La Hija del Rayo - Capitulo 18





Capitulo 18


Si el London Eye se veía grande de lejos, de cerca era gigantesco. Fácilmente tenía cien metros de altura, con dos postes saliendo de la tierra y uniéndose en el centro. Cientos de cables de metal se despegaban hacia los bordes, sosteniendo las diferentes cabinas que flotaban con lentitud a metros del suelo.
Era precioso.
La gente llenaba el parque y los alrededores, especialmente familias, que se dividían entre el museo de cine o el acuario. Un parque se extendía frente a la atracción, donde la gente se sentaba entre los árboles para disfrutar de la hermosa vista. 
Me hubiera gustado pasear junto a ellos, pero Pyró me llevó hacia el London Eye sin perder un instante.
-Hay que buscar al chico –dijo, sacándome de mis ensoñaciones- Luis había dicho de que él trabajaba en la atracción. Tal vez podamos subirnos y averiguar.
-Como digas… -comenté- vos sos el inglés acá -dije y él sacudió la cabeza, sonriendo. 
La fila para subir era larga, pero no teníamos otras opciones que hacerla. Habíamos avanzado un poco, distraídos por el paisaje, cuando Pyró maldijo en voz baja.
-¿Qué pasa? -le pregunté.
-Hay que pagar una tarifa -murmuró y puse los ojos en blanco.
-¿De cuánto? -le pregunté.
-Dieciocho libras cada uno.
-Es para ricos, entonces -comenté- ¿Qué vamos a hacer? -le pregunté.
-No tengo la menor idea, pero mira –dijo y me mostró a unos chicos jóvenes que ayudaban a la gente a subir a las cabinas- estoy seguro de que uno de ellos debe ser el Tom que nos dijo Luis -dijo y chasqueó la lengua.
-¿Entonces que hacemos? –pregunté y miré hacia la entrada- no parece fácil colarse…
-Necesitamos plata –comentó Pyró- si tan solo pudiéramos encontrar algo…
Observé alrededor, intentando encontrar alguna buena idea, pero no encontré ninguna. A menos que nos convirtiéramos en ladrones, no podríamos conseguir dinero allí.
El ruido de unas palomas en un árbol cercano me llamó la atención, trayéndome el recuerdo de mi protector a la mente. ¿Dónde estaba Lon? ¿Por qué no nos había buscado?
Concentrándome, volví a hacer lo mismo que había logrado hacer en Brasil, separando mi mente de mi cuerpo y obligándole a recorrer la ciudad de Londres a la velocidad de la luz, hasta que visualicé a una alondra recorriendo los cielos, avanzando sobre los muelles.
“¡Lon!” lo llamé y noté como esté se removía en el aire, escuchando mis pensamientos. Tuve que levantar una barrera mental para que su avalancha de pensamientos no quebraran mi mente “te necesitamos, no tenemos dinero” y entonces la conexión se rompió, siendo la imagen de él descendiendo a toda velocidad entre las casas y calles lo último que vi. 
-Lon ya viene -le advertí a Pyró- estaba volando por la ciudad.
-Espero que nos tenga una solución –comentó, resignándose.
-Le dije que necesitábamos dinero.
-Me había olvidado que Lon trajo su billetera -murmuró Pyró con sarcasmo y puse los ojos en blanco.


Teníamos suerte que la atracción estuviera abierta hasta las nueve de la noche. Con Pyró nos habíamos ido hacia un costado donde quedáramos cubiertos de las miradas curiosas, esperando a mi protector con impaciencia.
Lon apareció diez minutos más tarde de cuando lo llamé. Venía agitadísimo y con una cosa entre sus garritas.
-¡Pensé que los habían agarrado en el aeropuerto! –exclamó al vernos.
-No. Estuvimos paseando por Londres, en realidad –declaré y él pareció culpable.
-Perdón por dejarlos, pero supuse que debía estar atento a si necesitaban ayuda para escapar… -murmuró.
-No importa, Lon, –le aseguré- lo entiendo. Te necesitábamos libre si algo sucedía…
Él pareció sentirse mejor.
-¿Pudiste encontrar algo que nos ayudara? –le preguntó Pyró y el pajarito pareció hacer una mueca.
-No sabía cómo solucionar tu problema de dinero, pero vi a un ladrón huyendo con esto y se lo saqué -dijo Lon, algo avergonzado, y nos extendió la billetera que había logrado esconder entre sus garritas. Nosotros nos miramos, nerviosos.
-Sé que no es lo que esperaban, pero es lo único que tengo –dijo Lon y se posó sobre un banco a nuestro lado, con expresión alicaída, dejándola en mis manos. Una tarjeta de identificación sobresalía del borde, mostrándonos la foto de un amistoso hombre, al cual quitarle su dinero me llenaba de vergüenza.
-¿Qué hacemos? -le pregunté a Pyró. Sabía que era la única forma que teníamos, pero ni aun así me parecía correcto.
Él frunció el seño, mirando hacia la billetera pensativo, pero finalmente suspiró.
-No tenemos otra opción, -decidió y asentí, de mala gana- pero solo sacaremos el dinero que necesitamos y es todo. Lon vas a llevar esto a la comisaría más cercana ¿entendiste? –le preguntó, firmemente, y el pajarito asintió.
Sacamos treinta y siete libras y le devolvimos a Lon la billetera. En dos segundos ya estaba en el aire de nuevo.
Pyró fruncía el seño mientras miraba el dinero, tan molesto como yo por haberlo tomado. 
-Vayamos a la fila de nuevo –murmuró, regresando hacia el gentío. Pareció notar mi expresión de culpabilidad, porque comentó- no te preocupes. Pensa que es solo un bache en el camino hacia tu padre… -me dijo, poniendo todo el cuidado en sus palabras. Asentí, sorprendida por su amabilidad, y él sonrió, volteándose. 
Adquirimos nuestras entradas en el County Hall y nuevamente regresamos a la fila. Como la atracción no se detenía, con los segundos contados para que la gente descendiera de las capsulas, un grupo de chicos se paraba en la entrada, dando indicaciones y ayudando a las personas a descender. Nos concentramos en ellos, pero no sentía ninguna energía especial emanando de ninguno, sin sentir ninguna alteración mágica. 
Cuando nos habíamos resignado a que no lo encontraríamos, ya era tarde para arrepentirse. Antes de que nos diéramos cuenta estábamos dentro de la capsula y las puertas se cerraron.
Desde abajo había llegado a pensar que las capsulas solo podrían albergar a diez personas como mucho, pero había espacio suficiente para permitir a veinte cómodamente instalados. La gente paseaba dentro, pegándose a las ventanillas para sacar fotos o para señalar edificios o lugares, lanzando exclamaciones de excitación.
Pyró y yo nos quedamos en un costado, tratando de no estorbar. Debó admitir que no le había dado a Londres el crédito que se merecía, hasta que la vi desde las alturas. Era bellísimo, más ahora cuando empezaba a atardecer y la luz del sol se pintaba de colores, escabulléndose entre las nubes, para centellar sobre los edificios. El mismo Támesis brillaba bajó las últimas gotas de sol, perdiéndose entre la ciudad. Era simplemente mágico. Una pareja se había ubicado cerca de nosotros, abrazándose por la espalda mientras señalaban la ciudad. Un extraño sentimiento de deseo me invadió. Probablemente una cita allí debía de ser muy romántico…
Entonces recordé que estaba con Pyró y sentí que me ruborizaba.
-¿Qué? -preguntó él, mirándome.
-Nada, el paisaje -dije para disimular y él se volteó confuso hacia el vidrio. 
Una sonrisa tranquila se le dibujaba en los labios, con los ojos centellando en un brillante celeste, como el mar tranquilo. Parecía más contento que nunca, mirando a la ciudad con una felicidad autentica como la que jamás le había visto. Probablemente debía de haber extrañado Londres durante todos esos meses fuera.
Me volteé de nuevo hacia el paisaje. El paseo era largo y reconfortante, valiendo la pena pagar las dieciocho libras. Aun así,  todo me recordaba mi padre. Él siempre me había dicho que quería conocer Europa, pero estaba segura que no de la manera en la que lo había hecho.
“Que pensamiento más estúpido”, me reproché a mí misma. Pensar en ello no me hacía ningún favor, pero en momentos como este era casi inevitable. Estando tan cerca de poder ver su sonrisa de nuevo y de sentir sus cálidos abrazos, no podía evitarlo.
Estaba rodeada de gente, pero aun así me sentía sola, parada en un lugar oscuro y frío del que no podía escapar.
Una lágrima se me escapó, escurriéndose en mi mejilla. La limpié con rapidez, pero aun así no engañé a Pyró.
-¿Qué sucede? -me preguntó.
-Nada, solo… -empecé a decir, pero no tenía ganas de mentir- no importa.
Él se quedó mirándome en silencio, hasta que finalmente dijo:
-Lo vamos a rescatar, no te preocupes -me dijo y me sonrió con confianza- estamos cerca…
-¿Y porque parece que cada vez estamos más lejos? –pregunté, sacando la fotografía de mi bolsillo. Verla solo me hiso sentir peor, aumentando la nostalgia a niveles críticos.
-Hey, -me dijo y me agarró de los hombros, haciendo levantar mi vista para que lo mirara directo a los ojos- tenes que concentrarte y pelear. Ellos quieren que pienses que no tenes oportunidad de salvarlo, pero yo sé que lo harás. Lo haremos, no importa lo que cueste –me aseguró y asentí sorprendida frente a la firmeza de su voz.
Entonces sus brazos se deslizaron hacia mi espalda, empujándome hacia él hasta que quedamos tan juntos que sentía su respiración acariciando mi cuello. La sensación se había sentido tan extraña que al principio no reaccioné a abrazarlo también, pero luego alcé mis brazos hasta rodearlo con ellos, hundiendo mi cabeza en su pecho.
No estaba sola, me recordé con un nudo en la garganta. Él y Lon estaban conmigo, peleando a mi lado a pesar de todo.
 Uno de los ayudantes advirtió que nuestra capsula estaba llegando al inicio del recorrido, rompiendo la burbuja que nos había rodeado y recordándonos lo que estábamos haciendo. Rápidamente nos separamos, con Pyró carraspeando y retrocediendo, mientras yo me refregaba la cara, mis mejillas sintiéndose enrojecidas mientras intentaba limpiarme las lágrimas. Los demás pasajeros se iban agrupando en la entrada y de a poco iban bajando ayudados por los ayudantes. Cuando fue nuestro turno de bajar, un chico de más o menos mi edad me ayudó, agarrándome con firmeza del brazo y guiándome afuera.
-Thanks –le agradecí, mirándole de reojo.
El chico tenía el pelo negro, ondeado, con algunos mechones cayéndole sobre la frente. Su tono de piel era bronceado, como la de un latino. Medía más que yo, con una espalda ancha al estilo nadador. Sus labios eran finos y su nariz recta.
Era lindo, pero fueron sus ojos los que me atrajeron como un imán, un ojo gris claro y otro ojo color celeste como el cielo, disolviendo el mundo en una luz blanca que resplandeció a su alrededor. Una suave brisa llenó mis pulmones y venas, atravesándome y electrificando todos mis nervios.
Magia. 
-¿Tom? -pregunté, siguiendo el impulso. 

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