la
cara. Respondiendo al reflejo, giré y detuve un ataque del primero, golpeándole
de una patada en el estomago.
-¡Inútiles! -gritó
Ismael, furioso.
El segundo volvió a
atacarme y me preparé. Moví mi lanza un segundo antes y, sentí a mis energías
electrificándose en mis manos, recorriendo la lanza con rapidez. Lo golpeé en
el pecho y recibió tal descarga eléctrica, que salió volando tres metros hacia
atrás. Me sentí algo cansada, pero luego de asegurarme de que quedaran
tendidos, salí corriendo a ayudar a Pyró.
Ismael se interpuso
en mi camino antes de que llegara a él. Bolas de fuego comenzaron a volar en mi
dirección, mientras él gritaba histérico. Las evité como pude, saltando de un
lado al otro.
Miré por el rabillo
de ojo y vi que Pyró ya había vencido a los tres ayudantes, dejando un gran
charco de agua bajo ellos. Ryan le atacaba, habiéndole obligado a cambiar su
arma por una espada brillante y plateada. Tenía un corte en la mejilla, pero
igual luchaba con fuerza, haciendo retroceder al hada cada vez más.
Ismael parecía cada
vez más furioso, sin haberme llegado con fuego ni una sola vez. Lanzando un
grito, hiso surgir una lanza negra como la noche en su mano, clavándola en el
suelo. La tierra se resquebrajó como el cristal, expulsando un aire hirviente
que me atizó con fuerza. Quise retroceder, pero entonces la tierra explotó,
liberando una onda expansiva que me dio de lleno, lanzándome por los aires. Caí
varios metros más atrás, estrellándome con fuerza sobre el pasto.
-¡Grey! –escuché
entre todo el sonido ensordecedor que pitaba en mis oídos.
El golpe fue lo
suficientemente fuerte como para apagar mi mirada por unos segundos. Cuando
volví a abrir los ojos, todo a mí alrededor estaba en llamas, levantando un
humo oscuro que taponaba el cielo. El dolor me abrasaba todos los músculos, con
la piel ardiente y ardorosa. Mi ropa estaba humeante y chamuscada, ahora llena
de tierra y polvo. Quería quedarme allí para siempre, pero entonces noté la
silueta de Ismael entre el humo y las llamas, y la furia superó al dolor. No
podía dejar que me vencieran, no tan fácilmente. Invocando mi lanza de nuevo,
me ayudé a levantarme y salí a su ataque.
Él me lanzó fuego a
mis pies, pero salté hacia arriba y lo evadí. Volví prontamente a tierra y
siguiendo mis instintos, clavé mi lanza en el piso, usándola para impulsarme
con una patada voladora. Él no se lo esperó, con mi golpe dándole en pleno
rostro y haciéndole caer hacia atrás.
Aproveché aquel
mínimo instante para mirar a un costado, buscando a Pyró con la mirada. Ellos
parecían ilesos de la explosión, cruzando miradas con Pyró entre el humo y el
fuego. Revitalizado por una nueva energía, bloqueó un ataque de Ryan, rodeando
el arma con la suya e impulsándola hacia arriba. El arma se soltó de las manos
de su dueño, volando por los aires y perdiéndose entre el pasto. Sin perder
tiempo, golpeó al hada de un puñetazo y le atizó una patada en el pecho,
dejándolo desmayado en el piso.
Entonces, Pyró
corrió hacia mí, con su espada preparada.
-¿Estás bien? –me
preguntó y asentí, alertándome al notar que Ismael se ponía de pie. Al notar a
Pyró con nosotros, sus ojos centellaron, buscando a sus hombres con rapidez;
pero todos estaban desmayados. La ira brotó ardiente en su mirada. El fuego se
expulsó de él en una cortina ardiente que amenazaba con estrellarnos. Iba a
correr, pero Pyró surgió delante de mí, alzando sus manos. La oleada se partió
en dos, rodeándonos y esfumándose en cenizas.
Volteé mi mirada
hacia él, sorprendida, y me horroricé al notar llamas azules rodeándole los
brazos.
-¡Pyró, estás en
llamas! –le grité, pero él se había volteado hacia Ismael, quien le miraba
estupefacto y pasmado, con su espada apenas levantada. Pyró giró y las llamas
se despegaron de su cuerpo, siguiendo el movimiento de su mano hasta lanzarse
volando hacia nuestro enemigo, haciéndole volar diez metros hacia atrás.
Me quedé allí
petrificada, demasiado absorta para reaccionar, pero Pyró tomó mi mano,
arrastrándome corriendo hacia el avión. Lon estaba en la puerta, agitado y
haciéndonos señas para que nos apuráramos.
-¡Ya preparé todo!
–gritó.
Escuché el grito de
furia de Ismael tras nosotros, y pude sentir una bola de fuego volando hacia
nosotros, pero se estrelló con una barrera de agua que la extinguió por
completo.
Subimos a los
tropezones las escaleras y me caí junto a la puerta del avión, mientras Pyró la
cerraba y corría a la cabina del piloto, seguido por Lon quien le gritaba cosas
incomprensibles.
Debería haberles
ayudado, corriendo con ellos hacia la cabina, pero me había quedado allí, con
la mente apagada casi por completo, excepto por un único e impresionante
pensamiento: Pyró, era un hijo del fuego.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario