Capitulo 13
Detestaba que me
engañaran de cualquier manera, pero cuando el engaño implicaba que casi muriera
ahorcada en dos diferentes ocasiones, solía tomármelo personal.
Pyró y yo entramos
furiosos a la sala de la reina, empujando las puertas sin ni siquiera esperar a
que nos anunciaran. La muy descarada nos esperaba en su trono, mirándonos
sonriente.
-Lo lograron
entonces -declaró.
-¡Era una trampa!
–le espetó Pyró, furioso, tirando los restos cristalinos de la sombra sobre la
mesa.
La mujer sonrió. La
sala se había vaciado en su totalidad, con solo con unas pocas damas de
compañía y unos cuantos hados todavía sentados, observándonos con rigidez.
-Era una prueba
simplemente, queridos, no deben enojarse de esta manera –dijo la mujer y se
levantó de su silla- quería ver hasta cuán lejos llegarían, prueba que pasaron
exitosamente. Ninguno ha muerto, asi que debo felicitarlos.
-¡Usted está loca!
-le espeté, indignada.
Las hadas
entornaron sus miradas sobre mí, glaciales y cortantes como un cuchillo, pero
la reina rió, manteniendo la calma.
-No Alma Grey, no
estoy loca -dijo- se quienes son, se lo que harán y la verdad quería asegurarme
de que estuvieran a la altura de las circunstancias.
-¿De qué habla? -le
pregunté, confusa.
-Eso ya lo sabes
-dijo- no hace falta que te lo diga.
-¡Debe decírnoslo
ahora! -ordenó Pyró, con los dientes apretados.
Uno de los hados
rechinó los dientes, indignado.
-¡Alteza, no puede
permitir que le hablen de esa manera! Esos mocosos no tienen ningún derecho…
¡Están bajo la orden de Will Renlington, alteza! -dijo y los ojos de la reina
brillaron con fiereza.
-Eso ya lo sé,
Reiran, pero tratos son tratos ¿verdad? -comentó y nos miró, dedicándonos una
sonrisa fría.
-¿Qué tienen contra
Will? –pregunté, sin comprender su reacción tan despreciativa. Tal vez apenas
conocía al director de la escuela, pero luego de la ayuda que me había prestado
no podía tolerar que le insultaran de esa manera.
-¡Es un traidor!
-gritaron todos, ofendidos por la pregunta.
-¡Una escoria
repugnante! –declaró otro y todos asintieron, estando de acuerpo.
-¿Por qué?
-preguntó Pyró, con la mandíbula tensada. Seguramente los comentarios le debían
gustar tanto como a mí.
-Como si no lo
supieras muchacho, -dijo el hombre con sarcasmo- ustedes deben ser tan
traidores como el ¡Y se supone que ellos nos libraran de la oscuridad! Por
favor...
-¡No somos
traidores! -gritamos Pyró y yo al mismo tiempo.
-¡Basta! ¡Fue
suficiente! -ordenó la reina y todos sus súbditos se callaron en actitud
sumisa. La reina se volteó a nosotros, descargando una mirada tan filosa como
el cristal- ustedes –masculló, apretando los dientes- puede que sean los hijos
de los grandes espíritus, pero todavía son invitados en mi tierra. Me deben
respeto –declaró y entonces miro a sus súbditos, los cuales se removieron
incómodos frente a su feroz mirada- no vuelvan a nombrar a ese hombre,
¿entendieron? No quiero escuchar su nombre jamás
-exclamó y todas las hadas asintieron, temerosas- ¡Ryan! –llamó la mujer y el
chico apareció rápidamente a su lado- lleva a los humanos con Luis para la
información que necesitan y luego los acompañaras afuera del bosque ¿has
entendido? Su tiempo de visita ha acabado.
-Sí, señora -dijo e
hiso una reverencia, dando un paso hacia atrás.
La reina, aunque
aun parecía alterada, se arregló para recuperar la compostura, respirando hondo
y observándonos con una mirada glacial.
-Adiós, Alma Grey.
Adiós, Erik Pyró. Nos volveremos a ver –se despidió y salió a zancadas del
salón, con sus damas siguiéndole presurosas.
Con Pyró nos
miramos, sorprendidos por esa reacción.
-Vamos -murmuró
Ryan, empujándonos para que nos moviéramos. Rápidamente nos guío fuera del
salón, llevándonos hacia los árboles. Yo mascaba rabia, queriendo regresar al
salón y exigirles a las hadas a que contestaran todas mis preguntas. Estaba
cansada de estar rodeada de secretos y mentiras. Había vivido una mentira toda
mi vida, no sabiendo quien era en realidad hasta hacía apenas unos días. Will,
una de las pocas personas a las que me había atrevido a confiar, también se
había guardado sus secretos, no habiendo mencionado jamás que las hadas le
odiaban o su inmortalidad. Hasta Pyró me ocultaba cosas, con la mirada tensa en
el camino.
-¿Por qué ese tal
Luis puede ayudarnos? –escuché, con su pregunta sacándome de mis pensamientos y
trayéndome a la realidad. Ryan nos había conducido hasta un puente colgante,
haciéndonos una seña para que cruzáramos.
-Luis es un hijo de
la tierra que fue invitado a vivir con nosotros -explicó Ryan- fue bendecido
con el don del conocimiento, permitiéndole conocer el pasado, el presente e
incluso el futuro. Seguramente sabrá donde se encuentra su padre y lo que
necesitaran para rescatarlo.
-¿Por qué lo
invitaron a vivir con ustedes? -pregunté.
-La reina consideró
que un don como ese debe ser protegido -dijo y se adelantó, como si no quisiera
que le siguiera preguntando.
-¿No te parece que
hay algo muy raro en todo eso de Will? -le pregunté por lo bajo a Pyró.
Él asintió,
lanzando una mirada de desconfianza a Ryan.
-Tal vez podamos
preguntar -dijo y sonreí, asintiendo.
Llegamos al final
del puente, quedando frente a una de las tantas habitaciones construidas sobre
las ramas, pero esta tenía una cortina bloqueando la entrada, cubriendo el
interior.
-Aquí es -dijo Ryan
y nos hiso una seña para que entráramos. Cuando corrimos la cortina, y la
habitación quedo visible a nuestros ojos, me llevé una sorpresa. Esa habitación
estaba lejos del estilo natural que habíamos observado hasta ahora. Una
biblioteca de madera oscura estaba en la esquina, llena de libros y de papeles.
Un sillón negro y moderno se ubicaba en el centro de la habitación, frente a un
televisión de plasma de al menos cuarenta pulgadas. Al pie había una Wii y una
Play-Station 3, con los controles desparramados por el suelo. Junto al sillón,
había una heladera chica llena de gaseosas y de sándwiches, visibles a través
de la puerta de cristal.
Un hombre de unos
treinta años, estaba acostado en la cama plegable del costado. Al vernos, soltó
una risita.
-Sabía que
vendrían, pero no sabía cuando -dijo y se levantó de un golpe, dirigiéndose
hacia la heladera- ¿Quieren gaseosa o comida? No es comida de hadas, no se
preocupen –nos ofreció, guiñándonos un ojo.
-La verdad, solo
queremos la información -dijo Pyró, sorprendiéndome al llevar la
iniciativa.
-Ah, claro, directo
al grano -comentó el hombre, sacando una latita de gaseosa y tomando un trago,
analizándonos con la mirada- me llamo Luis, perdón por no haberme presentado
antes –nos estrechó las manos- así que… ya sé que quieren saber; donde está tu
padre ¿Verdad? –preguntó, señalándome.
-Sí, -afirme- si
tan solo pudieras ayudarnos… -le rogué, con el corazón en la boca.
Él se concentró por
unos segundos eternos, tomando un sorbo de su latita con toda tranquilidad.
-Tu padre fue
secuestrado bajó órdenes del espíritu de la oscuridad. Ha sido llevado hacia
una de las puertas para el otro mundo –informó y tomó otro sorbo.
-¿En dónde? ¿Qué
puertas? –pregunté y Pyró hiso una mueca- pensé que el mundo de los espíritus
estaba cerrado… -murmuré y él asintió.
-Lo está, ahora
–aclaró- antes solía estar abierto, conectado a este por cientos de entradas
mágicas. Casi todas ahora están bloqueadas o destruidas… -dijo y miró a Luis
quien asintió, sacando un sándwich de la heladera como si estuviera aburrido de
nuestra conversación.
-Estás en lo
cierto, chico –dijo y tomó un nuevo trago- las puertas existían, a pesar de que
los espíritus las hayan bloqueado. Lamentablemente, esa magia puede volverse a
restaurar con el poder suficiente.
-Entiendo –murmuré,
respirando hondo para poder asimilarlo- ¿a que puerta te refieres? O sea,
¿Dónde está?
-Es una en desuso,
irónicamente, –comentó y sonrió- una de las más antiguas, ubicada en los
páramos de Inglaterra… -dijo y Pyró se tensó a mi lado.
-¿Stonehenge?
–preguntó, removiéndose incomodo.
-¡Exactamente!
Estamos conectados -bromeó Luis, pero Pyró estaba demasiado pálido cómo para
festejar la broma.
-¿Tenes idea de lo
que planean? –pregunté y la sonrisa del hombre flaqueó, haciendo una mueca.
-Lamentablemente,
no –dijo y suspiró- hay fuerzas mágicas demasiadas poderosas y oscuras que no
me permiten ver lo que sucede. Aunque, te puedo asegurar que, sea lo que sea,
no será bueno –aseguró, tomando un último sorbo de gaseosa, indiferente.
Me quedé en
silenció, respirando hondo para no perder la compostura. No podía creer que
después de todo lo que habíamos pasado, con los interminables viajes y los
ataques que habíamos sufrido; ni siquiera estaba cerca de encontrarlo, con
miles de kilómetros esperándome por delante.
Luis me miró
comprensivo, como si supiera lo que estaba pensando.
-No te preocupes,
chica, -me dijo Luis, apoyando su brazo en mi hombro- todo tiene solución.
-¿Tienes idea de
cómo podemos enfrentarlos? -le preguntó Pyró, con un tono que hiso que el
hombre retirara su mano con rapidez.
-Em… la verdad que
ideas tengo muchas, pero una que les sirva… -murmuró y se rascó la barbilla,
pensativo- tal vez alguien que pueda ayudarlos… -sugirió, observándonos- hay un
muchacho que podría hacerlo. Se llama Tom, trabaja en un ojo en Londres. Si lo
convencen de ayudarlos, estoy seguro que les servirá mucho.
-¿En un ojo?
-repetí sin entender, pero a Pyró no le pareció extraño, obviando mi pregunta.
-En Londres hay
millones de Tom –comentó, cruzando los brazos.
-¡Ah, pero este es
diferente! –le aseguró Luis, sonriendo como si fuera una broma privada- se
darán cuenta al instante.
Pyró y yo nos
miramos, calculando a que podría referirse.
-¿Algo más que
necesiten saber? -preguntó.
Dudé por unos
instantes, pero de todas maneras hice la pregunta:
-¿Por qué dicen que
Will es un traidor?
-La reina… -empezó
a decir Ryan, pero se Luis levantó su mano, mandándole a callar.
-Sé perfectamente
las normas, soldado –le espetó,- no hace falta que me lo recuerden –declaró y
Ryan se enderezó, ofendido, pero el hombre no le dio importancia.
-Es importante para
nosotros saberlo –insistió Pyró, pero Luis negó con la cabeza.
-Lo siento, me
gustaría ayudarlos, pero esa es información que tengo prohibida divulgar –dijo
y los dos nos miramos decepcionados- podré ser un invitado aquí, pero todo
paraíso tiene su precio –murmuró y pude notar cierto desconsuelo atravesando su
mirada, como si aquel lugar pudiera ser una prisión.
-¿No es nada más
que puedas decirnos? –pregunté y él apretó los labios, mirándome con compasión.
Entonces se acercó, mirándome fijamente.
-Mis poderes tienen
limitaciones, Alma Grey, porque incluso el tiempo tienes sus secretos, pero
tengo información importante que pueda servirte. Solo tienes cuatro días antes
de que el espíritu se deshaga de tu padre. Debes llegar a Stonehenge antes de
que la medianoche concluya ¿entendiste? –preguntó y asentí, con una sensación
agria extendiéndose por mi garganta. Cuatro días parecía un tiempo demasiado
cortó para todo lo que nos esperaba- debes tener cuidado Alma. No todos son lo
que parecen –murmuró y sentí un escalofrío hormigueando mi espalda.
-Creo que ya ha
sido suficiente -declaró Ryan, colocando su mano en mi hombro para hacerme
retroceder- deben irse.
-¿Y que me dices
sobre Will? –preguntó Pyró y esté le observó, entornando sus ojos en él con
cuidado.
-Solo puedo decirte
que todo tiene que ver con su bendición. Ustedes deberán averiguar el resto
–declaró y Ryan apretó más los dedos en nuestros hombros.
-Vamos, ya es
tiempo –dijo y nos hiso retroceder hacia la puerta, prácticamente
arrastrándonos.
-¡Espera! –llamó
Luis y miró a Pyró- acepta tus raíces, chico. Nunca sabes cuándo puede ayudarte
una ayuda extra –le dijo, guiñándole un ojo a pesar de la turbación del chico.
-Vamos –ordenó Ryan
y nos empujó fuera.
-Buena suerte
–escuché que Luis nos deseaba, antes de que la cortina se cerrara tras
nosotros.
-Eso último fue
extraño –comenté a Pyró- ¿Qué quiso decir con que aceptaras tus raíces? -le
pregunté, pero él desvió la mirada, evasivo.
-Nada –dijo,
adelantándose unos pasos. Yo le fulminé con la mirada, pero no insistí. El
chico era simplemente imposible, era un hecho.
-Debo llevarles
hacia los límites del bosque. Pueden alistarse, pero háganlo con rapidez
–informó Ryan, entregándonos nuestras mochilas y paquetes, las cuales tomé con
anhelo. Deseaba con todo el corazón sacarme el ridículo vestido y volver a mis
antiguas, cómodas y para nada elegantes ropas. Hasta Pyró, quien todavía seguía
evasivo y tenso, parecía contento por haberlas recuperado.
-Pueden cambiarse
en esas -dijo y señaló dos piezas- yo los esperare aquí.
No necesité que me
lo dijera dos veces. Casi corrí a cambiarme, soltando mi cabello en pleno
camino. Cuando sentí al suave algodón de mis ropas me sentí tan aliviada que hasta
sonreí. Cuando salí me encontré a Pyró, quien se enfundaba su campera. Sonrió
al verme, incluso viendo alivio brillando en sus ojos para mí sorpresa.
-Todavía tenes
pintura -me dijo al mirarme y me sonrojé, refregándome la cara con vergüenza,
cuando noté que sonreía, burlón.
-Tarado -le espeté,
pero él río por lo bajo.
-Síganme –ordenó
Ryan y bajó por una de las escaleras, con nosotros siguiendo sus pasos.
Rápidamente nos dirigió hacia las escaleras que daban al salón, bordeando su
entrada. La sala estaba vacía, pero había un grupo de hadas arrinconadas en la
puerta, susurrando entre ellas. Al ver a Pyró acercarse se pusieron frenéticas,
empujando a una hacia adelante.
-Eh… Erik -lo
llamaron y él las miró, distraído. Ellas lanzaron risitas, sonrojándose.
-Queríamos
invitarte a que te quedaras con nosotras –propuso la de adelante, sonrojándose
con timidez- serías nuestro invitado de honor si decidieras quedarte… -le
aseguró, dejándole patidifuso.
-Eh… -murmuró, sin
saber que decir.
-¡No queremos importunarte!
–se apresuró a decir otra- solo te ofrecemos una vida aquí…
-¡Podrías casarte
con cualquiera de nosotras! –exclamó una y rompieron en risitas. Tuve que
aguantar una carcajada al ver la expresión de él.
-A menos que otras
razones te lo impidan –dijo suspicaz otra, mirándome con odio.
-Por mí, pueden
llevárselo –comenté y Pyró me fulminó con la mirada- ¿Qué? Es una propuesta muy
buena –dije burlona y las hadas corearon mis palabras. El chico las miró, componiendo
una débil sonrisa que las hizo sonrojar.
-Gracias por su
ofrecimiento… -dijo él a las chicas, sonriendo con amabilidad- pero no puedo
quedarme, lo siento.
Las expresiones
alegres de las hadas se esfumaron rápidamente, decepcionadas. Por suerte para
Pyró, Ryan lo alejó de ellas antes de que comenzaran a llorar.
-Que cruel -le
reprendí al pasar junto a él y me lanzó una mirada furibunda, pero no hizo
comentarios. Cruzamos el ancho camino entre los árboles hasta llegar a unas
nuevas escaleras, estrechas y casi escondidas entre las piedras. Bajamos casi
al trote, adentrándonos en una cueva oscura y húmeda. Podía sentir el aroma del
Amazonas escabulléndose entre la tierra.
-Vamos –dijo Ryan,
dirigiéndose hacia la puerta de madera incrustada entre las paredes negras.
Habíamos pasado por allí al entrar, pero en ese momento estaba tan enfadada que
no le había prestado atención. Raíces la cubrían, dibujando hermosos relieves
sobre la madera oscura, brillante gracias a la luz mágica que la iluminaba.
Ryan se adelantó
para abrirla, soltando una ráfaga húmeda y fría que nos envolvió, trayendo
todos los aromas de la selva.
-Adelante –nos
invitó, señalándonos la entrada con un ademán. Yo titubeé, dudosa. La puerta
parecía abrirse a una nada, pareciendo la entrada a un pozo infinito y oscuro.
Pyró me empujó levemente, urgiendo que me moviera. Tomé aire y di un paso
afuera. Al instante me invadió la sensación de estar cayendo al vacío, con mi
pie hundiéndose entre la oscuridad. Pensé que caería por el agujero, cuando
sentí que el tacto firme del suelo bajo mi pie, deteniendo el revoloteó de mi
estomago. La oscuridad se disolvió, con lazos de colores pintando el paisaje
que se abría frente a mí.
La noche estaba a
punto de terminar, con un leve resplandor asomándose en el horizonte. Aun así,
la luna brillaba con fuerza, refulgiendo en el cielo junto a cientos de
estrellas.
Era una noche
preciosa y el bosque, aunque algo tenebroso, se veía hermoso. Hasta el frío
helado que nos había golpeado antes se había convertido en una brisa fresca,
acariciándonos.
-Por aquí –nos
indicó Ryan, señalando a un camino entre la maleza y rápidamente se introdujo
en él. Caminamos por la espesura por largos minutos silenciosos, hasta que
finalmente me atreví a acercarme al hada, sonriéndole.
-Gracias por
llevarnos -le dije.
Me dio la impresión
de que se tensaba, pero terminó sonriendo.
-No es nada -dijo-
después de todo tengo que cumplir las ordenes de mi reina. Es mi deber, aun
cuando… –decía, pero dejó la frase en el aire, intrigándome. Noté que Pyró
ponía los ojos en blanco, pero no le di importancia.
-Me refería a que
podías haberte negado –le aclaré- después de todo, no es que te hemos tratado
amablemente… -le recordé y él se encogió de hombros. Pyró me miraba incrédulo,
pero yo le ignoré.
-Tenían sus razones
para reaccionar así. Probablemente yo hubiera reaccionado igual al notar que me
habían engañado –dijo- lamentablemente no puedo disculparme por ello, pero
esperó que entiendas que lo hice solo porque me lo ordenaron.
-No te preocupes
–murmuré, sin saber que decir. El hada me observó con detenimiento.
-La moda de las
hadas luce bien con vos, pero debó admitir que luces bella también así -murmuró
y me ruboricé, incomoda. Miré de reojo a Pyró, nerviosa, pero él tenía la vista
fija en Ryan, con los puños apretados.
-Gracias -murmuré y
compuse una sonrisa, pero Ryan me miró fríamente.
-¿Estás seguro de
que es por acá? –le espetó Pyró, sobresaltándome- no sea cosa que las
distracciones nos lleven por mal camino –declaró, mordaz, dejándome
sorprendida. Ryan río, a su pesar.
-Estamos yendo por
el camino correcto –aseguró- de eso no debes preocuparte –dijo y dibujó una
sonrisa que me heló la sangre- es una lastima, solamente… -murmuró y noté a mi
cuerpo tensarse, en una corriente que erizó mi piel.
-¿A que te
refieres? –pregunté, confusa, y el entonces el hada se detuvo, sonriéndome
maliciosamente.
-Esto –remarcó- es
una lástima… -dijo y la sensación de peligro me invadió, ordenándome que
corriera. Pyró me agarró del brazo, tirando de mí para escapar, cuando cinco
hombres aparecieron entre las sombras, bloqueándonos el paso. Espadas y lanzas
brillaban en sus manos, refulgiendo bajo la luz de la luna.
-Mierda… -escuché
murmurar a Pyró, mientras su arco brillaba entre sus dedos.
-Nos traicionaste
–mascullé a Ryan, furiosa.
-Debías haber hecho
caso a Luis, Alma –dijo él, sonriendo- debes cuidar en quien confías.
Iba a saltar a
atacarlo, cuando una voz resurgió entre las sombras, helándome los huesos y
dejándome petrificada, con miles de pesadillas desencadenándose en mi mente.
-Hola, hija del
rayo…
El hombre de la
gabardina había salido de entre las sombras, sonriendo malicioso.
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